La lista de los colombianos que no puede o no debe o no quiere votar por Gustavo Petro, o por quien recoja sus banderas, sigue aumentando.
Se acaban de sumar a este creciente grupo de compatriotas los afrocolombianos, muchos de los cuales apoyaron al actual presidente en el 2022. Aunque el apoyo fue indirecto pues buena parte de ellos en realidad votó por Francia Márquez, con la esperanza que con la llegada de alguien de su etnia al poder, muchas de sus aspiraciones ancestrales se iban a cumplir.
Vaya decepción. Francia no ha hecho nada por ellos. En realidad, no ha hecho nada por nadie, su paso por la vicepresidencia ha sido absolutamente intrascendente. Ylo es más desde que cayó en desgracia con Petro.
Antes no hacía nada, pero al menos le daba un toque pintoresco al gobierno y se le veía en las marchas, en los consejos de ministros, o en pomposos e inútiles viajes a África. Ahora no da señales de vida.
Pero además de que Francia se olvidó de los afro, ahora el Presidente los agrede. En su más reciente alocución Presidencial, no tuvo empacho en afirmar “a mi ninguna persona negra me va a decir lo que tengo que hacer”.
Mejor dicho, quedamos notificados de que el presidente no le para bolas a los afros. Y eso en un país en el que 5 millones de personas se autoreconocen como negros, es muy grave.
Si Iván Duque o cualquier otro mandatario hubiera hecho semejante afirmación, la mamertada hubiera incendiado ese país. Pero los que posan de incluyentes no dijeron ni mú ante el desplante de Petro.
Como es natural en alguien de su infinita arrogancia, no se la ha ocurrido pedir disculpas a los negros por semejante desplante. Y para completar a los pocos días de espetar semejante afirmación, le da por inaugurar la embajada en Haití, un país en el que el 99% de la población es de raza negra. Si yo fuera el presidente de ese país ni lo dejo pisar el suelo haitiano.
Pero miremos qué otros segmentos de la población colombiana tienen razones para no volver a votar por el petrismo.
Comencemos por los desempleados y los que están en el subempleo. Porque este gobierno acaba de hacer aprobar una reforma laboral que no solo no busca disminuir ambos fenómenos, sino que crea una serie de trabas que desestimulan la creación de empleos formales.
Otros que tampoco debieron quedar con ganas de volver apoyar a estos “progresistas” son quienes aspiran a cursar una carrera profesional y no cuentan con los recursos para financiarla.
El único recurso que tenían esos estudiantes era el Icetex. De hecho, miles de colombianos han podido cursar una carrera gracias a esa institución. Pero a nuestro caprichoso presidente no le gusta que el Icetex financie carreras en universidades privadas.
Como si los principales beneficiarios de esos créditos fueran las universidades y no los estudiantes. Por cuenta de ese capricho presidencial, solo entre el 2024 y el 2025, el gobierno redujo en un 33% los recursos que le transfiere a esa entidad.
Con lo cual miles de estudiantes no podrán acceder a la educación superior. Y otros tantos que ya están estudiando se quedaron colgados de la brocha y no podrán continuar sus estudios.
Los millones de colombianos que están afiliados a una EPS y que requieren que esta le suministre medicamentos o les autorice citas con los médicos, tampoco deben estar muy entusiasmados con el “gobierno del cambio”.
Hasta el 2022 el sistema de salud colombiano era considerado uno de los mejores de Latinoamérica. Ciertamente estaba desfinanciado por la desmedida generosidad, otros lo llamarían populismo, de nuestra clase política, que decidió que el sistema de salud debía atender a todos los colombianos y todas las enfermedades.
Obviamente eso tiene un costo astronómico, con lo cual el Estado, de forma recurrente tiene que inyectarle recursos al sistema, para evitar que colapse.
Pero este gobierno decidió que no tenía por qué subsidiar a las EPS y le ha cortado el chorro al sistema.
Otra vez Petro no se ha percatado que no está subsidiando a las EPS sino a los pacientes
Resultado: los enfermos se quedaron sin sus medicinas y quienes deben operarse de cualquier cosa tienen que esperar meses y años para que los lleven al quirófano.
Quienes tienen que salir del país por turismo, por negocios, para visitar algún pariente o para estudiar, tampoco deben estar muy agradecidos con Petro. Y es que por cuenta de otro capricho del Mandatario, le quitaron la impresión de los pasaportes a la empresa que lo hace desde hace años y lo hace muy bien.
A Petro eso le importa un pito. Lo que le preocupa, al parecer, es que pertenecen o han pertenecido a la junta directiva de esa empresa varias personas que le caen “gordo”, como Noemí Sanín o Andrés Pastrana.
El caprichoso gobierno de este caprichoso presidente le trasladó esa función a la Imprenta Nacional, que ha manifestado no contar con la infraestructura ni con la experiencia para asumir esa tarea.
Total, nos exponemos a quedarnos sin quien fabrique los pasaportes. Lo que a Petro le debe parecer magnífico porque la gente tendrá que vacacionar en Tolú y Juanchaco y quienes viajan por negocios o para encontrarse con un pariente simplemente se joderán.
La pregunta es si Petro se ha ganado la malquerencia de los afro, de los estudiantes de escasos recursos, de los enfermos y de los viajeros, aparte de los que nunca lo quisimos, qué apoyo conserva.
La respuesta es sencilla: el de los miles de trabajadores estatales, el de quienes se han beneficiado de millonarios contratos, como los indígenas del Cauca, el de los sindicatos a quienes le hicieron una reforma laboral a su medida y de los burros como el Pastor Saade, que contra toda evidencia, siguen creyendo ciegamente en este absurdo proyecto político.
Por fortuna, el contingente de los afectados por las decisiones o por el discurso de Petro seguirá creciendo y se disparará con cada alocución presidencial. Con lo cual Petro quedará más solo. ¡Por eso necesitamos muchas alocuciones como la de la semana pasada!
Tranquilos: dejémoslo hablar y dejémoslo actuar, que el solito se destruye.
Del mismo autor: La ‘carretera destapada’ por la que Petro se quiere meter
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