Cómo se logró el nuevo lugar para conciertos en Bogotá que hoy se llama Vive Claro

Luz Ángela Castro, CEO de Ocesa Colombia, tuvo la idea de hacer en Bogotá un centro de eventos distinto, la empresa la respaldó y Slim no dudo en patrocinar

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agosto 23, 2025
Cómo se logró el nuevo lugar para conciertos en Bogotá que hoy se llama Vive Claro

En febrero de 2024, Luz Ángela Castro llegó por primera vez al terreno donde hoy se levanta el Vive Claro. A simple vista, aquello no parecía un templo para la música: era un espacio baldío, atravesado por tierra húmeda, maleza y silencios que parecían más propios de un lote olvidado que de un lugar destinado a recibir a decenas de miles de personas. Ella, que dirige Ocesa Colombia, solía pensar y a veces decirlo que la aventura era como meterse a la selva con un machete: había que abrir camino, limpiar la tierra, domesticar el caos.

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El proyecto había comenzado un año antes, en 2023, con reuniones discretas, estudios de viabilidad y cálculos que parecían interminables. No se trataba solo de imaginar un escenario: era diseñar una ciudad efímera donde la música se convirtiera en el idioma común de miles de personas. Un lugar que debía dialogar con la naturaleza, con la técnica, con los planes de los arquitectos y, al mismo tiempo, con los sueños de los fans que ya se imaginaban saltando frente a su banda favorita.

Una montaña llena de obstáculos

“Esto fue como subir una montaña”, dice Luz Ángela, y lo dice con la calma de quien ya ve la cima a la distancia. Hubo momentos en que parecía imposible alinear tantas piezas: biólogos que pedían más árboles, ingenieros que exigían espacio para las entradas y salidas, operadores que veían problemas donde otros solo veían soluciones. Era un tablero complejo en el que cada ficha tiraba para un lado distinto. Y ella tenia que dar la última orden, el sí o el no.

El desafío, recuerda ella, fue lograr un equilibrio: no se trataba de construir un edificio cualquiera, sino de crear un espacio que respondiera a los estándares más exigentes para conciertos internacionales sin perder la conexión con el entorno. Era, en sus palabras, “armonizar lo ambiental con lo cultural”.

A esa tensión se sumaba la urgencia de cumplir tiempos que parecían irreales: licencias, contratos, cambios de administración, estudios jurídicos y técnicos. Cada paso era un nuevo reto. Y aun así, el equipo seguía convencido de que lo lograría. Porque, como dice Luz Ángela, en proyectos de esta magnitud lo más difícil no es mover toneladas de concreto ni instalar estructuras de acero, sino mantener viva la llama de la fe: la certeza íntima de que, por más tropiezos, el sueño se va a concretar.

El aliado perfecto

La llegada de Claro como patrocinador no fue un accidente, sino el resultado de un cortejo mutuo. La empresa ya había mostrado interés en el entretenimiento como parte de su identidad y, cuando conoció el proyecto, decidió sumarse. Al principio el concepto se llamaba “Distrito Verde”: un espacio pensado con un fuerte componente ambiental. Claro hizo estudios de mercado, habló con la gente, analizó tendencias, y la respuesta fue contundente: Bogotá necesitaba un lugar así.

Lo que más valoraba la gente no era solo tener otro escenario, sino que este incluyera árboles, zonas verdes, espacios para respirar antes de entrar a saltar frente a la tarima. Ese detalle, aparentemente menor, fue decisivo. Así nació la marca Vive Claro, un nombre que resumía la apuesta de combinar espectáculo, sostenibilidad y comunidad.

El regalo de Green Day

La inauguración del Vive Claro estaba destinada a ser inolvidable. Y así lo será: Green Day, una de las bandas de rock más influyentes de las últimas décadas, subirá al escenario este domingo 24 de para estrenar el lugar. Para la llegada de la banda de rock estadounidense “Se alinearon los astros”, dice Luz Ángela. Coincidieron fechas, itinerarios y negociaciones. Todo encajó como en un rompecabezas improbable. Para los fanáticos, fue un regalo; para Ocesa, una confirmación de que el esfuerzo había valido la pena.

Cuando uno entra al Vive Claro, la sensación es la de caminar por un lugar que parece tener vida propia. Hay árboles recién sembrados que con los años se convertirán en sombra para los asistentes. Hay senderos que invitan a pasear antes de los conciertos. Y, al final, emerge el gran templo de la música: la tarima que concentra las miradas, la energía, los gritos.

Luz Ángela lo explica con una metáfora sencilla: “Un día soñé con una casa donde la música tuviera un lugar especial. Imaginaba árboles, flores, pájaros, y al final de ese recorrido, un escenario donde todos pudiéramos cantar y bailar”.

Hoy ese sueño ya no vive solo en su cabeza. Está en el corazón de Bogotá, en un complejo que combina ingeniería, sostenibilidad y pasión por el espectáculo.

Para Ocesa, el Vive Claro no es un punto final sino un punto de partida. Cada show será un nuevo reto, cada evento abrirá nuevas preguntas: cómo mejorar la experiencia, cómo mantener vivo el espíritu verde, cómo seguir trayendo artistas de talla mundial.

Lo cierto es que Bogotá, después de décadas de esperar escenarios a la altura de su público, ya tiene un lugar donde la música se siente como debe sentirse: inmensa, vibrante y cercana. El Vive Claro no es solo un recinto de conciertos. Es, como diría su creadora, un sueño convertido en ciudad: un espacio donde la música encontró su casa y donde, cada vez que las luces se enciendan, alguien podrá decir que ese sueño ya es de todos.

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