Durante los años 50, en el corazón de la selva chocoana, se alzó una de las ciudades más modernas del país para la época. Andagoya, ubicada en la esquina de los ríos San Juan y Condoto, era, literalmente, un sitio que emulaba a los suburbios estadounidenses, con casas con grandes jardines alambrados, restaurante, bar e, incluso, un perfecto sistema telefónico. La cuestión era que allí era muy raro ver chocoanos, y sí era más recurrente ver gringos o británicos. Este sitio era un trozo extranjero en tierras colombianas.
Debido a la riqueza de oro y platino de la que ha gozado históricamente esta región, los foráneos arribaron a ella en 1916 y la apropiaron como suya. Quienes ya vivían allí, encontrando muy buenas oportunidades, no vieron con malos ojos la llegada de estos "modernos señores", que no solo levantaron el caserío en tiempo récord, sino que emplearon a la mayoría de nativos gracias a la empresa Chocó Pacífico. Aun así, Andagoya se convirtió en lo más cercano al apartheid y en la viva imagen de la explotación extranjera en el país.

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Andagoya, el paraíso del oro y el platino que los gringos tomaron como suyo
Cuando se miran los registros históricos, Andagoya no empezó a ser reconocida como municipio sino hasta el 2000. Sin embargo, 90 años atrás ya había labrado una historia en donde la minería fue su mayor protagonista. Era tan particular su existencia, que incluso el mismísimo Gabriel García Márquez habló sobre ella en El Espectador en los años 50. Y es que, las leyendas de que en el Chocó, un lugar donde ni siquiera había llegado el Estado, existía una ciudad más moderna que Bogotá, desconcertaban a cualquiera.
Todo inició en la década de 1910, cuando un grupo de empresarios estadounidenses y británicos llegaron a la región con el objetivo de extraer la mayor cantidad de oro y platino posible. Para ello, luego del acuerdo entre la Anglo Colombian Development Company y la South American Gold and Platinum Company, se creó la compañía The Chocó Pacífico Mining, que empezó a operar en la esquina de los ríos San Juan y Condoto. Allí, según los datos, los extranjeros levantaron una isla artificial, instalaron un puerto y construyeron "su barrio".

Mientras tanto, las personas que habían nacido y crecido en la región, en vez de ver dicha ocupación como una amenaza, la vieron como una gran oportunidad y empezaron a emplearse en la nueva compañía. Hay que aclarar que, para ese tiempo, en el Chocó no había institucionalidad, por lo que los gringos y los británicos fueron lo más cercano a un Estado que los nativos pudieron tener. Ellos trajeron hospitales, escuelas y acueducto, servicios que nunca se habían visto en ese lugar.
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Andagoyita y el apartheid colombiano
Aun así, la movilización de chocoanos a Andagoya también derivó en una situación que fue, básicamente, el apartheid colombiano. El pueblo había sido creado por extranjeros para extranjeros, y aunque las personas oriundas de la región iban a trabajar allí, no podían vivir. Así las cosas, al otro lado del río Condoto se empezó a levantar un caserío llamado Andagoyita, donde los trabajadores sí pudieron establecerse. Esto hizo que la separación se hiciera mucho más notoria, pues solo podían cruzar el río expresamente para trabajar.

Sobre esta situación, el escritor Martín Caparrós en su libro "Ñamerica" dio cuenta de la vida de los chocoanos cuando la Chocó Pacífico reinaba en sus tierras. En sus palabras: "Andagoya, en tiempos de la compañía, era dos pueblos: de un lado del río estaba el pueblo blanco, los talleres y galpones de la compañía, las casas de los americanos con su escuela y su hospital (...) Del otro lado del río estaba Andagoyita, el pueblo de los negros, con sus casas pequeñas y su iglesia grande (...) El apartheid era tajante."
Por medio de su investigación, también logró obtener testimonios de personas que vivieron en Andagoyita e, incluso, trabajaron para la compañía. Don Héctor y don Raskita, como él los llama, aseguran que, aunque en esos tiempos todo funcionaba "como un relojito" y no hacía falta nada, tanto para los extranjeros como para los nativos, lo cierto es que Andagoya era un cuento aparte y tenía hasta seguridad para que los trabajadores chocoanos no metieran sus narices en la vida de los gringos.

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Los estragos de la Chocó Pacífico
Esta situación se alargó por más de 50 años, y la Chocó Pacífico hizo y deshizo con los recursos naturales de la región. Contaminó ríos, explotó la tierra y fue tal la riqueza que cultivó a punta de oro y platino, que con los dineros de la compañía se construyó el primer estadio de los Yankees de Nueva York. Para los años 70, después de haber desangrado el territorio, los empresarios se fueron así como llegaron, en un abrir y cerrar de ojos, sin pagarle ni un solo peso al Estado colombiano y, mucho peor, dejando en el limbo a los empleados.
Los gringos vendieron la empresa a una sociedad de mineros de Antioquia, que la puso a funcionar durante un tiempo, pero luego la liquidó. Según Martín Caparrós, fue Álvaro Uribe Vélez, abogado por ese entonces, quien hizo todo el proceso para acabar la empresa, lo que llevó a los pobladores a caer en la pobreza. La empresa que los había hecho vivir sin necesidad se había esfumado, y del otro lado del río, solo quedaba un pueblo fantasma con los vestigios de las construcciones que los gringos habían hecho para su estadía.

Actualmente, Medio San Juan Andagoya, como es conocido, sigue viviendo los estragos de esa empresa minera que robó sus tierras y normalizó el racismo. El pueblo se ve como un lugar sin oportunidades, donde ya ni siquiera ser minero es una posibilidad. Por esa razón, muchas personas han decidido movilizarse a Quibdó, Bogotá u otras ciudades, para prosperar; es más, Luis Gilberto Murillo, ex Ministro del país es uno de esos ejemplos. Aun así, no olvidan sus raíces y buscan que su tierra vuelva a ser tan próspera como alguna vez lo fue.
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