De la leña al gas: cómo el servicio cambió la vida de hogares humildes y por qué preocupa su futuro

El gas natural no es un lujo. Es dignidad, salud y sustento para millones. Perderlo sería apagar el fogón y la esperanza en miles de hogares colombianos

Por: Jorge Luis Urrego
julio 07, 2025
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De la leña al gas: cómo el servicio cambió la vida de hogares humildes y por qué preocupa su futuro

Soy uno de los millones de colombianos que ha visto cómo el gas natural le cambia la vida a una familia. Lo sé porque lo viví.

En mi casa, durante años cocinamos con leña. Recuerdo a mi mamá con los ojos llorosos por el humo, y a mis hermanos tosiendo en la madrugada cuando aún quedaba el olor impregnado en las paredes. Era normal que el hollín lo tiñera todo: las ollas, la ropa, hasta los pulmones.

Cuando pusieron el gas, todo cambió. Ya no se pasaba tanto trabajo para cocinar, la casa dejó de oler a humo y mi mamá empezó a sentirse mejor. Hasta nos empezamos a sentar más seguido a comer juntos, sin tanto corre-corre.

Por eso me duele ver que este servicio, tan significativo para todos, esté hoy en riesgo. Para muchas familias, cada peso importa. No se puede ignorar lo que implica no contar con un servicio que incide directamente en la dignidad y bienestar del día a día. Es injusto que quienes más necesitan este servicio terminen asumiendo las consecuencias de la falta de voluntad de unos pocos. No se trata solo de economía, se trata de soberanía energética, de cuidar lo que es nuestro y garantizar que siga estando al alcance de todos.

El gas natural no es un lujo. Es una herramienta para vivir con dignidad. En muchas casas, es lo único que garantiza una comida caliente en el día, y no es exageración, conozco familias que, cuando se les acaba el gas o no hay plata para recargar, simplemente no comen. También hay quienes han levantado pequeños negocios desde su cocina: venden empanadas, almuerzos, arepas, gracias a ese servicio. Sin gas natural, no solo se apaga el fogón, se apaga la posibilidad de progresar. Incluso, el gas natural hace la diferencia entre estar enfermos por el humo y respirar más tranquilos. Por eso defender el acceso al gas natural es defender también la economía popular, el trabajo informal y la vida misma en miles de hogares.

Escribo estas líneas no como técnico ni como político. Lo hago porque sé lo que significa vivir sin gas natural y también lo que se siente cuando por fin llega a un hogar. Por eso creo que nuestras voces, las de quienes agradecemos poder usar servicios que dignifican nuestras vidas todos los días, también deben ser escuchadas. Porque el gas natural no es solo un servicio público. Es parte de lo que nos permite vivir con dignidad.

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