Para nadie es un secreto la importancia que tiene en la vida pública o privada de los ciudadanos en una democracia, del mérito, esta palabreja de normalmente connotación positiva que según un artículo publicado por la doctora en derecho en la revista digital "Ámbito jurídico" María Adelaida Ceballos, el concepto del mérito en definición monolítica no es precisamente tan estricto, sino todo lo contrario, es un concepto ‘’cambiante y con muchas aristas".
Sin embargo, cabe mencionar que hoy muy pocos se atreverían a dudar del poder y la valía de este concepto, de seguro porque nos la han metido en la cabeza como aquel bien que permite que a través de esta se pueda supuestamente alcanzar el éxito justicia, igualdad o equidad, estas gracias al poder del esfuerzo personal y las cualidades del que se hace mérito para obtener un título, un puesto, un bien, un poder etcétera.
Pero cabe preguntarnos ¿El mérito es un arma de doble filo? No se niega para nada de la valía del mérito, pero ¿no creen que esta no es para nada justa y que solo se reduce a las dinámicas de un mercado y de un orden mundial? Uno que seguramente ha desconocido las realidades, necesidades y contextos de aquel ciudadano que no alcanzó el perfil, la estructura y el método que promulgo la idea del mérito. ¿No les parece que en ocasiones el mérito y su discurso oculto infiere directa o indirectamente que cada uno es culpable de su camino, o como dicen algunas oligarcas, que el pobre es pobre porque así lo quiere? Es decir, se nos achaca la idea de que el éxito es exclusivamente de las decisiones, capacidades y destrezas de la persona, y no estrictamente del orden social que habita.
El filósofo estadounidense Michael Sandel, en su obra titulada "La Tiranía del mérito" mencionaba precisamente que el mérito no es para nada igualitario, todo lo contrario, es una horda excluyente carente de sentido común, solidaridad y más bien según este, hace crear las dinámicas y las relaciones de poder basadas en el individualismo, el narcisismo y el ego, ese que premia al que mejor lo hizo, y castiga con la indiferencia y la exclusión al que no pudo superar el estatus, la vara y la escalera impuesta por otros, esos que se ajustan a las órdenes y directrices del neoliberalismo.
Siempre se nos ha vendido la idea de que todo lo que hagas bueno será recompensado, esto en todo ámbito, incluso la fe, por ejemplo, cuando se menciona que, si eres una buena persona en la tierra, en la muerte alcanzarás el paraíso, o en la escuela, cuando se da una estrella o una buena calificación al estudiante que obtuvo un buen promedio en la prueba o evaluación final.
Todos los ámbitos están permeados en la lógica del premio y el castigo, y es preciso que el mérito se instrumentalizó como aquel recompensa o premio por un esfuerzo, pero desconociendo las realidades, esas como que no todos nacemos en igualdad de condiciones, esas que se ven reflejadas en simples ejemplos, como que no todos pudieron comprar el formulario de la prueba, todos no llegaron desayunados para la entrevista del trabajo, no todos pudieron pagar el curso de inglés para el requisito de la multinacional etc.
El mérito hace ver hipócritamente que todos tenemos las mismas oportunidades, pero en el fondo es un mero formalismo y protocolo para hacer cultivar una minoría de ´´exitosos´´ y suprimir una mayoría de "fracasados" que no alcanzaron el puntaje, el requisito, la directriz, el método y la dinámica del mérito de hoy. No cabe la menor duda que hoy existe muchos excelentes profesionales y extraordinarios seres humanos, pero que infortunadamente siguen buscando trabajo o esperando la oportunidad para ser parte de una minoría que en ocasiones resulta legitimando el discurso del sálvense quien pueda, y del pobre es pobre porque así lo desea. Permitamos que el mérito exista, pero que sea popular, incluyente, diverso, solidario y que permita ver realidades y otros criterios, unos que no hagan excluir, sino que integran en el sentido común, como decía Sandel.
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