Vuelve y juega, la firma Thomas Greg & Sons (TGS) le hace otra vez una jugada al Estado colombiano y se burla, sin vergüenza, de todos sus ciudadanos. No solo se hizo con un billonario contrato, $2,13 billones de pesos para ser exactos, es decir, más que el PIB de departamentos como Guaviare, Caquetá o San Andrés y Providencia, sino que, además, este contrato le encomienda las tareas logísticas y tecnológicas para la organización y realización de los comicios electorales del 2026. Dicho de otra manera: el Estado se saca del bolsillo más de $2 billones de pesos, o sea, del bolsillo de los contribuyentes, para dárselos a esta cuestionable firma con el fin de que organice y supervise un tema seguridad nacional como son las próximas elecciones.
En el pasado, esta empresa ha ganado las millonarias licitaciones con el Estado. Sin mucho esfuerzo, se hizo adjudicataria de la impresión de pasaportes durante varios años. En alguna de esas ocasiones, firmas como Veridos (alemana) o In Groupe (francesa), denunciaron que para esos procesos licitatorios, cuyo valor era cercano al billón de pesos, se impuso un pliego de condiciones a la medida de TGS: un pliego sastre.
TGS tiene su sede en Guernsey, un reconocido paraíso fiscal en el canal de la Mancha, en el pedazo de mar que separa a Francia de las Islas británicas, pero sus propietarios son colombianos: los hermanos Felipe, Camilo y Fernando Bautista. Ellos heredaron la empresa de su padre, el bogotano Gregorio Bautista, quien en 1960 estableció en Colombia la representación de la firma británica Thomas de la Rue (una de las impresoras de valores más antiguas del mundo, que desde el siglo XIX imprimía el papel sellado de la realeza británica y demás documentos oficiales del Imperio), en impuesto las primeras máquinas impresoras de billetes modernos y, en 1991, compró la operación local, bautizándola como Thomas Greg & Sons.
Pero no debe ser motivo de sorpresa la facilidad con la que la firma ganó las licitaciones, pues sus excelentes relaciones públicas con las altas esferas de poder del Estado seguro ejercieron una fuerte influencia. Personajes como Andrés Pastrana, Juan Manuel Santos o Noemí Sanín tuvieron puesto en su junta directiva. La oligarquía con la oligarquía: los nexos indiscernibles y evidentes entre la élite económica y la élite política, que, en últimas, son los mismos.
De hecho, en 2016, la entonces senadora Claudia López denunció que luego del gobierno Santos I (2010-2014) la firma empezó a crecer de forma acelerada, hasta lograr el poder que tiene hoy.
Todo esto pese al oscuro pasado judicial de Fernando y Camilo Bautista, quienes son exconvictos de la justicia de Estados Unidos, pues a finales de la década de los ochenta pagaron cárcel al confesar haber defraudado a 25 bancos de ese país con embarques falsos de café colombiano. Además, la justicia de ese país probó que Camilo presentó balances falsos para obtener un crédito por $22 millones de dólares del Arab Banking Corporation, con sede en Baréin. Por sus delitos, Camilo fue condenado a cerca de diez años de cárcel, pero pagó menos de tres; fue liberado de una penitenciaría federal el 23 de enero de 1989.
Al final, como era de esperarse sucediera en la novela kafkiana que es la historia de Colombia, los injustos y los malavenidos ganaron: TGS, siendo el único proponente, pese a las decenas de observaciones al pliego (¿sastre?) realizadas por las demás firmas que tuvieron la intención de competir por el contrato (incluyendo 4-72, nuestra empresa postal nacional) y a las alertas lanzadas por el Presidente y demás sectores de la sociedad, se convirtió en el adjudicatario de la cuantiosa contratación y en el detentor de la garantía de la transparencia de las próximas elecciones.
¿Volvimos perder?, digamos que no, que aún hay tiempo; digamos que el daño aún no se ha materializado, que la plata aún no se les entrega y que las elecciones aún no han llegado. La pregunta es: ¿volveremos a perder? Es labor de toda la sociedad, de quienes creemos en la democracia y no en la oligarquía, recusar y señalar y denunciar esto que está sucediendo. De eso depende, y siempre ha dependido, el destino de nuestro país, el destino de la ciudadanía.
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