Hace unos días, un amigo de la Armada Nacional me compartió una fascinante columna escrita por Sonia Perilla Santamaría en El Tiempo. En ella, destacaba la perspectiva visionaria de Andrés Franco en la "Misión de Sabios" sobre el crucial papel del agua en Colombia, un tema que lamentablemente, solo se vuelve relevante cuando nos advierten sobre su escasez.
Aunque aún no lo veamos claramente, en un mundo donde la escasez de agua amenaza la supervivencia, Colombia se destaca como un oasis de abundancia hídrica desde la mitad del mundo. Debemos reconocer nuestra riqueza que incluye el mar Pacífico, el Caribe y un extenso mar continental o mar de agua dulce.
Según datos confiables, en nuestro país se conforma el que se encuentran interconectados por una intrincada red y sistema de riachuelos, nacederos, ríos, lagunas y acuíferos subterráneos.
En otras palabras, si entendemos el agua como el alimento necesario para la subsistencia, Colombia tiene en consecuencia la capacidad equivalente a la de un granero mundial, un almacén vital que no solo abastece a su propia población, sino también a sus vecinos en momentos de necesidad.
Poseer el 60 % de los páramos y una vasta red de ríos que representan aproximadamente el 30 % del caudal de agua disponible en América del Sur, sitúa a Colombia en una posición de verdadera potencia hídrica.
Así como un corazón bombea la sangre para sustentar cada célula del cuerpo, Colombia posee tal cantidad de cuerpos de agua que influye de forma irremplazable en el bienestar y el equilibrio ecológico de la región.
¿Será que somos conscientes de que esa riqueza hídrica convierte a Colombia en un pilar para la sostenibilidad y la prosperidad ambiental del continente, al igual que un corazón fuerte sostiene un cuerpo sano?
Si logramos entender el papel que nos brinda la riqueza de nuestra agua en el hemisferio, esa conciencia por la conservación y gestión adecuada de estos recursos, nos daría un papel determinante dentro del sistema de relaciones internacionales, pues nuestra agua no solo es vital para Colombia, lo es también para el equilibrio ecológico y el bienestar de las naciones vecinas.
La escasez de agua afecta a más de 2.000 millones de personas en el mundo, según datos de Naciones Unidas. Este número se espera que aumente debido al cambio climático, la urbanización y el crecimiento de la población. Aproximadamente, el 40 % de la población mundial enfrenta problemas graves de agua y se prevé que para 2050, una de cada cuatro personas vivirá en un país con escasez crónica o recurrente de agua dulce.
No somos meros poseedores de agua; somos guardianes de la hidrosfera global, de esa red vital que conecta todas las formas de vida. Como tal, nuestra responsabilidad se extiende más allá de nuestras fronteras.
Es Urgente que, como nación, nos movamos por ese propósito bajo una Acción Conjunta, generando un cambio de paradigma; pues como propone Franco, la educación de nuestros jóvenes, desde la formación básica, es la "base de todo". Necesitamos formar en la conciencia hídrica, en el entendimiento de que somos parte integral de la naturaleza, el corazón del hemisferio.
Nuestros "tres mares" son un recurso estratégico de la nación, por su capacidad de producción y por su inmenso potencial inexplorado para la medicina e industria
Nuestros "tres mares" son un recurso estratégico de la nación, no solo por su capacidad de producción sino porque, tienen un inmenso potencial inexplorado para la medicina e industria. Por ejemplo, los corales de la biosfera Sea Flower que Nicaragua intenta usurparnos; poseen características únicas que les han permitido sobrevivir, mientras otros corales del mundo, la mayoría, han muerto o están en peligro de extinción por la acidez del nuevo mar que nos genera el cambio climático.
Es crucial fortalecer las operaciones militares para proteger esos recursos estratégicos, mejorar nuestra política criminal para prevenir y combatir los delitos ambientales, eliminar la burocracia en los entes de control y mejorar la cooperación internacional para la gestión de cuencas compartidas, ejerciendo presión sobre quienes amenazan nuestros recursos hídricos.
Es hora de materializar en la legislación nacional e internacional el principio de que el agua es un derecho humano fundamental y un patrimonio de la hidrosfera. La contaminación y destrucción de fuentes hídricas en Colombia, dada su importancia global, deben ser considerada un delito de lesa humanidad ambiental, merecedor de la atención y sanción de la comunidad internacional.
El ELN, el Clan del Golfo y todos aquellos que afectan las fuentes hídricas colombianas no solo deberían ser enemigos del Estado, deberían, por esos actos de destrucción ambiental, convertirse en enemigos de la humanidad.
Recordemos la vergonzosa realidad que se refleja en la práctica judicial colombiana, pues nadie representa a los recursos naturales en un acuerdo de paz, ni es común que suceda ante la jurisdicción ordinaria, así cómo nadie representa el agua o los ecosistemas destruidos en algún macro caso ante la jurisdicción de paz. La naturaleza es una víctima silente y sin representación ante la justicia, por esta razón, ningún agresor de los recursos naturales debería recibir alguna clase de ayuda, subrogado penal, trato transicional o benevolente.
Si queremos ser potencia para la vida, debemos ser potentes para proteger el agua.
Del mismo autor: La historia de la doble instancia
@HombreJurista
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