El día que Alejandro Eder se salvó del ataque a las Torres Gemelas y le dio un giro a su vida

El alcalde de Cali fue testigo del catastrófico atentado y en medio del horror lo único que quiso fue volver a su país tras 18 años de exilio. Aquí su historia

Por:
septiembre 10, 2025
El día que Alejandro Eder se salvó del ataque a las Torres Gemelas y le dio un giro a su vida

El 11 de septiembre del 2001, Alejandro Eder era un joven empleado banca de la banca de Wall Street cuando tuvo ante sus ojos el desplome de las Torres Gemelas. Se sumó al coro de llantos y voces desgarradas de miles de personas que veían sobrecogidas lo que ocurría.

Era una mañana soleada de comienzos de otoño y él se dirigía con un retraso no habitual en él hacia las oficinas del Deutsche Bank en el 130 de Liberty Street, en el sur de Manhattan, donde justo a la hora en que se produjo el atentado terrorista debería estar presentando un memorando para estructurar la asesoría que le daría a un importante cliente español.

Lea también: En medio de atentados y amenazas Alejandro Eder ha construido su camino político

El despacho que tenía asignado como analista financiero del grupo de banca de inversión se encontraba en el penúltimo piso, el 34, del edificio del Bankerst Trust Building, el vecino más cercano de la Torre Sur del World Trade Center, aunque su tamaño apenas alcanzaba a la mitad de ésta. No era difícil imaginar que el primer avión que impactó la icónica construcción a la altura del piso 77 había volado por encima de sus oficinas y que, cuando el colapso fuera total, gran parte de la mole de cien pisos caería sobre ellas.

Más tarde tendría tiempo para pensar que los cinco minutos de retraso le habían salvado la vida. En ese momento solo tenía cabeza para imaginar la suerte que habían corrido sus compañeros y en la angustia que debía estar viviendo su familia en Colombia.

Había salido temprano del sitio donde vivía en la calle 60 para tomar el metro que lo llevaría hasta la Estación Torres Gemelas. Sin embargo, el tren se detuvo súbitamente en la calle 14 y los pasajeros oyeron el anuncio de que, de ahí en adelante, no se detendrían hasta llegar a la última estación.

Eran las 8:45 de la mañana y tan solo le quedaban quince minutos para llegar a la reunión de trabajo. Se bajó con la esperanza de que podría tomar otra línea y convencido de que se trataba de un problema de congestión en el tráfico citadino. Camino a Union Square para tomar otro tren pasó un taxi y lo abordó de prisa. Cuando le pidió al conductor que me llevara al downtownéste lo miró con sorpresa y le preguntó si estaba loco.

Le puede interesar: ¿A quién le encargó el alcalde Eder cuidar los $ 3,5 billones para invertir en 32 proyectos para Cali?

Entendió lo que pasaba al correr hasta la Quinta Avenida. El ambiente de desastre crecía en las calles, en medio de un ulular de sirenas de carros de la policía. Una transeúnte lo sacó de dudas al explicarle que dos aviones se habían estrellado contra las torres con breves intervalos de tiempo.

 - El día que Alejandro Eder se salvó del ataque a las Torres Gemelas y le dio un giro a su vida
El 11 de septiembre de 2001 el mundo vio el atentado contra las Torres Gemelas ordenado por el grupo terrorista Al Qaeda, liderado en ese entonces por Osama Bin Laden.

Quiso saber qué tipo de aviones eran, si se trataba acaso de avionetas que participaban en algún ejercicio acrobático fallido. “¡No, aviones de American Airlines!”, le respondió la mujer. Eder llegó a pensar que la dama estaba desquiciada y siguió ansioso hacia la oficina.

 Sin embargo, al ver que de las torres salía humo negro y espeso se sintió impulsado a entrar a una farmacia para comprar una cámara fotográfica desechable. Ver las dos Torres Gemelas quemándose al mismo tiempo no era cosa de todos los días. A juzgar por lo que vio, no era la primera persona a la que se le había ocurrido esa idea. Los dependientes habían puesto sobre los mostradores cajas llenas las cámaras que vendían como pan caliente y que ya se estaban agotando.

Vio personas que salían presurosas de los edificios residenciales. “Hay ataques contra Nueva York y también contra el Congreso en Washington”, dijo un hombre que estaba cerca de él. Decidió llamar a su madre, que a esas alturas ya debería estar desesperada, pero la red celular estaba caída.

Junto al arco del triunfo que hay en el Washington Square Park encontró un teléfono monedero. Hizo una larga fila, pero cuando le tocó el turno ya no funcionaba.

Pensaba con mayor ansiedad en sus compañeros que debían estar atrapados allí.

Por fin entró la llamada.

  • ¡Mijito! ¿Estás bien? ¿Dónde estás? ¿Ese no es tu edificio?”- le preguntaba su madre emocionada y sollozante.
  • Mamá, tranquila, estoy bien… ¡oh, se está cayendo la torre!

Y justo en ese momento, cuando era testigo de una hecatombe, cuando comenzaba a desplomarse la torre que era vecina de su oficina, se cortó la llamada. Estaba a cuatro kilómetros del lugar de la tragedia, pero alcanzaba a oír una explosión seguida de un sonido profundo y retumbante. El crujido de las ventanas se oía entre el estruendo que duró los diez segundos eternos en los que construcción quedó reducida a escombros.

Se levantaba una polvareda bíblica. Recuerda haber presenciado la orfandad de la Torre Norte en el horizonte neoyorquino, antes de que su estructura sucumbiera alcanzada por los efectos del fuego.

Desfilaron por su mente los muertos, los bomberos, los jóvenes veinteañeros como él, sus compañeros de trabajo. Sintió odio y dolor. Se acordó de su mamá y de la imperiosa necesidad de llamarla de nuevo.

Recordó que, a unas pocas cuadras, hacia el sur, hacia las torres, vivía su primo Daniel y corrió a buscarlo. En su apartamento encontró a Mateo, un paisa amigo de ambos. “¡Parce, estás vivo!”, celebró. Le prestó el teléfono y Eder logró comunicarse de nuevo con su mamá para tranquilizarla.

  • ¡El Divino Niño Jesús de Praga me hizo el milagro! ¡Estás vivo!”.
  • Sí mamá, tranquila… -

En ese momento veían por la televisión, una y otra vez, las imágenes de la caída de la torre. Cuando colgó con su mamá le dijo a Mateo que saliéran a la calle, a ver la otra torre. Esta vez fue él quien cuestionó su cordura.

  • ¡Cómo se te ocurre! Acordáte que yo crecí en Medellín y sé lo que es sufrir el terrorismo: eso es una bomba tras otra.
  • Lo que estamos viviendo es histórico y no podemos estar ausentes-, le dijo Eder hasta convencerlo.

Salieron y se acercaron más aún a las torres, a la altura del Tribeca Grand Hotel.

Cuando colapsó también la Torre Norte se encontraron cerca de una gigantesca cortina de humo.  Todos los que estaban allí lloraron y gritaron un ¡Nooo! infinito.

Repuestos hasta donde era posible, fueron hasta una tienda donde había un cajero automático. Retiró el dinero que tenía en el banco hasta donde la tarjeta se lo permitiera, pues pensó en que era posible que las redes del sistema financiero también colapsaran.

Deambuló todo el día por Nueva York. La confusión reinaba. Desde todos los puntos de la ciudad se veían se veían las densas columnas de humo que crecían en medio del desprendimiento del hierro y el cemento que quedaban de las Torres Gemelas. Todos miraban hacia el cielo de la ciudad que, con aquella imagen, describía la dimensión de la tragedia. Por la noche, cuando volvió a su casa, el contestador estaba lleno de las voces angustiadas de personas amigas que muy pronto debía volver a ver. Muchos, entre lágrimas, creían que yo había muerto.

Alejandro Eder
Alejandro Eder en las calles de Nueva York, durante el exilio por la violencia que vivía el país.

Comenzó a madurar una decisión: después de 18 años de exilio, debía regresar a Colombia. Tanto tiempo escondido del terrorismo y casi le cae una Torre gemela encima. “Si iba a morir a manos de terroristas, pues que fueran terroristas colombianos”, pensó en medio de su desconsuelo.

En medio del desvelo esperó hasta el próximo día para buscar a sus amigos, a los que imaginaba muertos.

A tono con la cultura de Wall Street, la firma para la que trabajaba privilegiaba el éxito de los negocios casi que por sobre cualquier otra consideración. Lo comprobó al día siguiente de la tragedia de las Torres Gemelas, cuando el director de su sección en el banco los citó a una conferencia telefónica que debíamos atender los 40 integrantes de nuestro equipo. No hubo una comprobación previa de cuántos de ellos habían muerto o seguían con vida.

Lea también: Los 19 colombianos que perdieron la vida durante los atentados contra la Torres Gemelas

Durante aquella reunión a distancia el director les pedía que no desfalleciéramos porque después de aquel golpe al corazón de Wall Street varios proyectos importantes habían quedado acéfalos y que los clientes debían estar buscando nuevas opciones. Se dio cuenta de que esa no era la vida que él quería.

El 13 de septiembre ya estaba decidido: renunciaría a mi cargo en el Deutsche Bank. Antes de anunciarlo formalmente, habló con Jorge Arce, un mexicano muy afable, que en ese momento era su jefe inmediato.

-Eder, necesito el memo para los españoles-, le dijo Arce antes de que él le comentara algo.

- Jorge, ¿estás loco? ¿Cómo me preguntas por el memorando en este momento? Acaban de morir miles de personas y mi computador estaba en edificio nuestro al que le cayó encima la torre”- le respondió.

Anuncios.

Anuncios.

0
Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus