La UNESCO apoyó la conmemoración del Día Mundial de The Beatles, 10 de julio, en el año 2001 como un reconocimiento a la profunda influencia cultural y musical que tuvo la banda en todo el mundo. Aunque no se trata de una declaración oficial como otros días internacionales, la UNESCO respaldó la idea de celebrar el legado de The Beatles por su contribución al diálogo intercultural, la paz y la unidad entre los pueblos, valores que también promueve la organización. ¿Por qué se celebra el 10 de julio? El 10 de julio de 1964 marca una fecha muy simbólica en la historia del grupo:
Ese día, The Beatles regresaron a Liverpool, su ciudad natal, tras una exitosa gira en Estados Unidos y el estreno de su primera película, "A Hard Day’s Night". Fueron recibidos como héroes por miles de fanáticos y una caravana oficial. Esta fecha representa el auge de su fama internacional y el profundo vínculo con sus raíces.
Seguramente muchas ya no están entre nosotros, se fueron apagando al vaivén de su existencia en una sociedad que no alcanzó a entender el valor de sus lágrimas y de su paroxismo musical. Se fueron evocando a sus ídolos, apagando su cerebro, mientras en uno de sus intersticios laberínticos sonaban por última vez los acordes de su grupo favorito de juventud: The Beatles. Así, seguramente alcanzaron el cielo soñado o la nada prometida. Cielos de luz se encendía en segundos de vida que se sentía próxima a terminar. Lucy llegaba a sus cielos de diamante.
En la década de los 60 ellas eran unas quinceañeras, con pelo de capul o cabello de trenza, minifalda, botas, chicle y una rebeldía que se estrellaba contra los muros de un hogar en el cual se imponía el grito acervo de padres y abuelos.
Pero ellas se atrevieron a cantar, a entonar canciones de un grupo que las invitaba a amar, a soñar y crear mundos de libertad. Chicas ye - ye que jamás olvidaremos por su frescura de niñas buenas, frágiles rosas que se escudaban en frases de tono gris y muecas de desdén y odio hacia todo lo adulto y desgastado.
Esas abuelas cantaron siendo niñas, saltaban en medio de ojos hechizados por la figura de cuatro adolescentes que con una guitarra, un bajo y una batería se atrevieron a desafiar en pentagrama de luz el orden establecido. Lucy salía de casa, miraba la luz, tocaba con su sonrisa un mundo que se ofrecía nuevo y generoso.
Abuelas que abrieron sus alas, tocaron nirvanas y pulsaron amores entre tormentas generacionales. Sin ellas el mundo habría seguido su curso de rutina y abatimiento, de repitencias existenciales vestidas de muerte y tedio. En su llanto, sus gritos y sus desmayos se dibujó una nueva humanidad, dispuesta al cambio, a forjar nuevos y reales valores, a flotar entre posibilidades distópicas de vida y pasión.
Ya son "ochenteras" y próximas a cerrar su ciclo de vida. Pero en sus ojos aún debe brillar ese anhelo que un día las hizo sentir que la vida es algo más que respirar o caminar. Deben sentir esa imagen que un instante les permitió abrazar su libertad, su utopía erótica y sexual en un mundo hecho para que todo sea un muro que se levantaba contra sus puños cerrados que clamaban otros cielos.
Muchas viven, en su propia muerte, en sus propios recuerdos, en sus canciones y en sus frustrados deseos. Abuelas que encontraron en The Beatles un refugio para su rebeldía con causa en ese escenario en el que sus miradas se apagaba en cada amanecer.
A estas abuelas les debemos mundos de luz, con sus lágrimas regaron un campo de fe, trazaron caminos que hoy parecen olvidar en cada palabra de mujeres vencidas y abatidas. Los senderos se abren muchas veces sin tener conciencia de ello. Son como copos de luz que caen de cielos distantes para hacer estremecer la tierra con sonidos hechos flor.
A esas abuelas, nuestros recuerdos y gratitud. Desafiaron el mundo, construyeron autopistas de porvenir y despertaron la conciencia de unos hombres atrapados entre dogmas y pesadillas que creían eran su vida. Hoy la memoria se estremece en sus neuronas, entorpece su sinapsis, lleva a la caverna su piel y su sentido de mujer. Entre comillas se dibujan escenas de gritos, cantos y porros.
Todo fue cierto, lo hicieron con ellos, con The Beatles, con esos muchachos de capul que entre sus yea - yea abrieron mundos escondidos hasta el momento, tocaron portales que aún no se cierran, pero que tampoco se abren.
Los últimos segundos serán de acordes musicales, segundos de canto, baile, ritmo y música. Nuevamente, bailarán, cantarán, gritarán, estarán entre ellos, entre The Beatles.
Y la función terminará una vez más para iniciar en medio de Lucy escondida en nubes de diamantes.
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