Álvaro Leyva, el excanciller convertido en oráculo de la ultraderecha disfrazada, insiste en que Gustavo Petro debe renunciar. Y, con calculada perfidia, sugiere que sea la vicepresidenta Francia Márquez quien asuma el poder. ¿De cuándo acá Leyva se volvió defensor de Francia, cuando en silencio celebró cada ataque racista y clasista contra ella?
Pero la pregunta no es solo qué busca Leyva, sino qué dice la vicepresidenta. ¿Está enterada de la jugada o hace parte del libreto? Su silencio, en estos momentos cruciales, no es neutralidad: es complicidad o torpeza.
¿Está preparada para asumir la presidencia? En teoría no, le quedaría grande, pero en caso de hacerse efectivo el golpe, sí, recordemos como la vicepresidencia de Perú, tumbó al Presidente legítimamente elegido y lo encarceló, ahora la golpista es la presidenta.
Ella, Francia Márquez, fue elegida por voto popular como fórmula presidencial. Pero el poder no se improvisa. Y gobernar un país en medio del fuego cruzado de las élites no es tarea fácil para quien aún no ha sabido liderar un ministerio con claridad y firmeza.
A la vicepresidenta le quedó grande el Ministerio de la Igualdad, que prometía ser una herramienta de transformación. Hoy es un cascarón vacío, plagado de burocracia y sin avances tangibles. Su promesa de dignidad quedó sepultada bajo diagnósticos y discursos sin ejecución.
Y lo más grave: quien hizo de la victimización una bandera, ahora parece caminar del lado de quienes antes la ultrajaban. ¿Será que el poder la sedujo más que el pueblo? ¿Será que el reconocimiento internacional le importa más que la causa que la llevó hasta ahí?
¿Qué se puede hacer? Francia Márquez debe definirse ya o está con el pueblo que la eligió para hacer historia, o se convierte en una ficha útil del establecimiento para cerrar el ciclo progresista en Colombia.
Francia, ¿de qué lado estás?
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