Bogotá está en el limbo, con miles de obras prometidas, muros de polisombra y vías cerradas, el más positivo diría que Bogotá está ad portas de una nueva era, con mejoras en movilidad y transporte.
Leído en un libro de historia, el cambio de una era a otra se hace ligero, como pasar de un párrafo a otro. Sin embargo, para nosotros peatones, significa grandes pedazos de nuestra vida en la ciudad esperando, transicionando, especialmente cuando Bogotá lleva aproximadamente media década ad portas de algo mejor y el polvo ha empezado a acumularse sobre esa promesa.
Un buen ejemplo hoy es la carrera séptima, entre calles 72 y 45, una vía que no termina de definir su identidad en esa nueva era: un sendero verde, una troncal de TM o una línea de metro. Esa incertidumbre se refleja en los lotes y edificios, cubiertos de publicidad de eventos que ya pasaron, alianzas políticas que ya no existen o capas de pintura que intentan apoderarse de fachadas.
Fabio Vinasco, arquitecto y docente investigador, da un repaso rápido sobre las situaciones más comunes que enfrentan estos lotes y el porqué, según su experiencia.
“Cada caso que está fotografiado tiene un contexto distinto, pero en mi opinión, todos tienen que ver con una relación entre arquitectura y norma de uso.” “Algunos son patrimonio o están cerca a edificios patrimoniales, lo que hace difícil la consecución de licencias, o construcción de torres residenciales.”
El juego también se vuelve de esperar, “esperar que algunos edificios colapsen y se declaren en riesgo para poder tumbar, o lotes de engorde de los cuales bancos aún no reciben la gran suma que piden a cambio.”
Las torres de apartamentos, construcciones comunes hoy en día, también encuentran dificultades en la séptima: “En mi opinión, los tiene parados que las áreas que tienen los lotes de las casas no da como para ser atractivos en procesos de construcción en altura porque implica comprar vecinos (que si uno detalla son edificios de múltiples apartamentos), y eso tiene dificultades económicas y administrativas fuertes. Ese tipo de cálculo no sale, porque, tal como están, saldrían apartamentos pequeños y pocas unidades, dejando menor ganancia.”
De igual manera, vale cuestionar: una carrera séptima llena de torres de apartamentos quizá se vea más organizada, pero seguiría careciendo de personalidad y atractivo turístico para una vía principal.
Otros lotes fueron comprados por la afectación del futuro metro, están a la espera de ser adecuados para otros fines que el Distrito le pueda dar. Estos lotes por lo general se pueden identificar al estar completamente demolidos y cercados por rejas verdes. A ojos del ciudadano es un lote baldío que contribuye más al panorama caótico.
Ana María Pinzón Romero, coordinadora de Arquitectas Colombianas, una de las organizadoras de pregunta cuál es la responsabilidad del Distrito en dejar que esto pase, y cómo estos pueden ser oportunidades para hacer espacio público útil mientras efectivamente arrancan con los megaproyectos. Hace referencia también a la teoría de las ventanas rotas, desarrollada por James Q. Wilson y George Kelling, afirman que el desorden visible y el comportamiento antisocial en un entorno pueden conducir a un aumento de la criminalidad y el deterioro del orden social.
La mezcla de muchas coyunturas, casualidades llevaron a esta situación poco óptima de este tramo de la séptima, pero lo que está siendo crítico es el manejo de la situación hoy. Queda claro que estamos a la espera de una nueva era, pero la demora de esta transición ha creado otra, de manera involuntaria, una que puede no quedar registrada en la historia bogotana, pero que llevamos viviendo varios años ya, la era del limbo.
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