En Colombia, como en gran parte del mundo, vivimos rodeados de plástico: lo usamos para empacar alimentos, transportar objetos, fabricar ropa, cosméticos, electrodomésticos, muebles y dispositivos médicos. Pero pocos son conscientes de que ese mismo material que facilita nuestra vida cotidiana está entrando en nuestros cuerpos, órganos y células, con potenciales consecuencias graves para la salud. Y aunque el daño es invisible, sus efectos podrían ser devastadores.
Microplásticos: el enemigo invisible
Los plásticos se fragmentan en partículas diminutas llamadas microplásticos (menos de 5 mm) y nanoplásticos (menos de 1 micra). Estas partículas están en el aire que respiramos, el agua que tomamos y la comida que consumimos. Un informe reciente de la Universidad Médica de Viena estima que una persona promedio puede ingerir hasta 5 gramos de plástico por semana, el equivalente al peso de una tarjeta de crédito. En Colombia, el agua embotellada y la del grifo lo contienen, según estudios de la Universidad de Cartagena y la Universidad Nacional.
¿Qué órganos afectan?
Los microplásticos no se eliminan fácilmente del cuerpo. Estudios han encontrado partículas en los pulmones, hígado, bazo, riñones e incluso en la placenta humana. Recientemente, investigadores italianos los encontraron en arterias coronarias de pacientes operados del corazón. En modelos animales, se ha evidenciado inflamación, estrés oxidativo, alteraciones en el sistema inmunológico y daño al ADN.
Pero los riesgos no se limitan a las partículas sólidas. Muchos productos plásticos contienen “ftalatos”, compuestos químicos usados como plastificantes, especialmente en PVC. Estos se liberan fácilmente al ambiente y al contacto con el cuerpo, actuando como disruptores endocrinos que interfieren con el sistema hormonal. Están asociados a infertilidad, alteraciones metabólicas, desarrollo fetal anormal y enfermedades cardiovasculares. Los ftalatos, además, pueden ser absorbidos o transportados por microplásticos, potenciando el daño en órganos y tejidos.
En el caso específico del sistema cardiovascular, un estudio de la Universidad de Nanjing en 2024 mostró una correlación entre exposición crónica a este material microparticulado y mayor incidencia de aterosclerosis, hipertensión y eventos cardíacos. En humanos, aún se investiga la relación directa, pero ya se encontraron partículas en placas arteriales.
Casos y cifras en Colombia
Aunque en el país no existe un sistema nacional de vigilancia sobre los efectos de los plásticos en salud, hay alertas preocupantes:
En Cartagena, estudios de la Universidad de los Andes y EAFIT encontraron microplásticos en mariscos y peces de consumo popular. Un análisis de 2023 del Instituto Nacional de Salud mostró rastros de nanoplásticos en muestras de agua potable de al menos 6 ciudades capitales. La Fundación Malpelo ha denunciado presencia de plásticos en el estómago de peces en el Pacífico colombiano, lo cual afecta la cadena alimenticia humana.
Acciones cotidianas que aumentan el riesgo
Algunas prácticas comunes multiplican nuestra exposición a plásticos, especialmente a temperaturas elevadas o en productos que pasan al cuerpo:
Usar botellas plásticas reutilizadas, expuestas al sol o al calor. Calentar comida en recipientes de plástico en microondas. Consumir pescados y mariscos contaminados. Usar cosméticos y exfoliantes con microperlas. Tomar agua embotellada regularmente. Fumar cigarrillos electrónicos, que liberan fragmentos plásticos microscópicos al pulmón.
Estas acciones, sumadas al uso intensivo de empaques plásticos de un solo uso, aumentan la carga tóxica en organismos humanos y animales.
¿Cómo nos defendemos?
Frente a este panorama, la prevención es clave. Aunque no podemos escapar del plástico por completo, hay medidas que reducen la exposición: Evitar calentar alimentos en plásticos. Filtrar el agua del grifo con sistemas certificados. Preferir envases de vidrio o acero inoxidable. Reducir el consumo de alimentos ultraprocesados. Exigir a fabricantes y gobiernos mejores políticas de regulación.
En países como Francia, se han prohibido los plásticos en vajillas escolares. En Colombia, los avances normativos como la Ley 2232 de 2022 (que prohíbe ciertos plásticos de un solo uso) son un paso, pero aún insuficientes.
Riesgo silencioso, impacto profundo
La amenaza que representan los contaminantes plásticos invisibles no se siente de inmediato. No generan dolor, fiebre ni síntomas evidentes, pero podrían estar deteriorando lentamente órganos vitales y funciones inmunológicas.
En una sociedad donde las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte con más de 78.000 muertes al año en Colombia, según el Ministerio de Salud, no podemos ignorar un factor silencioso que, día a día, gana terreno en nuestros cuerpos.
La contaminación plástica ya no es solo un problema ambiental. Es también una bomba de tiempo para la salud pública. Enfrentarla requiere decisiones personales, conciencia ciudadana y un cambio estructural en la producción y consumo de materiales.
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