El cambio que prometió Petro no llegó, pero echar para atrás sería aún peor

No llegó el cambio y hacia atrás asustan es el más reciente libro de William Ospina, pero también la síntesis de un país atrapado en una polarización destructiva

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septiembre 11, 2025
El cambio que prometió Petro no llegó, pero echar para atrás sería aún peor

William Ospina además de sobresalir como escritor de literatura, en narrativa y poesía, es un observador y analista de la realidad del país frente a la que opina a través de columnas dominicales en El Espectador y de ensayos. Reflexiones que forman parte de su último libro publicado por Random House, No llegó el cambio y hacia atrás asustan con las que busca mirar hacia adelante después de tres años del gobierno de Petro en el que la expectativa de cambio movilizó electoralmente a millones de colombianos que lo llevaron a la Presidencia.

Sin embargo, los resultados como gobernante han dejado frustración y desesperanza, pero sobre todo una “polarización experta en calumniar y destruir al contrario y no proponer los factores de unión que permita salir de la postración de pequeña aldea” en que sigue Colombia. Este es el centro de la conversación del escritor con Juan Manuel Ospina.

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Juan Manuel Ospina: Este libro se llama, No llegó el cambio y hacia atrás asusta. Es un título impactante que está muy marcado por el periodo Petro que nos está generando a la inmensa mayoría de los colombianos una enorme preocupación. ¿Qué le pasó a Petro en todo eso? ¿En qué quedó aquello que fue un gran sueño y hoy pinta como una gran desilusión?

William Ospina: Estoy convencido de que en las elecciones pasadas la inmensa mayoría de la población votó por un cambio. Colombia sigue no solamente queriendo un cambio, sino necesitando con toda urgencia un cambio muy profundo. Y yo lo que me pregunto en mi libro, es ¿Qué podría llamar uno realmente un cambio en una sociedad como la colombiana? y ¿Qué tipo de cambios son los que prioritariamente se requieren para que el país se eche a andar en otra dirección?

En otra dirección significa que deje de vivir de la politiquería, que deje de vivir de los forcejeos inútiles en el Congreso, que deje de vivir en la corrupción, que le brinde oportunidades reales a la gente.

Y lo que yo siento es que la primera prioridad de un cambio en Colombia es la construcción de una economía legal formal en grande, no de pequeños retacitos de economía. Colombia tuvo grandes momentos de impulsos modernizadores. Yo creo que el más importante fue la reforma agraria de finales del siglo XIX, que yo intenté rastrear en mi novela Guayacanal, y que permitió la creación de la zona cafetera de la cual vivió Colombia durante un siglo.

Pero a comienzos del siglo XX Colombia tuvo grandes hitos modernizadores. Una incipiente industrialización, el tendido de los ferrocarriles, la navegación del río Magdalena, y hasta Colombia participó en la creación de la segunda aerolínea comercial del mundo. Tal era el impulso modernizador que el país traía.

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Pero a partir de cierto momento todo eso empezó a revertirse de una manera alarmante, y yo le atribuyo a la política y a nuestra manera de entender la política y al tipo de Estado que construimos, buena parte de la responsabilidad de que el país perdiera su rumbo en términos de modernidad, dejara de tener una economía, un proyecto de economía incluyente, moderna, hasta el punto de que se destruyó la poca industria que llegamos a tener. Se destruyeron algunas de las instituciones, por ejemplo, que la República Bipartidista creó y que eran funcionales, Unidema, Unifi, Instituto de Defensa de los Recursos Naturales, una Caja Agraria que la gente llegó a querer como parte de la vida familiar. Esas cosas se destruyeron, se destruyó la economía formal, y el país terminó viviendo de las economías ilegales, como es apenas natural.

Cuando no se construye una economía legal en la cual pueda discurrir, la gente aspira a la riqueza, pero ¿cómo va a aspirar a la riqueza en un país donde no hay posibilidad de crear empresas, donde no hay crédito, donde no hay estímulo a la iniciativa y al emprendimiento? Entonces, no hubo nunca una preocupación real por crear un mercado interno. Nos especializamos en producir cosas para el mercado mundial. Oro, perlas, esmeraldas, quina, tabaco, café, todo se hacía para el mercado externo.

No es de extrañar que en esa tradición de producir lujos y vicios para el mundo hayamos terminado produciendo marihuana y cocaína, ¿no? Eso formaba parte ya de un camino que venía trazado. De manera que corregir eso, crear una economía legal en grande, es la primera prioridad del país y si no se hace, ninguna tarea verdadera se va a cumplir. Reformar al Estado para que sea un Estado eficiente y deje de ser un Estado parasitario, extorsivo, que todo lo estorba y que en nada ayuda, ¿no? Porque este es un Estado que es experto en cobrarnos, en exigirnos que cumplamos con nuestros deberes, pero no es un Estado que cumpla con sus deberes, o sea, que no predica con el ejemplo hasta que no reformemos el Estado para que se vuelva a tener un Estado liviano, eficiente, responsable, respetuoso del ciudadano.

Aquí tienen la costumbre de decir que el ciudadano tiene que respetar la ley, pero es que la ley también tiene que respetar al ciudadano para que ese proyecto de ida y de regreso se cumpla verdaderamente. Entonces, un Estado que dé ejemplo es lo primero que necesitamos aquí, y no un Estado que se eternice en la discordia. Y entonces, desafortunadamente, la política colombiana desde hace mucho tiempo se especializó en poner al medio país a odiar al otro medio, y eso ha sido desde los tiempos del bipartidismo, y ahora ha vuelto a ser con especial intensidad la predica de los políticos.

Siempre el otro es un monstruo, y entonces el país gasta toda su energía en que medio país odie al otro medio, y no encontramos nunca el día de empezar a sanar las heridas y a emprender las tareas que son urgentes. Me gusta también repetir que Colombia, hay países que han encontrado su grandeza a pesar de que el destino los sembró en un desierto, pero Colombia no es un desierto. Colombia es un país lleno de recursos, de riquezas, de toda índole, toda el agua del mundo, toda la biodiversidad del mundo, una riqueza de paisajes, una riqueza de climas, algo extraordinario.

¿Cómo es posible que con el semejante tesoro estemos viviendo, muriendo de indigencia en el paraíso?, como decía García Márquez, porque no hemos construido un relato de nación en el que quepamos todos verdaderamente y en el que tengamos un rumbo.

Vea aquí la conversación completa

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