La ciudad perdida de Falan: un tesoro escondido entre la selva del Tolima a cinco horas de Bogotá

Ruinas mineras, ranas venenosas y selva virgen rodean la misteriosa ciudad perdida de Falan, un destino oculto en las montañas del Tolima

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junio 11, 2025
La ciudad perdida de Falan: un tesoro escondido entre la selva del Tolima a cinco horas de Bogotá

A poco más de 190 kilómetros de Bogotá —unas cinco horas por carretera, según el tráfico y el clima—, comienza a cambiar el aire. La cordillera central empieza a levantar sus laderas y la vegetación se vuelve más densa, más húmeda, más viva. Es en este rincón del Tolima, cerca de Mariquita, donde el tiempo parece haberse detenido. Allí, muy cerca del pequeño municipio de Falan, se esconde una ciudad perdida. No aparece en los mapas turísticos ni en los afiches de las agencias de viaje, pero quienes han llegado hasta ella aseguran que no existe otro lugar igual en Colombia.

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El camino comienza en Falan, un pueblo que nació como caserío minero en el siglo XVII bajo el nombre de Santana de Lajas. Su historia está marcada por el saqueo: primero los españoles, luego los ingleses, ambos atraídos por las vetas de oro y plata que cruzaban las montañas. Lo que quedó de aquel tiempo son ruinas mineras tragadas por la selva, vestigios oxidados de una época de codicia que hoy sirven de guía para quienes se aventuran a pie por los senderos de la reserva forestal.

Para llegar a la ciudad perdida se requiere caminar unas tres horas montaña arriba. El sendero no es difícil, pero sí exige atención: las piedras están húmedas, los puentes de guadua resbalan con la lluvia, y a cada curva la vegetación cierra el paso como si quisiera proteger los secretos que guarda. La selva no es solo un decorado: es la protagonista. Manadas de monos atraviesan los árboles, aves invisibles gritan desde las copas, y entre las hojas se camuflan ranas venenosas, negras con rayas fosforescentes, tan diminutas como hipnóticas.

Entre las ruinas, se descubren entradas de minas, túneles colapsados, vestigios de maquinaria y fragmentos de arquitectura industrial escondidos entre musgos y raíces. Es un lugar donde la historia se mezcla con la botánica: la rosa de monte, por ejemplo, crece como una explosión rojiza entre los troncos, rodeada de hormigas curiosas. Los árboles son tan altos que cubren el cielo, y la quebrada Morales baja con una fuerza cristalina que recuerda que aquí la naturaleza nunca se rindió.

La ciudad perdida de Falan no tiene murallas ni templos, pero emana un tipo distinto de misterio. Es un sitio que susurra historias al oído de quienes lo caminan con respeto. No hay rótulos ni explicaciones, solo ruinas silenciosas que invitan a imaginar cómo fue todo antes de que el monte lo reclamara. Un lugar suspendido entre la memoria y el olvido, donde las piedras aún parecen hablar y la selva no deja de crecer.

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