Los 3 golpes por los que Andrés Jaramillo perdió el control de su restaurante Andrés Carne de Res

El asesinato de Galán, la crisis bancaria del 99 y la pandemia llevaron al fundador a buscar socios para coger vuelo. Hoy los dueños de Kokoriko son los que mandan

Por:
septiembre 11, 2025
Los 3 golpes por los que Andrés Jaramillo perdió el control de su restaurante Andrés Carne de Res

En la noche del 9 de septiembre de 2025, la historia volvió a repetirse como un mal presagio. Una resolución del Ministerio del Trabajo obligó a cerrar —otra vez— las puertas de Andrés Carne de Res, esta vez la sede de la calle 82. La visita de los funcionarios descubrió riesgos eléctricos, deficiencias en la ventilación, químicos mal manejados y cocinas estrechas donde el calor se convertía en un enemigo silencioso. Era como si el corazón del emblemático restaurante latiera en un cuerpo cansado.

Un año antes, en agosto de 2024, su sede principal, la de Chía, había sido clausurada tras el accidente de la bailarina Laura Daniela Villamil, que terminó con quemaduras en el 80% de su cuerpo. Entonces se habló de un hecho aislado, de un infortunio que sería corregido con nuevas medidas de seguridad. Sin embargo, el tiempo demostró que no era un tropiezo accidental, sino un síntoma de algo más profundo: la pérdida del rumbo de un emporio que, en sus inicios, había nacido como un acto de fe y terquedad juvenil.

Lea también: Los hermanos Robayo que controlan a Andrés Carne de Res lo ponen a volar en EE.UU.

Porque Andrés Carne de Res, ese nombre que para muchos evoca noches infinitas de música, parrilladas y carnaval, empezó siendo apenas un sueño de 1.500 pesos. Corría 1982 cuando un muchacho de 24 años, Andrés Jaramillo, buscaba sentido en un mundo que se le resistía. Había dejado la universidad, se había ido a vivir con su pareja, María Stella, en Chía, y trataba de sostenerse con oficios que nunca cuajaban.

Una tarde, mientras caminaba por la polvorienta variante de Chía, vio una cabaña de orillos de eucalipto. Allí imaginó un restaurante. Convenció al viejo dueño del lugar de alquilársela y, con sus propias manos, levantó mesas de madera torpe y puso a funcionar una parrilla de carbón. El sábado 19 de junio de 1982 abrió las puertas.

Ese día, Andrés no vendió mucho. Pero lo que empezó como un negocio pequeño, casi improvisado, se convirtió en un fenómeno cultural. Andrés Carne de Res no era solo un restaurante: era un ritual de luces, máscaras, música y desenfreno. En dos décadas, el sitio pasó de ser una cabaña de pueblo a un símbolo nacional.

Las crisis llegaron pronto, como siempre llegan. En 1989, tras el asesinato de Luis Carlos Galán, el restaurante debió cerrar varios días porque en Bogotá y sus alrededores se vivió una violencia generalizadas que muchos creyeron que sería un segundo bogotazo. Luego en 1998, llegaría la otra crisis por cuenta de la debacle financiera que se dio por el descalabro en el sector hipotecario que golpeó el sistema bancario, con intereses que superaron incluso el 60% anual. Para sobrevivir, Jaramillo vendió partes de su empresa y Andrés Carne de Res empezó a tener socios. Fue la primera vez que Andrés cedió terreno de lo que había levantado con sus manos.

El negocio creció desbordado, como un río que no respeta cauces. En la primera década del nuevo milenio, las deudas empezaron a ahogar a Jaramillo. Los bancos lo perseguían, los pasivos superaban su capacidad de respuesta y el ícono que había construido parecía tambalear. Andrés Jaramillo intentó comandar el barco pero las olas fueron más fuertes y todo empezó a tambalear drásticamente. Fue entonces cuando llegaron los hermanos Robayo Ferro, boyacenses curtidos en negocios, dueños de la gran cadena de pollos asados Kokoriko. Los Robayo, buenos negociantes, eran, para Jaramillo, los salvadores de su emporio.

En 2016 se selló la alianza. Nació el Grupo IGA, y desde entonces Andrés Jaramillo quedó reducido al 20% de lo que había fundado. Ya no era el dueño absoluto de su criatura. Un año después, en 2017, la alianza IGA se integró al Grupo Conboca, dueño de marcas como Mimo’s, Colón y Palos de Moguer. Los Robayo, que habían empezado criando pollos en los años sesenta, eran ahora los verdaderos capitanes de la nave.

Lea también: ¿Por qué el gobierno Petro ordenó el cierre del famoso restaurante Andrés Carne de Res?

Al lado de los Robayo, Andrés Carne de Res seguía expandiéndose: 19 locales entre Bogotá, Chía, Medellín, Santa Marta y Cartagena. Lo que nació como un espacio íntimo y artesanal se convirtió en un conglomerado obligado a competir con gigantes como Nutresa, dueño de El Corral, o el grupo mexicano Alsea, operador de Burger King y Domino’s.

Y luego llegó la pandemia de 2020. El golpe más brutal de todos. Una orden de cierre de un día para otro, sin clientes, sin ingresos. En ese momento las deudas bancarias de Andrés Carne de Res superaban los 100.000 millones de pesos. Esa crisis no fue solo económica: fue existencial. Por primera vez, el mito de Andrés Carne de Res pareció al borde de la extinción.

El restaurante sobrevivió, pero ya no era el mismo. Con el paso de los años, Andrés Jaramillo quedó relegado al papel de fundador nostálgico, mientras otros decidían el rumbo. Y, como si la historia se empeñara en recordarlo, las cierres de 2024 y este último evidenciaron que el mito podía derrumbarse no por falta de clientes, sino por la incapacidad de adaptarse a las exigencias más elementales de la seguridad laboral.

Hoy, con 43 años de historia, Andrés Carne de Res carga sobre sus mesas no solo platos de carne y las memorias de un joven que empezó con una parrilla de carbón y terminó viendo cómo su emporio era gobernado por otros. Andrés Carne de Res carga también con las cicatrices de cada crisis.

Anuncios.

Anuncios.

0
Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus