En las montañas del occidente de Cundinamarca, donde la neblina se mezcla con el olor a café recién molido, hay un pequeño pueblo que guarda una tradición tan pintoresca como encantadora: en Chaguaní, durante las fiestas, todo el mundo es soltero por tres días. Así, sin condiciones, sin reclamos, sin preguntas.
No se trata de libertinaje ni de una revolución social: es una costumbre que se vive con picardía, pero también con mucho respeto. Cada año, cuando se celebran las fiestas patronales o los carnavales, el ambiente cambia y el espíritu del pueblo se transforma. Parejas de toda la vida se dan la “licencia” no escrita de coquetear como si estuvieran recién llegados a la soltería. Los turistas lo escuchan incrédulos, pero apenas pisan el parque principal y sienten la música en las calles, entienden que algo especial está pasando.
@losvasqueztravels Las fiestas del soltero se realizan anualmente a mitad de año y ustedes irian? #chaguani #puebloscolombianos #viajestiktok #colombia🇨🇴 #tipsdeviajes #sitioscercabogota #recomendacionesviajes ♬ Riptide - TWOPILOTS
Esta curiosa dinámica ya se volvió una tradición. Nadie se pone celoso y nadie se toma nada demasiado en serio. Es, más bien, una excusa para reír, bailar, y recordar que la vida también se trata, un poco, de no tomársela tan enserio. En esos tres días, la mirada se vuelve más coqueta, los abrazos más largos, y los amores de fiesta brotan como flores de un día.
Los habitantes de Chaguaní no ven esta costumbre como algo escandaloso. Al contrario, es parte de lo que hace único al pueblo. Aquí, la idea de ser “soltero por tres días” no significa faltar al respeto a la pareja, sino revivir ese lado espontáneo que a veces se pierde en la rutina. Y lo mejor es que nadie se lo toma personal: ni el que se queda en casa, ni el que sale a bailar con una sonrisa cómplice.
Más allá de esta tradición curiosa, Chaguaní también conquista por su clima templado, su arquitectura colorida y ese sabor a pueblo donde todos se conocen y los visitantes son bienvenidos como si fueran de la casa. Caminar por sus calles es encontrarse con cafetales, con historias de amor que comenzaron en una fiesta y con carcajadas que rebotan en las esquinas.
Quien visita Chaguaní en temporada de fiestas, se va con dos certezas: una, que el pueblo tiene un encanto difícil de explicar. Y dos, que durante tres días, el amor y la libertad se viven sin etiquetas. Porque aquí, entre coplas, aguardiente y baile, todos saben que por muy breve que sea, la soltería chaguaniceña también es parte del folclor.
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