Colombia envejece: los grandes retos de un país con más canas que cunas

Colombia envejece a gran velocidad. La economía plateada puede convertir este reto demográfico en una oportunidad para crecer con equidad y sostenibilidad

Por: Jorge Andres Acuña Mora
julio 15, 2025
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Colombia envejece: los grandes retos de un país con más canas que cunas

Colombia ya no es un país joven. Aunque la edad mediana nacional ronda los 32 años, lo que sugiere una población activa, la velocidad con la que envejecemos es histórica. Según el informe “Más canas, menos cunas” de Corficolombiana (2025), en solo tres décadas la edad promedio en Colombia aumentará en 12 años —un proceso que en otras economías tomó hasta 75 años—. La caída acelerada de nacimientos, el aumento de la longevidad y los cambios estructurales y coyunturales de la economía están empujando al país a convertirse en una de las naciones más envejecidas del mundo hacia el año 2070. Pero lejos de ser una condena, esta transformación demográfica puede ser una oportunidad de oro si logramos activar lo que hoy se conoce como “economía plateada”.

El concepto, según lo define el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en su publicación “La economía plateada en América Latina y el Caribe” (2020), hace referencia a la parte de la economía vinculada al envejecimiento de la población, enfocada en las necesidades, capacidades y potencialidades de los adultos mayores. Esta economía no se limita a lo asistencial. Es transversal y abarca sectores como salud, vivienda adaptada, tecnología, educación, servicios financieros, movilidad, turismo, recreación y empleo inclusivo. El BID destaca que lejos de ser un grupo dependiente, los adultos mayores de hoy tienen mejor salud, más energía y mayor disposición para seguir trabajando, aprendiendo, emprendiendo y consumiendo.

En Colombia, los mayores de 50 años ya representan una potencia económica. De acuerdo con el informe del Banco Popular (2024), este grupo supera los 14 millones de personas, y su gasto anual se estima en más de 120 billones de pesos, lo que equivale a cerca del 12% del PIB nacional. Esta cifra demuestra que el envejecimiento no solo plantea retos, sino también una nueva demanda de productos y servicios que pueden dinamizar el crecimiento económico.

Las proyecciones son claras: hacia 2045, más de 21 millones de colombianos tendrán más de 50 años, y 13 millones estarán por encima de los 60, según el DANE y el informe del Banco Popular. Para el año 2070, uno de cada tres habitantes tendrá más de 65 años. Esta transformación no será homogénea: departamentos como Boyacá, Caldas, Quindío o Norte de Santander ya registran proporciones altas de población adulta mayor, lo que exigirá respuestas locales diferenciadas.

Lo preocupante no es envejecer, sino hacerlo sin preparación. Corficolombiana advierte que Colombia enfrenta este proceso con bajos ingresos, alta desigualdad, baja cobertura pensional y restricciones fiscales. A esto se suma la caída abrupta en los nacimientos: solo en 2024 se redujeron en 13,7%, acumulando una contracción del 31% frente a los niveles prepandemia. Esta situación debilita la base de cotizantes, reduce la población joven y pone en jaque la sostenibilidad de los sistemas de protección social.

Frente a esto, el desarrollo de la economía plateada se vuelve imperativo. El BID destaca oportunidades de negocio en áreas como telemedicina, servicios de atención a la dependencia, tecnologías asistidas, seguros, hipotecas inversas, transporte adaptado, turismo especializado y programas de formación para personas mayores. Países como Japón y Corea del Sur han logrado transformar los desafíos del envejecimiento en motores de innovación y empleo. Colombia podría hacerlo también, pero requiere una apuesta estratégica.

Desde el sector financiero, algunos pasos se están dando. El Banco Popular, por ejemplo, ha diseñado un modelo de servicios con enfoque intergeneracional, incluyendo productos digitales amigables, educación financiera, acceso al crédito, y acompañamiento para cuidadores y familias. Sin embargo, estas acciones siguen siendo aisladas frente a la magnitud del fenómeno. Se necesita una política pública nacional con enfoque de ciclo de vida, que integre salud preventiva, vivienda accesible, movilidad segura, formación continua, empleo digno y protección social sostenible.

Además, es clave superar los estigmas. El edadismo —la discriminación por edad— sigue limitando la participación activa de las personas mayores. Como lo señalan tanto el BID como el Banco Popular, debemos abandonar la visión de la vejez como decadencia y empezar a verla como reinvención. La experiencia, el conocimiento y la estabilidad emocional que ofrecen los adultos mayores son activos valiosos para las empresas y las comunidades.

La economía plateada también plantea preguntas sobre equidad. La vejez no es igual para todos. Las mujeres viven más años, pero muchas lo hacen en condiciones precarias y asumiendo roles de cuidado no remunerado. Los adultos mayores en zonas rurales tienen menor acceso a salud, transporte, conectividad y servicios financieros. Por eso, cualquier estrategia debe tener un enfoque territorial, diferencial y de género.

El envejecimiento es un fenómeno irreversible, pero no es una catástrofe. Es una conquista de la humanidad. Que vivamos más tiempo es un triunfo colectivo. Lo que está en juego es cómo lo vamos a vivir. Si Colombia logra ver en sus canas una oportunidad, en lugar de una carga, podrá construir un futuro más justo, resiliente y próspero.

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