La corona de la Virgen de los Andes hecha en Popayán es una de las joyas del Museo Metropolitano de NY

La familia Hurtado y Arboleda la cuidó, en 1910 un gringo la adquirió, fue subastada varias veces hasta que llegó al MET que la tiene avaluada en USD 2 millones

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agosto 09, 2025
La corona de la Virgen de los Andes hecha en Popayán es una de las joyas del Museo Metropolitano de NY

Una joya de la orfebrería colonial de Colombia es la admiración de los visitantes en una de las salas del MET, Museo Metropolitano de Nueva York. Entre los dos millones de piezas del museo. ocupa un espacio privilegiado la corona de la Virgen de la Inmaculada Concepción conocida como la Virgen de los Andes. Una obra de arte en oro y esmeraldas que nació en 1660 en Popayán donde una cofradía de ilustres y piadosos payaneses la mantuvo y le dio brillo y hasta que el siglo pasado cambió de manos antes de llegar al MET.

Fue creada para vestir una imagen de la Virgen venerada en la catedral de Popayán, donde su confraternidad la mostraba en procesiones, en agradecimiento por los favores recibidos, entre ellos librar y sanar a la ciudad de los brotes de viruela. Familias influyentes payanesas estuvieron vinculadas como miembros, benefactores o protectores de la hermandad.

Eran ellos quienes financiaban ornamentos, custodias y joyas, pero la corona nunca se registró como propiedad privada de una familia en particular. Manuel Ventura Hurtado y Arboleda, quien en 1763 era mayordomo de la Cofradía es señalado como mecenas principal de la corona, donando numerosas esmeraldas para su construcción. Tras él, su sobrino Nicolás Hurtado y luego Antonino Olano (casado con Liboria Hurtado Mosquera) mantuvieron el cargo de mayordomía.

La corona mide unos 34 cm de altura por 33 cm de diámetro y pesa aproximadamente 2,4 kilogramos. En ella se entrelazan delicadas hojas de viña remachadas en oro y agrupaciones de 443 esmeraldas en forma de flores que un siglo después se remataron con cuatro majestuosas arquerías imperiales que terminan en un orbe crucífero, el símbolo cristiano de una esfera que termina con la cruz y proclama la soberanía de Cristo sobre el mundo. La gema más apreciada es la llamada esmeralda de Atahualpa, de 24 quilates y presuntamente proviene del tesoro inca capturado por Francisco Pizarro.

De Popayán a Nueva York

A principios del siglo XX la corona dejó Popayán: tras autorización papal en 1914 para su venta, fue adquirida en 1936 por Warren G. Piper, por USD 125.000. Piper era un joyero de Chicago que la dio a conocer en ferias mundiales, vitrinas de Macy’s, cenas de gala. Así se transformó en espectáculo, en objeto publicitario, lejos de sus orígenes.

La venta fue impulsada por Manuel José Olano Borrero, heredero de la Confraternidad de la Inmaculada Concepción, quien encargó a su hijo Fernando y al abogado Luis Carlos Iragorri Peña que viajaran a Estados Unidos para la negociación.

Pasó por varias manos privadas —entre ellas Sotheby’s y la familia Heyman— hasta llegar al MET en 2015, gracias a fondos donados Lila Acheson Wallace, cofundadora de Selecciones de  Reader's Digest en 1922, y otros fondos.

 El museo dedicó un importante esfuerzo de conservación cuando la corona llegó, pues la piezas sufrieron grietas y colapso parcial. Conservadores, científicos y curadores diseñaron un montaje reversible que preservara la estabilidad sin sacrificar la estética.  Hoy se exhibe en la Gallery 626 (o 357 según distintas referencias) del ala americana del museo, confinada en una urna de cristal blindado, antibala y antisísmico.

Es una joya que forma parte de la colección del Metropolitan Museum frente a incunables de todo el mundo cuyo valor alcanza los 2 millones de dólares.

Otras coronas también famosas se conservan en Colombia: la de la Virgen de Chiquinquirá que es la más icónica de la nación, en oro y piedras preciosas, la de la Virgen de las Mercedes en Popayán custodiada por la cofradía que lleva su nombre, la de la Candelaria en Cartagena, conservada en el Convento de la Popa, en oro y piedras preciosas con el estilo de la orfebrería colonial cartagenera, la de la Virgen de Monguí en Boyacá, una de las más antiguas, o la de la Virgen de la Peña en Bogotá.

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La custodia La Lechuga con 1.400 esmeraldas fue vendida por los jesuitas para financiar el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio

Aunque no es corona, otra de las joyas coloniales colombianas es la famosísima custodia La Lechuga de la Compañia de Jesús, cuyo nombre se debe a las 1.400 esmeraldas engastadas que le dan el color verde. Fue adquirida por el Banco de la República y el dinero pagado lo utilizaron los jesuitas para conformar el fondo para financiar el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio en cabeza del Padre Francisco De Roux SJ. Esta puede apreciarse en el Museo de Arte Religioso del Banco de la República en Bogotá.

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