Sería redundante comentar lo que significa como tragedia para su familia y para el país, y lo determinante que representa para el discurrir político y las elecciones que se avecinan la muerte de Miguel Uribe Turbay.
Pero vale la pena tomar algo de distancia y tratar de ver algo más allá de lo que las noticias y los comunicadores nos trasmiten.
Cada comunicador, periodista o político trata de ganar en mostrar algo más impactante que los otros presentadores. Se crea así una competencia y una cadena de ‘explotación’ de ese lamentable suceso. Se ve en la forma en que el fallecimiento propiamente dicho tuvo mucho más impacto mediático y entre la ciudadanía que el atentado mismo, cuando lo grave, y lo que trae consecuencia en todas sus dimensiones para el país, se produjo en aquel momento. La muerte en sí no fue sino la secuela inevitable, ya que desde el primer momento fue claro que probablemente no tendría condiciones para seguir una vida normal, menos continuar su actividad política, y ni se diga posibilidad de participar en las inmediatas elecciones. En realidad, como bien se dijo, su muerte fue la frustración de la esperanza de un milagro, pero no adicionaba nada a lo que representó el atentado mismo.
Como lo confirman los varios magnicidios que hemos tenido, es difícil encontrar tanto los posibles responsables de una conspiración, como los desarrollos que pueden esperar quienes lo realizan. Aprovechando esto, y siguiendo el enfoque de competencia en el mundo mediático, es que por parte de quien tienen intereses políticos evidentes, se aprovecha la oportunidad para exponer tesis que coincidan con sus posiciones: que la causa es la polarización generada por la actitud del presidente; que la culpa es del proceso de Paz con las Farc -o de su fracaso, o de no haberse implementado-; que fue decidido en ‘la junta de la mafia en Dubai’, etc., las intervenciones y declaraciones se han concentrado en posiciones oportunistas.
Parece altamente probable que se trate de un acto de las bandas criminales para desestabilizar el orden institucional, es decir un atentado terrorista y no político.
Sin embargo, ya hay suficiente claridad respecto a que los grupos armados ya no tienen por objetivo tumbar al gobierno y apoderarse del control del Estado. Esto aplica aún al único que aún aduce propósitos de poder y motivaciones ideológicas como es el ELN, el cual de todas maneras ha comunicado no tener que ver con el atentado. No podría explicarse el crimen como un ataque contra el gobierno, o nadie lo ha entendido en ese sentido. Parece en cambio altamente probable que se trate de un acto de las bandas criminales con el objetivo de desestabilizar el orden institucional, es decir un atentado terrorista y no político.
Lo prematuro que son las hipótesis se valida en la comparación con el caso de Luis Carlos Galán, aunque las expectativas de Miguel Uribe no eran como las del precandidato del Nuevo Liberalismo que se asumía ganaría la candidatura de la unión con el Partido Liberal y como inminente su llegada a la Presidencia. Pero, aun con un camino aún largo a recorrer, si se veía Uribe Turbay como el precandidato con más factores favorables, ya ungido por Álvaro Uribe al haberlo impuesto como cabeza de sus listas, liderando en las encuestas, siendo el más aceptable para otros sectores no vinculados al Centro Democrático, y hasta así se veía por las reticencias que se sentían entre los y las más furibistas.
En ese caso se comenzó acusando erradamente a un señor Hazbum sin conexión política alguna, apelando después a la tesis de que había sido para favorecer a sus competidores, o sea, los precandidatos con quien competía, con la familia acusando inicialmente a Hernando Durán Dussán y después de su muerte a Alberto Santofimio, para terminar en convertir a este en determinador por sus relaciones con Pablo Escobar
O en el caso de Álvaro Gómez aún flotan las versiones según las cuales para unos fue un crimen de Estado y para otros fueron los mismos conspiradores contra el gobierno los que acabaron con su vida por el peligro que denunciara el propósito que tenían.
Si no queremos caer en esos laberintos, lo lógico es dejar que las investigaciones se desarrollen sin pretender influir en sus resultados.
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