El divorcio es una de las experiencias más difíciles que puede atravesar una persona. No solo implica el cierre de una etapa de vida compartida, sino también un profundo proceso de duelo en el que se mezclan emociones como tristeza, rabia, frustración y miedo. Sin embargo, es fundamental entender que este proceso, por doloroso que sea, también puede convertirse en una oportunidad de transformación y crecimiento personal.
Ayudarse a uno mismo es el primer paso. Cuando usted comienza a sanar, inevitablemente empieza a ayudar también a sus hijos, porque ellos aprenden más de lo que ven en usted que de lo que escucha de usted. Pero, ¿cómo hacerlo? Lo primero es detenerse y preguntarse qué pasó. No para buscar culpables, sino para entender las dinámicas de la relación, reconocer qué lo llevó a la separación y, sobre todo, identificar qué puede aprender de esta experiencia.
Si se siente víctima, también vale la pena cuestionarse: ¿qué lo llevó a ocupar ese lugar? Tal vez fue la dependencia económica, la emocional o incluso la presión social. Esas respuestas son importantes, porque solo al reconocerlas se logra evitar que vuelvan a repetirse. También es útil mirar hacia atrás y preguntarse: ¿qué fue lo que me atrajo de él/ella? ¿En qué momento desapareció esa atracción? -si usted fue quien decidió alejarse- o también puede preguntarse ¿Por qué a pesar de ver que todo iba mal, soporté abusos? ¿Qué modelo de pareja aprendí de mis padres? Muchas veces actuamos de acuerdo con historias que no son nuestras, pero que terminan guiando nuestra manera de amar.
Aceptar que el matrimonio terminó es quizá lo más difícil, pero es necesario. Y esa aceptación no significa olvidar de un día para otro, significa darse permiso de sentir el vacío, la rabia, la frustración, la tristeza. Todas esas emociones son normales, aunque ninguna sea agradable. Lo importante es no quedarse atrapado en ellas y encontrar con quién hablar, desahogarse, dejarse acompañar. Una terapia psicológica puede ser muy valiosa en este proceso, porque no se trata solo de cerrar un ciclo, sino también de aprovechar este momento de crisis para construir un nuevo “yo”.
Hoy existen grupos de apoyo, personas que han pasado por lo mismo y que entienden de primera mano lo que usted está viviendo. Escucharlos y compartir experiencias ayuda a darse cuenta de que no se está solo/a, que lo que siente no es extraño ni exagerado, sino parte del proceso natural de duelo.
Y mientras tanto, cuídese, y cuídese mucho. Muchas personas, después de un divorcio, se refugian en el trabajo o en una agenda llena de actividades para no pensar, pero terminan agotadas y sin energía para sanar. El cuidado propio no es un lujo, es una necesidad. Busque un hobby, salga a caminar, practique un deporte, vea una buena película o comparta tiempo con amigos. Haga cosas que lo hagan sentir bien, porque cuidar de usted mismo es la manera de recuperar la fuerza que necesita para seguir adelante.
No olvide que los hijos también atraviesan el divorcio. Muchos niños se sienten culpables, sobre todo los más pequeños, y eso es algo que hay que atender de inmediato. Un niño que cree que la separación es su culpa cargará con una responsabilidad que no le corresponde y que puede dejar heridas profundas. Hágales saber, con claridad y amor, que ellos no tienen nada que ver con la decisión, que no son responsables y que lo único que debe importarles es ser niños. Escúchelos, respete lo que sienten, permítales expresar su tristeza y su rabia sin juzgarlos.
El divorcio, aunque doloroso, puede ser también una oportunidad para crecer
El divorcio, aunque doloroso, puede ser también una oportunidad para crecer. Es el momento de detenerse, de mirarse con honestidad y de decidir qué quiere construir en adelante. No significa renunciar a la esperanza ni al amor, significa que la vida le está dando la posibilidad de comenzar de nuevo, con más conciencia, con más fortaleza y con un mayor entendimiento de quién es usted y qué necesita.
El camino no es rápido ni sencillo, pero sí es posible. Y cuando logre atravesarlo, se dará cuenta de que no solo salió adelante, sino que también se convirtió en un ejemplo de resiliencia y valentía para sus hijos. Porque al final, la vida no se trata de lo que perdemos, sino de lo que somos capaces de construir con lo que nos queda.
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