¿Cuándo va a terminar la explotación laboral en la Transversal del Sisga?

En la Concesión Transversal del Sisga, el miedo reina sobre el diálogo. Acoso laboral, maltrato y silencio cómplice erosionan la dignidad de sus trabajadores

Por: Daniel Beltran
marzo 31, 2025
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¿Cuándo va a terminar la explotación laboral en la Transversal del Sisga?

Hay historias que transcurren en la sombra, relatos cotidianos de angustia que rara vez encuentran eco en los espacios de poder. En la Concesión Transversal del Sisga, más allá de los informes de gestión y las cifras de cumplimiento, se teje una realidad que erosiona la dignidad de sus trabajadores. Un secreto a voces, un murmullo constante en pasillos donde el miedo ha reemplazado al diálogo.

En el epicentro de este drama se encuentra la Dirección del Área Social, un espacio que por su naturaleza debería ser sinónimo de humanismo, pero que en la práctica se ha convertido en un microcosmos de presión injustificada, maltrato psicológico y acoso laboral. La directora, con su actuar despótico, ha impuesto una lógica de terror administrativo donde los subalternos no son más que piezas de un engranaje que se mueve al ritmo del miedo.

La jurisprudencia colombiana es clara: el acoso laboral es un flagelo que socava los principios fundamentales del derecho al trabajo y al respeto por la dignidad humana. La Ley 1010 de 2006, creada precisamente para erradicar estas prácticas, define el acoso como "toda conducta persistente y demostrable, ejercida sobre un trabajador por parte de un superior, compañero o subalterno, destinada a infundir miedo, intimidación o angustia, o a causar perjuicio laboral". En este caso, las pruebas sobran.

No es justo que los trabajadores deban levantarse cada día, dejar a sus familias atrás, y dirigirse a un ambiente de trabajo donde el maltrato es la norma y no la excepción. Donde las expectativas de crecimiento profesional son reemplazadas por amenazas veladas y exigencias imposibles. La motivación, motor de cualquier empresa exitosa, ha sido desterrada de esta área, reemplazada por la sumisión y la resignación.

Los administrativos lo saben. No pueden alegar desconocimiento. Han visto, han escuchado, han callado. Pero el silencio es complicidad y la inacción, una falta ética que pesa sobre cada uno de ellos. Una empresa no puede construirse sobre la guerra de egos y la desarticulación de sus áreas. Lo que se vive en la Concesión Transversal del Sisga no es trabajo en equipo, es una batalla campal donde la jerarquía se impone con látigo y la autoridad se ejerce con crueldad.

Es momento de actuar. Que este escrito sirva como precedente, como llamado de atención, como punto de inflexión para una empresa que, en su afán de control, ha olvidado que su recurso más valioso no son sus contratos ni sus concesiones, sino las personas que cada día construyen con su esfuerzo lo que los directivos solo firman en papeles.

Las investigaciones arrojarán la verdad. La realidad de lo que ocurre no necesita adornos, solo valentía para ser revelada.

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