Opinión

¿Cuándo será la Buena ventura?

La violencia movilizada por redes criminales que sufre Buenaventura requiere la respuesta institucional y una gran creatividad social para enfrentar la crisis.

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abril 04, 2025
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Cada vez que las comunidades rurales y urbanas de Buenaventura sufren las consecuencias de la violencia, el confinamiento, el desplazamiento y el despojo, el término “crisis” se queda corto, se desgasta, se convierte en una angustia colectiva que no encuentra solución. A pesar de los esfuerzos, las respuestas institucionales y los acuerdos sociales siguen sin consolidarse de manera efectiva. Hoy, ante el grave control armado de los grupos criminales sobre la ciudad, como sociedad tenemos la responsabilidad de reconocer a las comunidades del puerto y de garantizar condiciones dignas de vida en este territorio. La pregunta que deberíamos hacernos es: ¿cómo avanzar en una solución real que frene el confinamiento, el desplazamiento y la amenaza constante a los barrios y veredas que cada vez se sienten más aisladas y fragmentadas, trascendiendo a un horizonte de vida más estable y comunal?

El pueblo de Buenaventura ha intentado numerosas vías de acción: desde paros cívicos y largas negociaciones con el Estado, pasando por mesas de trabajo con instancias locales, departamentales, nacionales e internacionales, hasta la ejecución de programas para la población juvenil y las comunidades de baja mar, que son las más afectadas. En este momento, se destaca la propuesta de mesas socio-jurídicas con los grupos criminales de la ciudad, que tiene como objetivo fomentar su sometimiento a la justicia. También se han desarrollado acompañamientos internacionales, de grupos religiosos y la realización de proyectos de corto plazo para desescalar las violencias que, sin embargo, dejan vacíos y poco avanzan en resolver las demandas sociales que continúan creciendo. Las responsabilidades en este asunto son complejas y vienen del largo plazo, involucran a varios gobiernos nacionales, departamentales y locales, cuyas promesas no cumplidas son evidentes. La falta de resultados por parte de los organismos de control para hacer justicia frente a las evidentes fallas institucionales y a la acumulación de crímenes, solo aumenta la desconfianza de la ciudadanía y de las organizaciones sociales del puerto, que ven cómo sus esfuerzos son constantemente desoídos e ignorados.

No se trata solo de más batallones en las calles, quedadas las circunstancias, se requieren; lo que especialmente se necesita es más imaginación social

La situación actual, está marcada por ciclos de tregua y enfrentamientos entre bandas armadas en los barrios, acompañadas por el gobierno nacional dentro de su iniciativa de “paz total”. Sin embargo, los resultados no difieren de intentos previos: se pierden en el limbo de la desinformación mediática, en la lentitud de las instituciones y en la falta de coordinación entre los diferentes niveles del Estado. El diagnóstico sigue siendo el mismo que en las últimas décadas: las comunidades del puerto se sienten más acorraladas por redes criminales de alcances internacionales, con mayor desgaste y desconfianza frente a las soluciones que se proponen. En este contexto, es fundamental insistir en que no basta con enviar más institucionalidad, más fuerzas de seguridad o más inversiones puntuales de “emergencia”. Es necesario generar las condiciones para fortalecer una institucionalidad que nazca desde el mismo territorio, que reconozca las particularidades de la población local y que actúe con justicia, probidad y transparencia. No se trata solo de tener más batallones en las calles, que sin duda, dadas las circunstancias, se requieren; lo que especialmente se necesita es más imaginación social y el compromiso del Estado con la determinación de recursos financieros y técnicos, para desarrollar una agenda de acción concreta y una rectificación efectiva.

En este camino, es crucial poner el foco en las niñas, niños, adolescentes y jóvenes, quienes son los más vulnerables al confinamiento y al reclutamiento forzado. Ellos nos están exigiendo una mirada más comprensiva, una escucha atenta y una acción integral para garantizar su futuro. Lo que hoy hagamos será determinante para su bienestar y el de toda la comunidad en los próximos años. Lo estratégico frente a esta situación, en última instancia, es saber qué podemos hacer hoy para asegurar que haya un futuro para todos mañana.

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