Siempre he pensado que la verdad no es un plato que a todo el mundo le guste, pero a fin de cuentas, lo que es, es. No la inventé yo, ni depende de mis creencias o deseos. Simplemente está ahí, esperando a que alguien se atreva a verla sin adornos ni excusas.
Claro, entiendo que enfrentarse a ciertas realidades no es fácil, sobre todo cuando nos han contado la misma historia durante siglos y nos han enseñado a repetirla sin cuestionarla. Pero, aunque a muchos no les guste, los hechos no necesitan permiso para existir. Y si decirlos me convierte en el villano de alguien, bueno, no será la primera vez ni la última.
La versión creasionista “oficial” dice que la Tierra tiene 6.000 años, que un pueblo entero vagó 40 años por el desierto sin dejar ni una miserable cuchara, y que un tal Jesús nació en un pueblo que, oh sorpresa, no existía en su época. Si esto no le suena sospechoso, tal vez es porque ha escuchado la historia tantas veces que dejó de preguntarse si tenía sentido.
Según la cronología bíblica, el mundo fue creado alrededor del 4.000 a.C. hasta ahí todo bien, salvo por el pequeño detalle de que la arqueología lleva décadas gritándonos al oído que hay asentamientos humanos de más de 12.000 años, como Göbekli Tepe y Jericó. ¿Qué dice la Biblia de estos lugares? Nada. No existen en su historia, porque aceptar su existencia derrumbaría el castillo de naipes.
Y no solo es que no mencione esas civilizaciones antiguas, es que para la Biblia tampoco existen las pinturas rupestres, ni el cuerpo de Lucy, la famosa homínida de 3,2 millones de años, ni las primeras generaciones de la dinastía china. Y si todo esto le parece grave, espere, tenga en cuenta lo que expongo a continuación: tampoco existen las flautas prehistóricas.
Sí, porque resulta que se han descubierto flautas elaboradas con huesos de animales, y no precisamente en el taller de algún descendiente de David. La flauta de Divje Babe, hallada en Eslovenia, fue tallada en un fémur de oso y tiene entre 43.000 y 60.000 años de antigüedad. Se cree que pudo haber sido utilizada por los neandertales, lo que sugiere que la música existía miles de años antes de que Dios siquiera pensara en crear el mundo.
Y no es la única. En la cueva de Hohle Fels, en Alemania, se encontraron flautas de hueso y marfil de mamut de hace 35.000 años, asociadas con la cultura auriñaciense, una de las primeras manifestaciones artísticas del Homo sapiens en Europa. En otras palabras, mientras la Biblia insiste en que la humanidad tiene 6.000 años, los primeros músicos ya estaban armando conciertos en cavernas mucho antes de que Adán y Eva tuvieran su problemita con la serpiente.
Después tenemos el episodio de Moisés y su excursión de 40 años por el desierto. Uno pensaría que dejarían algún rastro, pero no. Ni un hueso, ni un pedazo de cerámica, ni una piedra fuera de lugar. Nada. Egipto, que registraba hasta cuántos ladrillos se usaban en las construcciones, no tiene una sola mención sobre la fuga de miles de esclavos. Y si algo sabemos de los egipcios, es que no eran de los que pasaban por alto las crisis nacionales.
Y luego está el diluvio. Un evento que supuestamente cubrió el mundo entero de agua y donde Noé metió una pareja de cada especie en un arca. Es decir, ¿le hizo espacio a los osos polares sin que los leones los hicieran almuerzo? ¿Cómo llegaron los canguros desde Australia? ¿Hicieron escala en algún lado?
Nos dicen que Jesús nació en Belén, pero resulta que Belén no existía en ese tiempo. Lo mismo con Nazareth, que apareció en los registros mucho después. Pero como la historia tenía que encajar con las profecías, alguien metió a Belén en el guión, como quien acomoda los números en una contabilidad dudosa.
Y aquí viene otro detalle interesante: Jesús "nació" en Galilea, una región conocida por ser cuna de guerrilleros y agitadores políticos. Desde al menos el siglo I a.C., los galileos eran famosos por organizar revueltas contra los romanos. De hecho, los llamados zelotes —una especie de guerrilla nacionalista—tenían su bastión allí. ¿Y nos quieren hacer creer que, en medio de todo ese ambiente, apareció un tipo pacifista predicando amor y nadie le puso problema? Suena poco creíble.
Si Jesús fue el evento cósmico que nos vendieron, los historiadores de su época deberían haber hablado de él, ¿no? Pero sorpresa: nadie lo menciona. Ni Plinio el Viejo, ni Séneca, ni Estrabón, ni Filón de Alejandría, que escribía sobre teología justo en la época en que supuestamente Jesús hacía milagros. Nada. Ni un chisme, ni un "hay un tipo multiplicando panes en Galilea".
Los pocos textos que sí lo mencionan, como los de Flavio Josefo y Tácito, fueron modificados siglos después, agregando a Jesús a la fuerza en la historia como quien edita un Wikipedia sin referencias. Y con el tiempo, la repetición convirtió la fábula en "hecho histórico".
Y por si faltaban incoherencias, resulta que este personaje, que supuestamente arrastró multitudes y conmovió corazones, no dejó viuda, ni hijos, ni testigos confiables. Ni siquiera su madre, que todavía estaba joven y bien podría haber dado la cara, no se quedó a responder preguntas. María desapareció "en cuerpo y alma", para un destino indeterminado convenientemente lejos de cualquier chismoso o curioso de la época.
Es difícil, absolutamente difícil, creer que todos estos acontecimientos hayan sido reales. Si esto fuera un juicio, la Biblia perdería por nocaut técnico. Pierde por W, porque no presentó pruebas. Pierde por abandono, porque sus defensores, cuando se quedan sin argumentos, sacan la carta de la fe, que es la versión religiosa de "me dio pereza investigar".
Así que ahí lo tienen: el mito más grande jamás contado, un relato que, si se analiza con tantico sentido común, no aguanta ni un primer round con la realidad. Pero claro, la historia no la escriben los que buscan la verdad, sino los que tienen el poder. Y aquí estamos, miles de años después, viendo cómo siguen vendiendo el mismo cuento.
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