Mucho se llama por parte de la oposición a buscar la unidad, principalmente alrededor de un candidato único a la Presidencia.
Pero a lo que se ha llegado es a que ha desaparecido la oposición en el sentido de una alternativa de gobierno.
Se ha focalizado tanto en el rechazo al Presidente Petro que se ha olvidado que la función de la oposición -al menos teóricamente- es proponerse como alternativa de gobierno.
Una ilustración es el caso de Efraín Cepeda. Sus palabras al momento de su posesión como Presidente del Senado fueron que contaba con suficientes votos para impedir el avance de las reformas que presentara el gobierno.
Es decir una declaración según la cual el objetivo dejaba ser el de estudiar y sacar leyes para enmarcarlas en un orden jurídico en favor del bienestar de los colombianos, y que su objetivo sería impedir que saliera adelante cualquier proyecto que se presentara desde el gobierno o desde las bancadas afines.
Tan así lo ve que cree que tal programa es suficiente para lanzarse a la presidencia de la republica. No habla de ninguna propuesta, ni de algo que en su trayectoria apareciera como razón para aspirar a dirigir el país, ni siquieiera una mención a su condición de politiquero.
Pero es solo un caso ilustrativo, no un caso excepcional. Aún los dirigentes con cierto peso en su historial han reducido su mensaje a prometer que serán diferentes a Petro. No de otra forma se explica lo insólito de que proliferen la cantidad de ciudadanos (parece que ya van más de 75) que sin méritos diferentes a ese rechazo al actual mandatario se presenten como candidatos a sucederlo.
Porque todos los llamados a la unión desde la oposición no son alrededor de algún programa, propuesta u orientación sino a asociarse para acabar con el proceso en curso a cualquier costo.
Pero el costo ha sido la desaparición de la necesidad de someter algo de contenido a la propuesta que se le hace a la ciudadanía. Tanto la unión que se busca como la oferta individual giran solo alrededor de salir de Petro sin intentar convencer porqué o para qué.
Al punto que ha perdido relevancia la elección para congresistas, pues ha pasado a un segundo plano la función de definir en leyes y reducimos a alrededor de un personaje el futuro del país.
Otro ejemplo -por demas infortunado- ha sido la escogencia del Magistrado Camargo para la Corte Constitucional, donde todo se concretó en que la idoneidad para un cargo que incidirá en los futuros nueve años fue relegado a una puja a favor o en contra de quien Petro haya deseado.
El resultado es que quien estuviera interesado en tener opciones de propuestas de gobierno diferentes entre las cuales escoger, no encuentra ningún candidato que desarrolle un proyecto o pida in mandato diferente a ‘salir de Petro’.
Al punto que se sabe que basta con que no solo un proyecto sino una simple palabra si viene del Presidente se convierte en motivo de ataques.
Tal el caso del desliz al hablar de los diez millones de toneladas de lechona en el Japón: lo que sin duda ofrecia una posibilidad para meterle algo de humor y ‘mamar gallo’ o usar los ‘memes’, se convirtió en un cuestionamiento, como si en vez de ser un error se tratara de una limitación ética o mental o una intención deliberada de confundir a quien sabe quien.
Se ha llegado a una polarización según la cual se asume que si no se es antipetrista es porque se es ‘petrista’, identificado como seguidor de Petro, indiferente a sus posibles defectos, y comprometido con los eventuales errores de su gobierno. Están convirtiendo en realidad que las únicas opciones son ‘seguir a Petro’ o ‘salir de Petro’.
Mucho se llama por parte de la oposición a buscar la unidad, principalmente alrededor de un candidato único a la Presidencia.
Pero a lo que se ha llegado es a que ha desaparecido la oposición en el sentido de una alternativa de gobierno.
Se ha focalizado tanto en el rechazo al presidente Petro que se ha olvidado que la función de la oposición -al menos teóricamente- es proponerse como alternativa de gobierno.
Una ilustración es el caso de Efraín Cepeda. Sus palabras al momento de su posesión como presidente del Senado fueron que contaba con suficientes votos para impedir el avance de las reformas que presentara el gobierno.
Es decir, una declaración según la cual el objetivo dejaba ser el de estudiar y sacar leyes para enmarcarlas en un orden jurídico en favor del bienestar de los colombianos, y que su objetivo sería impedir que saliera adelante cualquier proyecto que se presentara desde el gobierno o desde las bancadas afines.
Tan así lo ve que cree que tal programa es suficiente para lanzarse a la presidencia de la epública. No habla de ninguna propuesta, ni de algo que en su trayectoria apareciera como razón para aspirar a dirigir el país, ni siquieiera una mención a su condición de politiquero.
Pero es solo un caso ilustrativo, no un caso excepcional. Aún los dirigentes con cierto peso en su historial han reducido su mensaje a prometer que serán diferentes a Petro. No de otra forma se explica lo insólito de que proliferen la cantidad de ciudadanos (parece que ya van más de 75) que sin méritos diferentes a ese rechazo al actual mandatario se presenten como candidatos a sucederlo.
Porque todos los llamados a la unión desde la oposición no son alrededor de algún programa, propuesta u orientación sino a asociarse para acabar con el proceso en curso a cualquier costo.
Pero el costo ha sido la desaparición de la necesidad de someter algo de contenido a la propuesta que se le hace a la ciudadanía. Tanto la unión que se busca como la oferta individual giran solo alrededor de salir de Petro sin intentar convencer porqué o para qué.
Al punto que ha perdido relevancia la elección para congresistas, pues ha pasado a un segundo plano la función de definir en leyes y reducimos a alrededor de un personaje el futuro del país.
Ejemplo, por demás infortunado, ha sido la escogencia del magistrado Camargo para la Corte Constitucional
Otro ejemplo -por demás infortunado- ha sido la escogencia del magistrado Camargo para la Corte Constitucional, donde todo se concretó en que la idoneidad para un cargo que incidirá en los futuros nueve años fue relegado a una puja a favor o en contra de quien Petro haya deseado.
El resultado es que quien estuviera interesado en tener opciones de propuestas de gobierno diferentes entre las cuales escoger, no encuentra ningún candidato que desarrolle un proyecto o pida in mandato diferente a ‘salir de Petro’.
Al punto que se sabe que basta con que no solo un proyecto sino una simple palabra si viene del presidente se convierte en motivo de ataques.
Tal el caso del desliz al hablar de los diez millones de toneladas de lechona en el Japón: lo que sin duda ofrecía una posibilidad para meterle algo de humor y ‘mamar gallo’ o usar los ‘memes’, se convirtió en un cuestionamiento, como si en vez de ser un error se tratara de una limitación ética o mental o una intención deliberada de confundir a quien sabe quien.
Se ha llegado a una polarización según la cual se asume que si no se es antipetrista es porque se es ‘petrista’, identificado como seguidor de Petro, indiferente a sus posibles defectos, y comprometido con los eventuales errores de su gobierno. Están convirtiendo en realidad que las únicas opciones son ‘seguir a Petro’ o ‘salir de Petro’.
Del mismo autor: Democracia sin democratización
Anuncios.
Anuncios.