Bogotá perdió uno de sus parques más importantes tras la invasión de los Embera

El Parque Nacional Olaya Herrera sigue ocupado por los Embera en condiciones precarias, impidiendo su uso ciudadano y generando daños costosos e irreversibles

Por: Michael Ceaser
julio 01, 2025
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Bogotá perdió uno de sus parques más importantes tras la invasión de los Embera

El Parque Nacional Olaya Herrera es una de las principales áreas verdes y espacios públicos de Bogotá. Tradicionalmente, los fines de semana y festivos se llena de personas montando bici, practicando capoeira, patinando y compitiendo en una variedad de deportes.

Sin embargo, en los últimos años son muy pocas las oportunidades que los bogotanos han tenido de disfrutar de este pulmón de la ciudad. Eso porque una gran parte del tiempo está convertido en un campamento ilegal de indígenas Embera; y si los Embera no están en el parque, el parque queda cerrado para recuperarlo de los daños causados por el campamento ilegal. Aunque el parque esté reparado y los Embera no están, el Distrito suele cerrar el parque para evitar que los Embera lo vuelvan a invadir.

Es una situación absurda, en la cual los únicos permitidos a utilizar el parque lo hacen ilegalmente, y los vecinos son excluidos. En estos días, los Embera están ocupando el costado norte del parque, pero casi todo el resto está cerrado para que no lo invadan nuevamente.

Los bogotanos pierden el uso de una de sus mejores áreas verdes, el cual pagan con sus impuestos - Y los Embera, ¿qué ganan? Nada, porque en el parque viven de manera miserable, con apenas un pedacito de plástico para protegerlos del frío y la lluvia, y comiendo lo que el gobierno les regale o lo que reciban pidiendo.

Dos veces en los últimos años, cientos de Embera han acampado en el Parque Nacional, cada vez por casi un año, causando grandes daños físicos al lugar, que costaron un montón de dinero intentando arreglarlo.

Según la empresa aseguradora, no se hacen responsables por lo sucedido en el área del parque. En consecuencia, cuando ocurren daños de forma reiterada, en algunos casos estos pueden llegar a ser irreparables.

Y para la cultura y tradiciones de los Embera, vivir en la ciudad no es otra cosa que destructivo. Todos hemos visto a sus mujeres y niños por la carrera séptima bailando por monedas, a veces en la noche, en el frío y la lluvia. Y también como dejan a las ancianas botadas en los andenes del centro, con la esperanza que alguien les regale limosna, lo cual ese dinero tiene destino dudoso.

En su previa estadía en el parque, muchos vimos como los Embera utilizaban el cepo, un instrumento de tortura de la Edad Media para castigar, generalmente, a mujeres jóvenes. Para una ciudad orgullosa de defender los derechos de grupos vulnerables, es una burla y debería ser un crimen. Hubo también muchas denuncias de abusos sexuales a menores.

La vida en la Costa Pacífica colombiana, el territorio tradicional de los Embera, es sin duda muy difícil: Allá, viven entre grupos violentos, minería ilegal y deforestación, aunque algunas regiones son más tranquilas.

Pero eso es responsabilidad del Gobierno Nacional, y no de la ciudad de Bogotá. A pesar de que los indígenas apoyan al Gobierno Nacional en el Congreso y en la calle, los Embera que han regresado a su territorio, quedaron abandonados.

Según “Isabelita Mercado”, consejera para las Víctimas de Bogotá. El Gobierno Nacional, que ha botado cantidades monumentales de dinero en corrupción, debería destinar recursos para proteger los indígenas. Mientras más tiempo pasen los Embera en estas condiciones, más difícil es que regresen a una vida digna y productiva. Pero regresar a su territorio, a pesar de lo difícil que sea, es la única opción sana y sostenible.

Es por eso que la ciudad debe tomar una política más dura con los que han invadido el parque. Si por la presencia de niños y mujeres, no los pueden sacar del parque, seguramente sí les pueden prohibir robar la luz de los postes; y les pueden prohibir deforestar el parque, y pueden prohibir que hagan sus necesidades físicas en el río Arzobispo, lo cual es un crimen contra la naturaleza y una amenaza a la salud pública.

Acampar ilegalmente en el parque no les sirve a los Embera, y mucho menos a Bogotá. Ojalá con esas restricciones, los Embera lo encuentren muy incómodo acampar en el parque y decidan que es mejor retornar a su territorio y buscar una vida más digna.

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