Según datos del Ministerio de Educación, un colombiano promedio lee 1.6 libros al año. No obstante, no creo que la crisis de lectura que enfrenta el país se deba medir por la cantidad promedio de libros leídos. Leer diez o veinte libros al año no hace a nadie más sabio que otro. Ya lo dijo José Saramago cuando inició su discurso al recoger el Premio Nobel de Literatura en 1988: “El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir”.
Así las cosas, los libros no son un objeto de consumo que se ajusten a las lógicas del sistema neoliberal. Pues están llenos de argumentos, de pensamientos, de experiencias, no son un objeto más, son el refugio que encuentra una persona para no caer en los infiernos de la locura desenfrenada de un mundo atrapado por las redes sociales y la cultura de las apariencias narcisistas.
Por ejemplo, supongamos que una persona ha tenido la suerte de leer por años, una y otra vez, Los hermanos Karamázov. Las estadísticas lo tomarían como una persona que solo lee un libro al año. Pero ¿acaso qué más hay que leer luego de conocer a Dostoievski? ¿Cuántos libros deben ser consumidos, pero no vividos, para que las estadísticas no arrojen que estamos en una crisis de lectura?
Ahora bien, tampoco pretendo hacer una defensa a las bajas tasas de lectura. Sin duda, Colombia es un país lleno de analfabetas funcionales, es decir, gente que sabe leer y escribir en teoría, pero que nunca lee ni escribe, mucho menos pasa por una librería y compra un libro. Por eso, se hace necesario promover las librerías, sobre todo aquellas independientes que luchan día a día por no ser devoradas por la mercantilización de las grandes cadenas de libros comerciales.
Uno de estos lugares queda sobre la carrera 11 con calle 67, en la mitad de la cuadra antes de llegar al oxxo sentido norte-sur, es una pequeña isla que se reconocen como un refugio para enfrentar "el sin sentido" de la vida. Este lugar se llama Librería Quevedo, una propuesta no solo para los libros de segunda a bajo costo, sino que la librería tiene como método de pago el famoso y antiguo sistema de trueque, en donde le pueden recibir no solo libros que usted quiera cambiar, sino también objetos antiguos o curiosos.
Esta es una muy buena opción para que las personas que no cuentan con los recursos suficientes también puedan acceder a los libros. Sobre todo, porque en este país, si bien la gente no lee, el mercado de los libros tampoco es muy accesible, sobre todo para aquellos a quienes les gustan los buenos libros y perseguir ediciones especiales.
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