Dime con quien andas y te diré quién eres. Ese viejo dicho de las abuelas es infalible a la hora de establecer en qué está una persona. Si alguien anda con virtuosos, lo más probable es que sea un virtuoso. Pero si alguien se rodea de degenerados, de seguro es un degenerado.
Para comprobar el proceso de descomposición que ha experimentado el gobierno de Gustavo Petro no hay mejor camino que observar con quien anduvo el Mandatario a inicios del mismo y quienes están a su lado hoy.
El primer ministro de Hacienda fue José Antonio Ocampo. Profesor universitario, exministro, exsecretario de la Cepal, Ocampo es un economista respetado dentro y fuera del país. Su nombramiento fue recibido con regocijo por los sectores académicos y empresariales que reconocían el conocimiento y la experiencia de este vallecaucano.
A la cartera de Educación llegó Alejandro Gaviria. Con una amplia trayectoria académica, Gaviria fue rector de la mejor universidad de Colombia, la Universidad de los Andes, y también se desempeñó como ministro de Salud.
La primera ministra de agricultura de Petro fue Cecilia López. Otra economista respetada que ya había desempeñado ese cargo, había sido también ministra del medio Ambiente Jefa de Planeación Nacional y senadora de la República.
Pero incluso dentro de las huestes petristas había gente respetable. Como Carolina Corcho, la primera ministra de Salud, autora de la fallida reforma a ese sector. No tengo la menor coincidencia ideológica con esta señora y estoy convencido de que la reforma que impulsó era un desastre, pero ello no me impide reconocer que es una persona seria y coherente con su forma de pensar. Y que actúa en consecuencia.
Ese era el perfil de las personas que rodeaban a Petro cuando llegó a la Presidencia. Ocampo, Gaviria y Cecilia López duraron en el gobierno lo que dura un merengue en la puerta de un colegio. Y era apenas natural. Su visión del Estado era muy diferente a la de Petro y cuando uno está en desacuerdo con el jefe no le queda otro camino que irse.
A Carolina Corcho la sacó del gobierno el hundimiento de la reforma a la salud. En el Congreso la consideraban muy radical, y lo es, y Petro entregó la cabeza de su leal colaboradora, convencido de que de esa forma le iban a aprobar la iniciativa.
Pero como lo que había que cambiar era la reforma y no la ministra, esta se volvió a hundir.
Una constante en este gobierno es que cuando un funcionario se va, el que llega a reemplazarlo es muy inferior al que se fue.
Y con esa dinámica llegamos al escenario en el que estamos hoy: un presidente lunático rodeado por tres chiflados.
Y me quedo corto cuando califico de chiflados a Armando Benedetti, Eduardo Montealegre y el ‘Pastor’ Saade.
Es increíble que una persona con los antecedentes judiciales y mentales que tiene Armando Benedetti sea ministro del Interior. A este personaje la Corte Suprema de Justicia le adelanta la pendejadita de seis investigaciones por toda clase de delitos. Entre otras cosas, está acusado de ser el cerebro del Cartel de la Hemofilia que le robó miles de millones de pesos al departamento de Córdoba.
Pero además es un maltratador de mujeres, un patán y un chantajista que amenazó a Laura Sarabia de que si abría la boca, todos, incluido el presidente Petro se iban para la cárcel. Y para completar, es un drogadicto consumado y consumido.
Montealegre es un sinuoso personaje, cuyo más notorio antecedente es haber sido el protector de Carlos Palacino, el expresidente de Saludcoop que está preso por haber saqueado a esa EPS, que llegó a ser la más grande del país.
Pero el peor de todos es el autodenominado Pastor Saade. Y digo autodenominado porque a este individuo nadie lo ha ordenado como pastor, no dirige ninguna congregación, ninguna Iglesia lo considera pastor y en la Confederación Evangélica de Colombia no lo reconocen como tal. Mejor dicho, es un farsante.
Y un farsante peligroso, porque públicamente invita a que se desconozca la ley, calumnia e injuria a todo aquel que lo cuestiona. Y además es el peor subalterno que alguien pueda tener, porque en lugar de hacerle ver a su patrón los errores que comete, le aplaude todas las metidas de pata.
Un drogadicto, sub judice, chantajista y maltratador de mujeres; un protector de bandidos y un farsante lambón y agresivo. Esos son los tres chiflados que hoy rodean al Presidente de Colombia, que tampoco es el mayor ejemplo de cordura que existe.
Esa es la mayor muestra del proceso degenerativo en que está inmerso un gobierno que ya se encuentra en avanzado estado de descomposición.
Del mismo autor: Colombia necesita más alocuciones de Petro. Y más largas
Anuncios.
Anuncios.
