Es innegable que Colombia está pasando nuevamente por los “Dolorosos”, como dice el adagio popular, y que pareciera que hemos vuelto varios años atrás, viviendo y sintiendo los golpes de violencia en todas sus formas, es un país que se desgarra otra vez.
Desde fuertes discusiones y divisiones en las familias por conceptos políticos, desastres naturales que se hacen más frecuentes por nuestra naturaleza agreste, narcotráfico sin límites, desapariciones forzadas que quedan en silencio, secuestros en las carreteras de las que pocos hablan, atentados terroristas enviados por cabecillas de guerrillas que vuelven a surgir, bombas a diestra y siniestra, para un balance de víctimas y más víctimas inocentes.
Y si a todo lo anterior, le sumamos la falta de creer en Dios, de haberlo sacado de las aulas, de los sitios de trabajo, de saber que hay un ser creador perfecto al que le debemos todo y al que habrá que rendirle cuentas sin excusas; ¿qué castigo nos hubiera podido traer, aprobar el proyecto de ley, presentado por el Pacto Histórico, que pretendía dar vía libre para poner la brujería, el espiritismo, la santería y otras prácticas ancestrales similares, como expresión de libertad religiosa y de cultos en Colombia? Como por obra y gracia del Espíritu Santo, por fortuna se cayó, porque así seguramente hubiésemos traído más ruina, miseria, pobreza, muerte y desolación, y un desamparo espiritual sin límites, similares a como sucede en países como Haití, Cuba, norte de Brasil, Venezuela, entre otros, donde se convirtió en el pan de cada día realizar estas pericias, y al final terminan sin levantar cabeza, quedándose como detenidos en el tiempo y sin poder progresar.
Incluso, recuerdo que, en nuestro país en la campaña electoral pasada del 2022, se denunció que, en varias plazas centrales de grandes y pequeñas ciudades, se hicieron ritos de este tipo, trayendo gente de otras partes, especializadas en este tipo de ritos, entregando nuestra querida Colombia a fuerzas demoniacas, aunque suene a ciencia ficción, y ¿cómo está nuestra nación hoy? Usted mismo la puede juzgar, desde problemas de salud mental, hasta odios que hieren y matan.
La fe, la esperanza y los principios, son lo único que pueden sostener al ser humano, por eso no los podemos perder. La entrega total al que todo lo puede… ¿Qué pasaría si realmente todos, desde su religión, volviéramos la cara a Dios, de rodillas clamáramos y nos arrepintiéramos de nuestro mal, de haberle dado la espalda, de creernos como Él para decidir a quién quitar del camino, simplemente porque me estorban para mis planes y metas? Esta humanidad debe dejar de generar guerras bélicas y maquiavélicas, que siguen dejando hambre y víctimas fatales en el mundo: padres que cada vez más tienen que enterrar a sus hijos, en contravía de la lógica de la vida, de ver perder poblaciones enteras huyendo porque unos pocos deciden que ese no es su territorio.
Afortunadamente, Colombia es una nación de fe, del bien llamado “País del Sagrado Corazón”, y no es momento de perderlo. Estamos en una etapa crucial, donde debemos bajar los ánimos, aprender a tolerarnos, a respetarnos, a creer que, con la ayuda de Dios, todo puede ser mejor. Es tiempo de cultivar la calma, armonizar nuestro corazón para amar más, aceptar a quien piensa diferente, mejorar las relaciones, aunque nos cueste, y aprender a hacer silencio, que también es una forma de comunicación cuando el otro quiera tentarnos a perder la tranquilidad.
Recordemos que el mal hace más ruido que el bien, pero estamos en un país donde todavía se presentan milagros, como el reciente que abortó el proyecto de ley para hacer de la santería, el espiritismo y el satanismo una religión. Como quien dice, íbamos en caída libre. Gracias Colombia, por no perder la fe.
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