Coca-Cola se llena los bolsillos a costa de dejar a La Calera sin agua

Coca-Cola paga poco por el agua en La Calera, lucrando mientras la comunidad enfrenta escasez. El caso expone el impacto del capitalismo extractivo en Colombia

Por: ESTEBAN CORREA-GARCÍA
abril 04, 2025
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Coca-Cola se llena los bolsillos a costa de dejar a La Calera sin agua
Ilustración: IA

La reciente noticia sobre el conflicto entre la comunidad de La Calera y Coca-Cola por el uso del agua ha encendido un debate crucial sobre la gestión de recursos naturales y la responsabilidad corporativa en el marco del capitalismo. ¿Cómo es posible que una empresa pague una fracción mínima por un recurso esencial que luego vende con márgenes significativos, mientras las comunidades locales luchan por acceder a él?

Según informes periodísticos, Coca-Cola habría pagado alrededor de 10.84 COP por metro cúbico de agua extraída en La Calera, mientras que se estima que debería haber pagado cerca de 83.93 COP por el mismo volumen. Esta desproporción no solo plantea interrogantes sobre la eficiencia y la posible permisividad de la CAR Cundinamarca en la regulación del uso del agua, sino que también nos invita a reflexionar sobre las dinámicas del capitalismo extractivo.

Este caso ilustra cómo, bajo una lógica puramente orientada a la maximización de beneficios, los recursos naturales pueden ser explotados a un costo irrisorio para las empresas, generando enormes ganancias a expensas de las comunidades y los ecosistemas. Como señaló Karl Marx, el capitalismo tiene una tendencia inherente a tratar tanto el trabajo como la naturaleza como mercancías, fuentes de valor a ser explotadas para la acumulación de capital. En este contexto, el agua, un bien común esencial para la vida, se convierte en un simple insumo de producción con un valor minimizado en su estado natural.

Este fenómeno no es exclusivo de la industria de las bebidas. Lo observamos en múltiples sectores donde el costo de la materia prima natural representa una porción ínfima del precio final del producto, incentivando una explotación intensiva de los ecosistemas:

  • Pensemos en la industria del diamante, donde el valor de un diamante pulido y comercializado se multiplica exponencialmente respecto al costo de su extracción en bruto.
  • Consideremos la industria del café especializado, donde el precio que pagamos por una taza en una cafetería de moda contrasta enormemente con lo que se remunera a los productores por los granos.
  • O la industria de la perfumería, donde el costo de los extractos naturales es una pequeña fracción del precio de venta de una fragancia de lujo.

David Harvey nos recuerda con su concepto de acumulación por desposesión cómo el capitalismo se expande mediante la privatización y mercantilización de recursos que antes eran comunes o estaban bajo control público. La concesión de derechos de agua a precios simbólicos es un claro ejemplo de cómo se despoja a las comunidades de un recurso vital para convertirlo en una fuente de ganancia privada.

Desde la perspectiva de Immanuel Wallerstein y su teoría del sistema-mundo, podríamos analizar cómo estas dinámicas se replican a escala global, donde las empresas de los países centrales a menudo se benefician de la extracción de recursos baratos en los países periféricos, generando impactos ambientales y sociales desproporcionados en estas regiones.

Finalmente, Naomi Klein en su crítica al capitalismo y su relación con la crisis climática, argumenta que la lógica de crecimiento ilimitado en un planeta con recursos finitos es insostenible. El caso de Coca-Cola en La Calera nos muestra cómo esta sed insaciable de ganancia puede priorizar el beneficio corporativo sobre las necesidades básicas de las comunidades y la salud de los ecosistemas.

La situación en La Calera no es solo un conflicto local; es un síntoma de un modelo económico que necesita una revisión profunda. ¿Hasta qué punto estamos permitiendo que la lógica del capitalismo extractivo priorice la ganancia de unos pocos sobre el bienestar de muchos y la sostenibilidad de nuestro planeta? Es hora de exigir mayor transparencia, regulación efectiva y una valoración justa de nuestros recursos naturales, recordando que el agua, fuente de vida, no puede ser tratada como un bien desechable en la búsqueda incesante de beneficios.

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