La casa número 34 del conjunto Álamos del Escobrero es una mega mansión que tiene más secretos que ventanas. En el pasado fue el refugio de un peligroso capo a convertirse, 20 años después, en la vivienda temporal de Yeferson Cossio, un influencer con millones de seguidores y miles de millones en la cuenta. Entre los muros de esta casa, el lujo extravagante era el maquillaje para disimular las huellas que dejaron los viejos dueños: mafiosos que tenían esta y otras mansiones como sus trincheras.
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El país se enteró de la existencia de la propiedad cuando la Sociedad de Activos Especiales (SAE) emitió un comunicado aclarando que Cossio, estrella de redes sociales con más de 10 millones de seguidores en Instagram y otros cuantos millones en otras redes sociales, no era propietario ni investigado por la justicia, por haber vivido allí. Él era solo un inquilino de paso que pagaba un arriendo mensual de 22 millones 700 mil pesos. El influencer la habitó entre junio de 2024 y mayo de 2025. Nada lo vinculó con el oscuro historial de la vivienda, excepto su firma en el contrato y su mudanza puntual.
Como suele ocurrir con las casas que pertenecieron a mafiosos, la verdadera historia estaba invisibilizada, hasta que la Unidad Investigativa de El Tiempo la averiguó.
Según el expediente judicial, aquella mansión estuvo ligada a Edwar García Arboleda, conocido en el bajo mundo como alias Orión, un hombre que ascendió en el grupo criminal hasta ocupar un puesto de mando en la Oficina de Envigado, la organización que nació siendo el brazo sicarial de pablo Escobar y el cartel de Medellín.
Orión fue capitán de la Policía y después de muchos negocios y relaciones oscuras terminó convertido en capo, mencionado en la Lista Clinton y asociado con la oscura operación militar que llevó su nombre en la Comuna 13 de Medellín. Su final fue tan brutal como su vida: apareció en diciembre de 2016 dentro de un carro sin placas, con señales de estrangulamiento y tortura. Tras su muerte, la mansión terminó a la deriva, como un barco sin capitán, atrapada entre herederos incómodos y peleas ambiciosas.
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Documentos de la Fiscalía revelan que Claudia Patricia Cardona, exesposa de Orión, intentó recuperar la propiedad. Para lograrlo, buscó la ayuda de Sebastián Murillo Echeverry, alias Lindolfo, otro de los nombres pesados de la Oficina de Envigado. Ella le pagó con dinero en efectivo, le entregó un apartamento en Envigado y hasta una Toyota Prado, todo para que este hombre de métodos violentos le devolviera la casa.
Lindolfo, que en apariencia jugaba a ser empresario de modelos y cantantes, era en realidad un cobrador de deudas con pistola en mano. Sus sicarios presionaban a quienes se demoraban en pagar, los obligaban a ceder escrituras y vendían propiedades para engordar sus arcas. Así, las casas y fincas confiscadas se convirtieron en el botín silencioso de un negocio que mezclaba glamour de pasarela con ejecuciones en carretera. Con esos métodos, se apoderó de decenas de bienes en el Bajo Cauca y Medellín, incluyendo la mansión de Envigado que, años más tarde, arrendaría el influencer de cabello largo y tatuajes visibles.
Hoy, Lindolfo paga una condena de 18 años y seis meses en la cárcel de Itagüí. Allí, desde una celda, pasó a formar parte de la mesa de paz y fue uno de los invitados al criticado “tarimazo” del presidente Gustavo Petro en Medellín, el pasado mes de junio de 2025, en la Alpujarra.
La mansión terminó bajo control de la Fiscalía y después de la SAE, que fue la entidad que lo puso en alquiler. Fue así como terminó en manos de Yeferson Cossio, quien no cargaba la sombra del pasado de la mansión, pero tampoco podía escapar de ella.
El conjunto Álamos del Escobrero, con sus jardines alineados y su portería siempre vigilante, guarda silencio sobre lo que ocurrió detrás de cada fachada. Para los vecinos, la casa 34 fue solo una más entre tantas. Pero su historia revela la persistencia de una tensión inevitable: mientras el Estado trata de administrar los bienes que arrebató a los capos, la memoria de esos capos sigue rondando como un rumor que nunca muere.
Yeferson Cossio se mudó cuando terminó su contrato, entregó las llaves y siguió su vida entre seguidores y en otras casas. La mansión quedó otra vez disponible, como un escenario a la espera del próximo inquilino. El precio subió. Ahora el arriendo mensual vale 24.800.000. Lo que pocos saben es que, más allá de los contratos, las escrituras y los muebles modernos, allí habitan presencias invisibles: la del capitán convertido en capo, la de su exesposa desesperada por recuperar el poder perdido, la del empresario falso que traficaba con vidas y escrituras y hasta la de un influencer que también la disfrutó.
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