Resulta irónico que en Colombia, capital mundial de la vida, sede de la COP16, regida por un presidente que en campaña hizo de la protección ambiental una de sus principales promesas, que se comprometió a reducir la producción de combustibles fósiles y erradicar la fumigación aérea de los cultivos de uso ilícito; el mismo mandatario a quien muchos apreciamos, y bastante, y de quien recibimos el mensaje claro de querer establecer una forma de gobernar alejada de la represión, resulta irónico, repito, que ese mismo mandatario, que dio la orden a las Fuerzas Armadas y de Policía de no levantar las armas contra el pueblo, nos plantee ahora su deseo de que la Corte Suprema levante las restricciones que le impiden fumigar tales cultivos.
En defensa de su deseo, el señor presidente argumenta que los pobladores de las regiones donde se dan dichos cultivos están siendo “instrumentalizados” por las organizaciones criminales en contra de la fuerza pública, al tiempo que se queja de que existan restricciones que le impidan fumigar. Contra tal justificación debemos decir que, si en efecto tal instrumentalización existe, es por la condición de indefensión en que están estos campesinos ante unas organizaciones criminales que han hecho notoria la debilidad del Estado en ese campo.
Las restricciones de la Corte Suprema, dicho sea de paso, hacen alusión, entre otras cosas, a la realización de consultas previas y al compromiso de no afectar a las poblaciones aledañas a tales fumigaciones. Como puede verse, se trata de cortapisas casi que imposibles de pasar por alto, de lo cual se desprende la trascendencia de lo que se quiere evitar. Al fin de cuentas, fumigar a los campesinos es casi peor que muchos de los actos de represión que hemos conocido de anteriores gobiernos.
Lo que necesitan estos campesinos no son tal tipo de amenazas, que ojalá nunca se concreten, así lo esperamos muchos, sino la más resuelta intervención del gobierno en el mejoramiento de sus condiciones de vida, como viene intentando hacerlo a través de mecanismos tan importantes como el de la reforma agraria.
De todas formas, anuncios como este no resultan favorables a las fuerzas del cambio, y, en cambio, sí a la derecha, que se servirá de él para conquistar a un electorado que ya la abandonó una vez, pero al que puede intentar recuperar con la ayuda de estas salidas en falso.
Ojalá que la contienda electoral, en la que prácticamente estamos, sepamos aprovecharla para superar las ambigüedades del presente y mantener la confianza en el cambio que viene construyéndose. Carolina Corcho está que ni mandada a hacer para este propósito.
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