Opinión

Argentina: ¿el fin del peronismo?

La reciente condena a prisión de la expresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner plantea la pregunta sobre el futuro del peronismo

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julio 08, 2025
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Para responderla es necesario trazar un breve esbozo de la historia de uno de los movimientos nacionalistas más importantes de América Latina, protagonista indiscutible de la historia argentina de los últimos 75 años. Historia que es necesario encuadrar en el hecho de que los avances de históricos en la lucha por la independencia de nuestro continente han sido facilitados por graves crisis en los centros de los sistemas de dominación mundial a los que nuestro continente ha estado sometido. Dichas crisis que limitaron seriamente la capacidad de los líderes de tales sistemas de abortar o bloquear los movimientos de liberación e independencia nacional originados en nuestros países.

La de independencia de Haití fue propiciada por la Revolución francesa de 1789. La del continente entero por el ciclo de guerras napoleónicas y específicamente por la guerra civil desencadenada en España por la ocupación de francesa. La Revolución mexicana contó a su favor con la crisis generada por Primera guerra Mundial, que limitó seriamente las posibilidades de abortarla por parte de Estados Unidos de América, uno de sus protagonistas. Y los procesos de industrialización por “sustitución de importaciones” de nuestros países, realizados con la intención de fundamentar la independencia política en la independencia económica, fueron facilitados por la Segunda guerra mundial. En Colombia ocurrió así, como es bien sabido. Pero donde esta interrelación adquirió un carácter ejemplar fue en la Argentina. Gracias al liderazgo del general Juan Domingo Perón, que supo aprovechar tanto el legado histórico recibido como la ventana de oportunidad ofrecida por la guerra encarnizada que las grandes potencias de la época libraban en los campos de batalla en medio mundo, para forjar y poner en marcha un formidable proyecto de independencia nacional.

El legado se resume un nombre: Domingo Faustino Sarmiento, autor de Facundo. Civilización o barbarie, y en un modelo político: la república liberal. El uno y la otra inspiradas abiertamente en el modelo estadounidense, con Constitución, federalismo, educación pública universal y gratuita, desarrollo capitalista agroexportador, apertura a la masiva inmigración europea y expropiación, exterminio o marginación extrema de los pueblos originarios. Este modelo había alcanzado en la década de los años 30 del siglo un tal grado de desarrollo como para que resultara posible y verosímil el proyecto de Perón de convertir a la Argentina en una auténtica potencia industrial. Contaba con un mercado interior considerable y con suficientes reservas de oro y divisas en el Banco de la Nación como para poder financiar grandes proyectos industriales, fortalecer la producción de petróleo por parte YPF- la empresa estatal - crear una gran marina mercante e impulsar y mejorar sustancialmente su industria militar. Eso sin contar que tales reservas le permitieron a Argentina imitar la política de Estados Unidos y la Unión Soviética de importar de la Alemania nazi recién derrotada científicos e ingenieros altamente calificados. Ellos fueron los que permitieron al país austral construir con tecnología propia el primer reactor nuclear de uso civil del continente y el primer caza a reacción de producción nacional.

Estos logros impresionantes encendieron sin embargo las alarmas en las metrópolis. En primer lugar, en la Gran Bretaña, para la cual Argentina había sido una neo colonia altamente rentable, cuyo modelo agroexportador de trigo y carne, articulado por una densa red ferroviaria, por mataderos y frigoríficos, era el complemento perfecto de su sistema industrial. El proyecto de Perón amenazaba seriamente la continuidad de ese modelo agroexportador. Hacía mucho más:  amenazaba la hegemonía británica en el Cono sur.  Es fama que Winston Churchill advirtió, en cumbre de Potsdam de 1945, a sus interlocutores estadounidenses que “si perdemos a Argentina, perdemos el continente”. Por lo que llamó a “emplear todos medios posibles” para conjurar ese peligro. Pronto seguirían su consejo.  En septiembre de 1955 un golpe de estado orquestado por el MI6 y la CIA, derrocó al presidente Perón, forzó su exilio e ilegalizo al peronismo. O para ser precisos: al Justicialismo, el nombre oficial del partido que se planteaba como alternativa tanto al capitalismo como al socialismo, tanto a los Estados Unidos como a la Unión Soviética.

Su ilegalización fue la principal fuente de inestabilidad política en las décadas siguientes, caracterizadas por la sucesión de gobiernos civiles y dictaduras militares que, sin embargo, nunca lograron conjurar el fantasma del peronismo. Entre otras razones porque Perón no fue el tipo caudillo decimonónico que protagonizo las numerosas guerras civiles que tanto contribuyeron a promover o perpetuar la balcanización de nuestro continente. Él fue un líder político moderno que comprendió que ningún proyecto de independencia nacional podía tener éxito sino contaba con un pueblo organizado y comprometido con dicho proyecto. Aleccionado por la experiencia histórica europea de los siglos XIX y XX, comprendió igualmente que la columna vertebral de la organización popular era la clase obrera. De allí que se esforzara en ganar su apoyo mediante una legislación laboral favorable a los intereses de los trabajadores y apostando por el fortalecimiento de la CGT, la central sindical más importante del país. De allí que fuera la CGT el espacio político desde donde el peronismo ofreció resistencia tanto a la Revolución libertadora – el golpe de Estado de 1955 ya mencionado como al golpe de estado encabezado por el general Onganía en 1966.  Cierto, la CGT se dividió en varias ocasiones en este periodo de inestabilidad aguda política, pero el motivo recurrente fue el enfrentamiento entre quienes acataban el liderazgo de Perón en el exilio y quienes pensaban que el partido tenía que buscar otro liderazgo o por lo menos otra estrategia política.

El retorno de Perón a la Argentina en 1973 cerró al ciclo político generado por su derrocamiento, pero paradójicamente precipitó al peronismo en la peor crisis de su historia. Su autoridad no logro evitar que terminen a tiros el ala fascista representada por la Triple A, encabeza por José López Rega y el ala revolucionaria representada por Montoneros, organización guerrillera encabezada por Mario Firmenich. Perón obtiene por tercera vez la presidencia, muere a los pocos meses, le sucede su viuda Isabel Perón y es tan sangriento el caos generado durante su gobierno por los paramilitares de la Triple A, que ofrecen a la cúpula militar encabezada por el general Videla el pretexto dar un nuevo golpe de Estado. E imponer una dictadura militar aún más sangrienta que todas las que le precedieron. Como era previsible el peronismo y los sindicatos son de nuevo ilegalizados.

Es conocida por la cifra de 30.000 muertos detenidos desaparecidos, y por la heroica resistencia de las Madres de Plaza de Mayo. Pero es menos conocida que fue la dictadura militar que impuso en Argentina el ruinoso modelo neoliberal. Que implica tanto el desmantelamiento de la legislación laboral, la privatización de los recursos naturales y de los servicios públicos, como la desindustrialización y el crecimiento exponencial de la deuda pública contraída en dólares en el extranjero.

Son tan devastadoras las consecuencias económicas y sociales de la aplicación a rajatabla del neoliberalismo en Argentina que desencadenan el levantamiento popular que obliga a Fernando de la Rúa de la Unión Cívica Radical a abandonar la presidencia antes de tiempo y a huir del país en diciembre de 2001. En las elecciones presidenciales de 2003 se enfrentaron dos candidatos peronistas: el recién llegado Néstor Kirchner y el veterano Saul Menem. Este último había sido presidente entre 1989 y 1999 y representaba al peronismo que contemporizaba, por decir lo menos, con el modelo neoliberal. Kirchner encarnaba la esperanza de los peronistas decididos a desmantelarlo. En la primera vuelta, Menem lo superó, pero en la segunda Menem se retiró, permitiendo que Kirchner se hiciera con la presidencia. Kirchner no defraudó a sus votantes.

En la IV cumbre de las Américas, celebrada en 2005 en Mar del Plata, él y el presidente de Venezuela Hugo Chávez bloquearon el ALCA, el proyecto de integración de las Américas diseñado por Washington con el fin de perpetuar su hegemonía en el continente. Fue el pistoletazo de salida de lo que después fue bautizado como “el progresismo latinoamericano” que ambos mandatarios protagonizaron junto con Lula da Silva en Brasil, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador. Entre sus objetivos comunes: la promoción de alianza de los países latinoamericanos formadas al margen de Estados Unidos. En Brasilia, en mayo de 2008, Néstor Kirchner, Lula da Silva, Evo Morales y Hugo Chávez constituyeron Unasur, con el fin de profundizar los procesos de integración regional representado por Mercosur y la Comunidad andina. Pero el objetivo central del gobierno de Kirchner fue desendeudar a la Argentina.

Desde el golpe militar del 1955 la deuda externa no había cesado de crecer hasta extremos que generaron la crisis financiera de 2001, que causó el estallido social que le costó la presidencia al radical Fernando de la Rúa. Kirchner tuvo éxito en su propósito y cuando, con el apoyo suyo, su esposa, Cristina Fernández Kirchner ganó en 2007 la presidencia del país, ella tuvo suficiente solvencia como para incorporar nuevos objetivos económicos y sociales al programa del peronismo redivivo. Apostó por la nacionalización de sectores estratégicos de la economía, privatizados por los gobiernos neoliberales, por la redistribución del ingreso, vía incremento del gasto social, y la reindustrialización del país. En el plano social introdujo la igualdad de género y el matrimonio igualitario. En el plano internacional potenció las relaciones con la República popular China y en el plano nacional acometió la tarea de poner coto al control corporativo de los medios hegemónicos mediante una ley de Medios, que lo restringía severamente dicho control.

Fue la gota que colmó el vaso del bloque oligárquico de financistas y agroexportadores que emprendieron una sistemática campaña de acoso y derribo de su gobierno. Emplearon, como ya era habitual en nuestro continente, el juego cruzado de policías, jueces y periodistas para desacreditarla y judicializarla con la apertura de numerosas causas judiciales en su contra. El Lawfare, en suma.  Esta abrumadora campaña no logro impedir que fuera reelegida en 2011, pero fue si consiguió debilitarla tanto que Daniel Scioli, su candidato a la presidencia, fuera derrotado por Mauricio Macri. Quién, como presidente se dio a la tarea de revertir sistemáticamente los logros de 12 años de kirchnerismo. Remató la faena, contrayendo en los meses finales de su gobierno deuda con el FMI por la cifra récord de 43.000 millones de dólares. Pero fue tal el descontento social con sus impopulares medidas, que Alberto Fernández, el candidato de Cristina, ganara las elecciones presidenciales de 2019, aunque no obtuvo en el parlamento la mayoría que le hubiera permitido gobernar a cabalidad. Aunque también es cierto que le faltaron el ímpetu y la voluntad necesarias para hacerlo. Además, sufrió la reanudación de la campaña de acoso y derribo antes mencionada, centrada para variar en Cristina, su vicepresidenta.

Javier Milei. utilizando en sentido figurado una motosierra se ha dedicado a desmantelar no solo lo que resta de la herencia del kirchnerismo

El éxito de la misma lo corrobora el triunfo electoral de 2023 que le permitió hacerse con la presidencia a Javier Milei. Líder de Libertad avanza, el anarcocapitalista, que utilizando en sentido figurado una motosierra se ha dedicado a desmantelar no solo lo que resta de la herencia del kirchnerismo sino incluso las instituciones básicas de la nación argentina forjada en la etapa histórica de la república liberal. Encarna la versión extrema, casi delirante del neoliberalismo, que tiene en Donald Trump y en Benjamín Netanyahu sus referentes internacionales.

Es posible que Milei piense que pasará a la historia por haber sido quién por liquidado al peronismo. Pero no así los poderes económicos y políticos, nacionales y extranjeros, que están detrás de su presidencia. De otra manera no se explica que, ante la decisión de Cristina Fernández de Kirchner de presentarse como candidata al senado en las próximas elecciones parlamentarias, hayan movido ficha en el poder judicial para lograr que la Corte suprema de justicia ratifique la condena a 6 años e inhabilitación política de por vida. Condena que es un esperpento jurídico. Y que revela el temor del bloque reaccionario de financistas y agroexportadores de que una vez más el peronismo resurja de sus cenizas, encabezado esta vez por Cristina.  

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