Por varios años, algunas de las propiedades más lujosas de Girardot, Ibagué y Melgar fueron la prueba del éxito de Charlie Zaa. Centros comerciales, discotecas de moda, locales repletos de turistas eran de su propiedad. Pero detrás de esta llamativa prosperidad, la Fiscalía habría encontrado un hilo que conecta estos bienes con oscuros paramilitares de Colombia.
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Para los investigadores de la Fiscalía, el famoso bolerista Charlie Zaa, podría ser un testaferro del fallecido jefe paramilitar Diego José Martínez Goyeneche, conocido como alias Daniel, un antiguo comandante del Bloque Tolima de las Autodefensas de los hermanos Castaño.
El expediente contra los bienes de Charlie Zaa, había empezado hace varios. Y por otros tantos duró engavetado, pero recobró vida recientemente cuando un magistrado de Justicia y Paz ordenó medidas sobre un conjunto de bienes en poder del cantante, avaluados en más de 25.000 millones de pesos.
El objetivo de la Fiscalía es determinar el verdadero origen. Entre estos se encuentran las discotecas Kapachos y Solaris en Ibagué y el centro comercial de renombre que marcaron la vida de Girardot, así como locales en Villavicencio y Melgar. Según los investigadores, todos estos bienes habrían sido adquiridos con dinero proveniente de las actividades delictivas del Bloque Tolima, a través de intermediarios que servían de pantalla para ocultar la verdadera propiedad.
Para los investigadores que en su momento iniciaron las investigaciones estos lugares prosperaron durante los años en los que alias Daniel extendía su influencia por la región, mientras encabezaba operaciones de “cobro” y despojo, características del Bloque Tolima que en aquellas fechas ejercía el control de la región.
Los investigadores afirman que algunos de los locales del Centro Comercial Oasis incluso habrían sido reservados como parte de una especie de mesada para el hijo del comandante paramilitar.
El caso contra el cantante no nació de la nada. Durante las audiencias de desmovilización y versiones libres de varios exintegrantes del Bloque Tolima —entre ellos Ricaurte Soria Ortiz, Atanael Matajudíos y Óscar Oviedo Rodríguez— surgieron testimonios coincidentes que mencionaban el apellido Zaa como pieza clave en la administración de los bienes ilegales. Según estos relatos, Charlie Zaa habría sido la “cara visible” de las propiedades, facilitando la adquisición de los inmuebles y manejando las ganancias mientras el verdadero dueño, alias Daniel, permanecía en la sombra.
Las sospechas crecieron cuando las cuentas no cuadraron: los investigadores no encontraron soportes claros que demostraran cómo las regalías por la carrera musical del artista podrían haber financiado semejante imperio inmobiliario. Por eso, un fiscal de la Dirección de Justicia Transicional, bajo el seguimiento de un magistrado de garantías, decidió reactivar la investigación, pedir medidas cautelares sobre los bienes y avanzar en el proceso de extinción de dominio.
Detrás de esta historia está alias Daniel, un hombre que empezó como soldado del Ejército antes de convertirse en comandante paramilitar. A principios de los 2000, Daniel dirigía las operaciones del Bloque Tolima desde la Hacienda Tao Tao en Ambalema. Allí supervisó campañas de terror, despojos de tierras y cobros a comerciantes y políticos de la región. Su poder era indiscutido, y sus vínculos con empresarios y funcionarios locales lo convirtieron en una figura temida y a la vez protegida.
Tras la desmovilización de las AUC en 2005, Daniel prometió revelar los nombres de los políticos y empresarios que habían sido sus aliados. Esa decisión le costó caro. En 2008 fue trasladado al pabellón de exparamilitares de la cárcel La Picota, en Bogotá. Allí, apenas un año después, su vida terminó de forma tan abrupta como misteriosa. Medicina Legal determinó que había sido envenenado con cianuro. Unas galletas que comió contenían la mortal sustancia mientras estaba en su celda. Lo hallaron con la cabeza sobre un inodoro, acompañado por una botella de gaseosa y un paquete de mortadela, solo, sin testigos y con muchos secretos sin confesar.
La muerte de alias Daniel dejó en el aire los hilos de su fortuna. En ese momento ya se especulaba que había invertido dinero en discotecas, hoteles y locales comerciales por medio de intermediarios. Hoy, la Fiscalía cree que Charlie Zaa fue uno de esos intermediarios, presuntamente responsable de mantener los bienes en funcionamiento mientras los verdaderos dueños eludían a la justicia. La investigación ahora busca aclarar si el cantante efectivamente actuó como testaferro o si es, como él asegura, un artista que supo invertir las ganancias de su carrera.
Entre tanto, las medidas cautelares siguen en pie sobre las discotecas Solaris y Kapachos, el Centro Comercial Oasis, y otros locales en Melgar y Girardot. La justicia estudia la posibilidad de que los bienes pasen a manos del Estado para ser utilizados en la reparación a las víctimas del paramilitarismo. Las autoridades también intentan rastrear posibles transferencias de ganancias hacia herederos o socios de alias Daniel, incluida la mesada que algunos testigos mencionaron para su hijo.
Mientras la investigación avanza, la historia de alias Daniel sigue pesando sobre los expedientes: el comandante que pasó del Ejército a las AUC, que construyó un emporio con sangre y extorsión, y que murió antes de delatar a sus aliados. Su sombra se proyecta ahora sobre las discotecas iluminadas, los centros comerciales repletos y la reputación de un artista cuya voz romántica contrasta con las acusaciones que hoy lo rodean.
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