En la política, como en cualquier otra profesión, es importante saber cuándo retirarse dignamente, es decir, retirarse sin tener que caer en conductas propias de aquel que entrando en una fase decadente de su carrera política prefiere que su “canto del cisne” se convierta en una oda a la contradicción y la falta de principios ético-políticos.
En el caso de Robledo, —el mismo que con sus luces brilló alguna vez en el congreso por sus debates a favor de los sectores más oprimidos de la población colombiana, que se convirtió en uno de los creadores del MOIR, (un partido político de izquierda que defiende los intereses obreros y campesinos), y que adelantó una lucha pedagógica (aún recordada) contra el tratado de libre comercio con los Estados Unidos TLC, entre otras hazañas—, ahora lo vemos convertido en una especie de antihéroe que se va desdibujando en el tiempo, todo por no establecer parámetros claros entre su proyecto personal y su proyecto político.
Por eso es que en política el ego tiende a jugar malas pasadas, pues termina por enfrentar a cada político con sus propios demonios, haciendo con ello que ese ideal aristotélico del bien común, se vea desvanecido ante su yo.
Robledo es un ejemplo del animal político que, al ver truncado su proyecto personal dentro de un proyecto político más amplio, se va en contra de este y de sus líderes (ahora para él rivales). Lo peor de este ejemplar político es que su “fuego amigo” tiende a ser mucho más vehemente y radical en sus discursos que, cuando lo fue contra sus propios contradictores, es decir, aquellos oligarcas de los gremios económicos y políticos que han frustrado la posibilidad de un cambio en las estructuras sociales para llegar a una anhelada igualdad social.
De hecho, aunque suene irónico, en el trascurso del gobierno progresista de Petro, este viejo político se ha opuesto a la mayor parte de las reformas que, por lo general, están enfocadas en ayudar a mejorar la vida de los más vulnerables y a atacar los intereses de los grandes capitales. Por eso, para algunos de los militantes de la izquierda colombiana, aún sorprende el giro político que ha tomado Robledo desde la llegada de Gustavo Petro a la presidencia. Señalan que este veterano de la “izquierda” puso su resentimiento y su ego político por sobre los intereses colectivos de la sociedad que tanto defendía.
No es para menos, porque es poco plausible que aspectos como la reforma laboral, la reforma a la salud, la reforma pensional, o el mismo intento de reforma agraria hecho por el gobierno para reivindicar en algo la gigante deuda del Estado con los campesinos —por lo demás tan respaldados por Robledo—, puedan parecer nocivos a la vista de cualquier progresista y demócrata sensato en un país como Colombia.
Sin embargo, parece que para el exsenador Robledo no es así. Pues él ha dejado entrever que la administración del gobierno actual posee un carácter más perjudicial que la de los anteriores gobiernos de derecha, utilizando para ello cifras amañadas que lo alejan también del prestigio que alguna vez tuvo como estadista. En realidad, su animadversión por el presidente Petro lo ha llevado a revalidar de manera incoherente las nefastas políticas de los gobiernos anteriores en materia social, laboral, agraria o de salud.
Ahora bien, su incoherencia política no termina allí, sus últimos movimientos por no dejarse sacar del escenario electoral lo han llevado a aliarse con antiguos rivales ideológicos: en las elecciones del 2022 con santistas como Alejandro Gaviria, Juan Fernando Cristo y Humberto de la Calle; y en las elecciones del 2026 con grupos como el MIRA, lo cual evidentemente representa un retroceso en muchos aspectos no solo de orden político, sino también en relación con la defensa de los derechos de las minorías sexuales, étnicas, feministas, etc.,
En fin, el “canto del cisne” del exsenador Robledo dentro de la política parece cada vez más quebrantado, lo cual resulta algo desolador para los que alguna vez confiamos en que su voz representaba una alternativa seria y elocuente frente a las voces que buscan legitimar el statu quo.
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