La capital colombiana cuenta con más de 60 museos que permiten conocer y disfrutar de su cultura, arte y patrimonio. Y uno de los más desconocidos es el Museo del Vidrio de Bogotá (Mevibo), ubicado en el barrio San Cristóbal, en el sur de la ciudad. Se trata de un espacio que rinde homenaje a los artesanos del vidrio en todas sus disciplinas, entre ellas la del vidrio soplado: una técnica que se practica en Colombia desde 1834.
Este espacio, en el que se encuentran saberes, experiencias y arte, nació en el 2010 con el objetivo de rescatar y a la vez visibilizar distintas técnicas de arte con vidrio. Inicialmente lo hizo como un espacio virtual, con diversas actividades con públicos variados. Fue entonces cuando surgió la iniciativa de transformar el espacio virtual en uno físico.
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En 2012 comenzó la adaptación de la Casa La Eneida, de arquitectura republicana, ubicada sobre el llamado ‘Camino viejo’ de San Cristóbal y, en 2014, después de dos años de esfuerzos, se abrió el actual museo. Cuenta con tres salas permanentes y una temporal, un taller y una tienda. En este lugar se alberga una colección de 350 piezas de vidrio. Además, funciona como un centro cultural que promueve el aprendizaje, la apreciación de este arte milenario y distintos emprendimientos locales.
Apoyo a los artesanos
Este museo comunitario no solo resalta la historia y el arte del vidrio, también busca destacar el trabajo de los artesanos locales que han mantenido viva esta tradición. Sandra Solano, bogotana de ‘raca y mandaca’ —como dice ella— es la directora de Mevibo. Cuenta que allí tienen un escenario para mostrar sus creaciones mientras reivindican el trabajo del vidriero y su legado en la cultura y la industria nacional.
Solano tiene un amor especial por las técnicas de vitromosaico y vitrofusión, que combina con sus actividades de socióloga, actriz y coach en liderazgo y oratoria. Cuenta con una trayectoria de más de 20 años en procesos sociales y comunitarios.
Este museo recoge la iniciativa de más de 20 fábricas entre vidrio y ladrillo que durante muchos años conformaron el territorio del cristal y donde se halló excelente mano de obra en todas sus disciplinas.
El vidrio, con el paso de los años, se ha convertido en una tradición de padres e hijos no solo para cubrir las demandas y las necesidades del mercado sino como una forma de generar recursos y de atraer turistas a sectores como el sur de la ciudad.
Entre aprendices y maestros vidrieros son alrededor de 70 personas las que hacen parte de este museo comunitario. Allí se exploran alrededor de siete técnicas entre las que se encuentran vidrio soplado a la caña, vidrio a la flama, talla, vitromosaico, vitrofusión y reutilización vitral.
Para quienes estén interesados en visitar el Mevibo, la entrada tiene un costo de $5.000 y su horario es de miércoles a sábado. Se encuentra en la carrera 1A # 6C-75 sur. Cuentan, además, con un portafolio de talleres dirigidos a los visitantes. Dependiendo de la técnica, pueden participar personas desde los cinco años de edad. Los precios van desde los $50.000 en adelante, que incluyen los materiales.
Entre los maestros vidrieros que hacen parte del grupo de artesanos que exhiben sus obras, dictan talleres y mantienen viva la tradición del vidrio se encuentran Mario Maldonado, Jorge Ayala, Alfonso Baquero, Carlos Conde, John Conde, Miguel Mahecha, Gladys Salcedo, Kelly Ospina, entre otros.




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Historia y patrimonio
El Museo del Vidrio de Bogotá es una institución que recopila el acervo documental que da cuenta de los orígenes del vidrio y la evolución de este material en Colombia y en el mundo. Pero su mayor importancia está dada en que es un lugar de formación que posibilita el encuentro con los profesionales del vidrio, reconoce y destaca sus obras y piezas de gran valor artístico y propone un diálogo de empleo con responsabilidad social.
La importancia de la práctica de la vidriería es tal que hoy hace parte de la Lista Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial de Bogotá, que permite identificar y registrar las prácticas culturales de las diversas comunidades que habitan un territorio. Esta lista se orienta también a construir instrumentos de gestión de dichas prácticas culturales para garantizar la sostenibilidad y salvaguardia de este patrimonio vivo.
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