El arma supuestamente manipulada y otras sombras en el asesinato a Miguel Uribe Turbay

Aunque haya capturados, el magnicidio en contra de Miguel Uribe sigue siendo un completo misterio; el autor intelectual aún permanece en las sombras

Por: Iván Bejarano
agosto 12, 2025
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El arma supuestamente manipulada y otras sombras en el asesinato a Miguel Uribe Turbay

Ese día el país amaneció con un estremecimiento terrible. Fue un temblor con epicentro en Paratebueno, de 6,5. Se sintió demasiado fuerte en muchos lugares, y allá, dejó casi el 90% de las construcciones en el suelo. Casas, escuelas, iglesias, vías y demás, destruidas. Afortunadamente ningún fallecido, pero sí algunos heridos. Fue un fuerte temblor en Colombia. Pero otro estremecimiento sufrió el país el día anterior, el sábado, con el intento de homicidio del exsenador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay.

Un revuelo de videos comenzó a inundar las redes. Varios videos −unos censurados, pero otros no− mostraban al candidato en pleno discurso frente el intenso rojo de un letrero de un Oxxo, hablando sobre varias cosas, irónicamente sobre el salvoconducto para legalizar el porte de armas, afirmando que los que las portan ahora son los bandidos, y sobre las enfermedades mentales, y en ese momento es baleado sin escrúpulo alguno por uno de esos bandidos a los que había hecho alusión. Sonaron varias detonaciones y el video se acaba.

Se supo después que fue un pela’o, un chino, un niño que va corriendo, pues en un video se ve escapando, y en otro video, cae y al pararse va cojeando, apuntando y disparando hacia las personas que lo persiguen. Otro par de videos −o no sé si es el mismo que está segmentado−, muestra su captura, con policías encima, sujetándolo e inmovilizándolo y, al parecer, lo que debe ser el esquema de seguridad increpándolo y requisándolo. ¿Qué se puede pensar? Quedan muchos interrogantes.

Lo primero que uno puede pensar −siendo un poco prejuicioso y estigmatizante− es que es un pela’o, y que ese pela’o muy posiblemente no va a tener un criterio político sólido y fuerte para hacer lo que hizo bajo una convicción propia. Es más, seguramente, ni siquiera sabe a quién fue al que le disparó. Tal vez sabrá que es un candidato y nada más.

Aunque hay cosas mucho más extrañas e intrigantes que se pueden analizar en los videos de la captura del pela’o, y pareciera que al aprisionar al presunto sicario no lo dejan hablar bien, pues se alcanza a escuchar que grita “pero déjeme darles los números” (desde su celular), pero no dejan que revele más información.

Otra cosa en la que uno puede reflexionar es por qué el pela’o se dejó agarrar. Por qué no tenía ningún cómplice o compinche que lo ayudara a escapar. Una moto, o algo así. ¿Era intencional que lo fueran a detener? ¿Los asesinos intelectuales lo iban a inmolar, dejar que lo mataran, o era parte del plan dejar que lo cogieran y dijera lo que “debía” decir?

Pero hay un momento que genera mucha más controversia, y es cuando un agente de policía saca un arma desde su sobaco, suelta el proveedor del arma, y luego comienza a cargar bala por bala el proveedor, y vuelve a cargar el arma. Luego se ve que se le cae la pistola, y vuelve y la coloca dentro de su chaleco. ¿Acaso eso no es alterar o manipular una prueba decisiva, el arma homicida? Al ver el video, se puede pensar que no es el arma del policía, pues él tiene la suya propia en su funda. No hace falta ser muy avezado en seguridad, tan sólo basta con ver películas taquilleras hoolywoodenses, o CSI, para entender que eso no se debe hacer, que eso es perturbar la cadena de custodia, o los elementos probatorios en la escena del crimen. Es más, está dejando sus huellas en el arma. No hay duda que un policía experimentado lo debería saber.

Seguramente una cavilación que proviene de repente es a quién le conviene generar este shock, este caos mediático y esta convulsión social y política, porque a la final, es la opinión política lo que se está moviendo y lo que está en juego. A partir de este suceso se genera el boom mediático. Comienza el bombardeo de conjeturas y especulaciones.

Se detiene el país y ya no hay más noticias sino lo que sucedió con Miguel Uribe, un personaje reconocido en la esfera pública. Cabe pensar que los noticieros y las redes no hubieran apuntado su atención y enfocado sus lentes si esto le hubiera pasado a un transeúnte común, a una persona de a pie, o tan sólo le hubieran dedicado unos pocos segundos para publicar la noticia y pasar a la siguiente, pero pues es alguien de jerarquía, de alcurnia, de la élite política, y por ende y desde luego, ahí sí amerita la atención.

Y es inevitable no pensar en los magnicidios anteriores, como un deja vú. La historia se repite. La historia se sabe, se conoce, pero no importa, no basta con eso, estamos condenados a repetirla. Hay un reciclaje de los métodos de los 80s y 90s. Y es imposible no pensar en Jaime Garzón, Guillermo Cano, Rodrigo Lara Bonilla, Pizarro Leongómez, Cepeda Vargas, Luis Carlos Galán, Jaime Pardo Leal, Jaramillo Ossa. Y entonces, sin pensar únicamente en los magnicidios, el recuerdo trae a colación a los más de 5 mil exterminados de la UP (según la JEP), a los miles de líderes sociales, líderes comunales, indígenas, sindicalistas, maestros, estudiantes y periodistas, a las masacres y a los falsos positivos, a las chuzadas, a que Las Cuchas tenían Razón, y al prontuario más vergonzoso de nuestra historia. Es más, si lo analizamos mucho más atrás en la historia, llegamos a Gaitán, generando el Bogotazo (que le dio un viraje total a nuestra nación), a Rafael Uribe Uribe, y si desenrollamos la película de los orígenes, podríamos volver hasta la fundación de la patria, con el mismísimo prócer padre de la república Simón Bolívar, a quien también quisieron asesinar sus opositores de distinto color.

Una cadena en Facebook anuncia que no pasó lo mismo cuando mataron a los cientos de jóvenes en el Estallido Social. Cuando mataron a Lucas Villa, o a Dylan Cruz. El país no salió a clamar el cese del odio, sino que lo condenó, porque eran “vándalos”, “chirris”, o “primera línea”. Y entonces, desde redes y noticieros, vienen de lado y lado los protagonismos mezquinos y cargados de oportunismo. Las opiniones de todos los candidatos manejan el mismo discurso: Es culpa de Petro.

Aparece Daniel Oviedo en la escena, afuera del hospital. Luego aparece, con su avara conveniencia, la candidata presidencial Vicky Dávila, y sin tapujo y sin pelos en la lengua, sin mucha dificultad para aprenderse su libreto, pronuncia que todo es culpa de Petro. No extraña ni escandaliza dicho mensaje, de este personaje haciendo proselitismo de una manera tan descarada y cínica, tan falta de humanidad, de mesura, de prudencia, pues no se atiba un ápice de decoro ni nobleza en ese acto, pues se superpone el beneficio propio deshonroso y falto de gallardía.

Definitivamente este es el país de la ironía, un cínico circo donde realmente no tiene cabida la cordura. Llegan entonces más intervenciones políticas por los noticieros. Entrevistas en exclusiva a personajes de la esfera pública: Cabal, Lafourie, Pastrana, Paloma Valencia, Pacho Santos. Todos diciendo que es culpa de Petro. Que “Colombia se deshace por culpa de un tirano.” Es como una retahíla fácilmente aprendida.

Hasta del secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, echándole la culpa inmediatamente al que está a la cabeza del Ejecutivo de la sufrida Colombia. Y pues raro, porque si mal no recuerdo es siempre Petro el que habla de paz, de la paz total y de que todos debemos ser incluidos y tenidos en cuenta, de Macondo y de las mariposas amarillas.

Aparece en noticias la radiografía del cráneo de Miguel Uribe. Y se ve una sola bala, pues antes se había especulado que eran dos, según los socorristas que le prestaron los primeros auxilios en la ambulancia donde fue trasladado. Se observa la fractura craneal y las esquirlas.

Algunos analistas dicen que es raro, porque si se usara realmente una glock 9 mm (supuestamente comprada en EEUU, y, que al parecer, la usa la Policía Nacional) no habría rastro aún de vida. Entonces se especula sobre un cambio de arma y se habla de armas de fogueo, o de balines.

Y siguen los comentarios de todo tipo, en Facebook, Instagram, X y TikTok. A pesar del temblor que dejó cientos de damnificados, la atención se centra en Miguel Uribe. Las bodegas se encienden y manipulan la información y la opinión. No podemos olvidar las Reglas de la Manipulación Mediática que bien planteó Noam Chomsky.

Algunos expertos y analistas, influencers y ciudadanos del común, opinadores, atinan a invitar a dejar los mensajes de odio, a bajar el tono, para no crispar los ánimos. Y muchos, afirman, hipócritamente, que debemos desarmar nuestros corazones, que hay un dolor de patria y una nostalgia en el país entero, pero al mismo tiempo señalan culpables. Hablan de que fue Petro el que incendió al país, cuando, al parecer, los que lo están incendiando son otros.

Las personas que acompañaron con rezos y velas afuera del hospital, vitorean: “Fuera, Petro! Fuera, Petro!”. La esposa de Miguel Uribe, muy calmada, va exhortando a los rezos. Pero al parecer, los rezos están cargados de ira. Es más, algunos alcanzaron a insultar y acongojar a una periodista de RTVC por el sólo hecho de estar presente ahí, por realizar su trabajo. Entonces no hay paz, sino hay odio, rencilla, ganas de insultar, improperar y golpear. Se denota un dogmatismo recalcitrante y acérrimo.

Y se le sigue echando leña al fuego, porque salen nuevos comentarios por la red, como, por ejemplo, que Miguel Uribe tenía líos con sus precandidatos de partido a los que iba a consulta, o sale Vicky Dávila diciendo que el culpable es Iván Mordisco y que a ella también la habían amenazado. No se entienden muy bien las pruebas. Pero se dice que ofrecieron 8 millones de dólares por, supuestamente, asesinar a Vicky, a Cabal, a De la Espriella y también a Uribe Vélez, reafirmando esta amenaza. Entonces seguramente hasta ahí quedará el proceso de este último, por “presuntos” delitos de soborno y manipulación de testigos, hasta que precluya, pues es un argumento más para dilatar su juicio, como lo ha venido haciendo hasta el momento.

Y así se encharcan las redes con más y más versiones. Además del video Sandra Beatriz Castillo, que se especula que es seguidora de Cabal (después dicen que no, que era otra persona), aparecen más videos de otras supuestas cómplices que miran en repetidas ocasiones al presunto homicida, y le hacen mohínes inexplicables. Hasta se denuncia que hay videos realizados con IA. Todo se vuelve más confuso y más críptico.

Se pospone la consulta a la reforma laboral. Y ahora salen con que ¿se perdió el celular? ¿Por qué va a perderse una evidencia tan sustancial y tan coincidencialmente? ¿Acaso no habían hablado de unos supuestos chats que tenía el pala’o? ¿Nos sorprende? No. En este país, ya nada sorprende.

Queda en el tintero una reforma judicial. Porque ¿8 años para un presunto sicario, sólo porque es menor de edad? Hay que replantear las penas y condenas. He ahí un problema de fondo. Hasta que no se cambie eso, será difícil salir del atolladero.

Lo más descarado es que hasta sale Netanyahu, con un cinismo y desfachatez en un titular de El Tiempo, afirmando que “Esta violencia despreciable socaba la democracia”. No hay nada más que vómito.

Como están las cosas, así se quiera, se promueva y se realicen insinuaciones de todo tipo, invitaciones discursivas a forjar en este momento un mejor país, como ciudadanos más tolerantes, más comprensivos, más pacientes, altruistas, hermanos, sosegados y propendamos por la paz, el respeto y la democracia, parece que causa el efecto contrario. Se recrudeció y se acrecentó el odio. La brecha de la polarización es mucho más abismal ahora. Los polos están mucha más opuestos. Hay una radicalización mucho más extrema.

Parece que cada vez nos alejamos más de construir una nación solidaria, ecuánime, tolerante, y pareciera que jamás lo alcanzaremos, porque algo en nuestra historia, en nuestra mente o en nuestros genes está por allá muy escondida o subliminalmente está inoculada, porque terminamos siendo despiadados, guerreros y violentos. Y no es por incentivar a la violencia o al odio, pero no podemos negar dónde hemos nacido: Colombia. Una nación fallida. O una nación, a pesar de sí misma.

A la final, hay sentimientos encontrados. Por un lado, los que se sensibilizan con el intento de asesinato a una persona natural como lo es Miguel Uribe Turbay, no como candidato, sino como persona humana, pero pareciera que no basta con eso, porque detrás de ello, está el partido político, la escogencia discursiva, el fanatismo y sectarismo político, porque no sólo se está acompañando la humanidad del herido sino que se está defendiendo una idea a capa y espada, una ideología.

Una ideología que está cargada. Porque somos un país apasionado, acalorado, emocional, para nada neutral ni objetivo. Seguimos viendo la política como si fuera un partido de fútbol, donde el contrario es mi enemigo, o como si fuera un fanatismo religioso, donde endiosamos los discursos, los colores y las banderas. Esperemos que no pasen 20 o 30 años para descifrar y descubrir quién fue la mente siniestra que está detrás de todo, la que movió los hilos, la que dio la orden.

Todo el ambiente se siente grotesco, descarnado, tóxico. Bajo y ruin. Todo esto parece un argumento salido de La Venganza de Analía, o de Distrito Salvaje. Realmente duele nuestra historia. ¿Qué traerá para el devenir político? Lo que se le viene a uno a la cabeza es que, quien haya sido el autor intelectual, generará un caos absoluto en la izquierda progresista y le dará el argumento al discurso derechista de seguridad (seguridad democrática) que necesitará esta escandalizada y atemorizada sociedad, para que vengan de nuevo líderes mesiánicos que librarán a Colombia del yugo del terrorismo y el vandalismo criminal.

La de siempre: Nos meten miedo, para vendernos seguridad. Desde luego, quien haya sido, pues tiene un interés político. Es un trampolín político. No cabría duda de eso. Lo que habría que descifrar y la pregunta queda abierta es a quién le conviene esto. Una vileza que quiso jugar el mismo destino que, nefastamente, tuvo la madre de la víctima: Diana Turbay. ¿A quién le conviene realmente quemar al país? ¿Desestabilizarlo? Serán, seguramente, los que lo han venido haciendo por décadas. Seguirá la desigualdad, los pobres seguirán así, y la élite seguirá siendo élite. Y también continuará la falta de memoria, porque seguramente mañana a la gente se le olvidará por otro partido: el de Colombia contra Argentina.

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