Boyacá tiene un encanto difícil de igualar. Sus montañas parecen postales vivas, sus lagunas se confunden con espejos y su comida es tan reconfortante como el abrazo de un hogar. Cada municipio guarda un secreto propio, una manera única de atrapar a quienes se animan a recorrerlo. Pero no todos gozan de la misma fama: mientras algunos pueblos reciben turistas a diario, otros permanecen escondidos, esperando a ser descubiertos. Ese es el caso de Iza, un pequeño municipio que quiere abrirse paso en el radar de los viajeros, sobre todo por su irresistible gastronomía y, en especial, por sus arepas de maíz pelado.
Así puede llegar a este desconocido pueblo de Boyacá con la mejores arepas de maíz pelado
Llegar hasta este rincón no es inmediato, pero sí placentero. Desde Bogotá lo separan unos 225 kilómetros, unas cuatro horas de carretera que se hacen cortas entre el verde de los paisajes y los pueblos que se atraviesan en el camino: Cajicá, Suesca, Tunja y Duitama, hasta desembocar en Sogamoso. Desde allí, un desvío hacia Pesca conduce finalmente a Iza, donde el tiempo parece ir más despacio y la vida urbana se queda atrás.
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El verdadero hechizo, sin embargo, comienza en las cocinas. En Iza, la tradición se conserva intacta y la arepa de maíz pelado es la protagonista. Se prepara de manera artesanal y se asa sobre laja, como se hacía hace generaciones. No es solo una comida: es un ritual que conecta a los visitantes con la raíz campesina boyacense. Al probarla, crujiente por fuera y suave por dentro, se entiende por qué muchos aseguran que en este pueblo están las mejores arepas del departamento.

Pero Iza no se limita a ese manjar. También se puede disfrutar de un buen mute, de sopas calientes de maíz con carne y de una gastronomía tan auténtica que se vuelve inolvidable. Todo acompañado de calles tranquilas, perfectas para recorrer despacio, y de la imponente presencia del Templo del Divino Salvador, construido en 1678, testigo de más de tres siglos de historia.
Iza es, en definitiva, un destino perfecto para quienes buscan algo más que un viaje. Es un lugar donde la comida se convierte en memoria, donde la tradición todavía se respira y donde cada visitante descubre que Boyacá, además de paisajes mágicos, guarda tesoros que solo se revelan a quienes se atreven a salirse de la ruta habitual.
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