Los propósitos de Trump con el aumento de los aranceles
Los nuevos aranceles, según Trump, buscan proteger la producción de Estados Unidos, recaudar dineros para subsanar los déficits y presionar a otros países para obtener concesiones en los mas diversos campos, desde el control al tráfico de fentanilo hasta la disminución del flujo de emigrantes. Espera además atraer inversión extranjera y conquistar objetivos geopolíticos.
No se puede negar que la crisis de la globalización, visible por lo menos desde 2008, ha fortalecido las posiciones nacionalistas de las más variadas orientaciones, como es el caso de la India, China, Turquía y otros países.
La posición de Trump pone por delante el enfoque nacionalista en Estados Unidos. Los demás nacionalismos, según Trump, deben supeditarse al suyo propio. Pero el tipo de nacionalismo trumpiano y los esfuerzos por fortalecer la economía interna no pueden abstraerse del hecho de que, por razones estructurales, el capitalismo estadounidense necesita materias primas, debilitar la industria de sus competidores, asegurar mercados a nivel global y controlar las cadenas de suministro ante la realidad de que está perdiendo la carrera militar con Rusia y la guerra comercial con China.
La agenda interna de Trump es de un neoliberalismo extremo. Eliminar regulaciones a la banca, despedir miles de empleados de las instituciones federales, recortar los presupuestos de los estados, golpear el sistema de salud pública, reducir el papel del gobierno federal en las regulaciones laborales y disminuir los controles ambientales, y todo en nombre de la creación de empleo. Bajo la coordinación de Elon Musk se les han violado los derechos laborales a miles trabajadores gubernamentales en nombre de la eficiencia.
El fortalecimiento de posiciones nacionalistas en varios países refleja la percepción de que la hegemonía norteamericana tiene un papel depredador sobre el resto del mundo y que la arquitectura política y económica del mundo está haciendo agua.
Los aranceles como instrumento de protección y de dominio
Los países desarrollados utilizaron los aranceles para fomentar la producción local protegiendo la naciente industria de la competencia extranjera y para defender el mercado interno.
Los países más desarrollados siguieron aplicando distintas medidas de protección que incluyen no solo aranceles sino medidas administrativas, sanitarias y de empaquetado, entre muchas otras.
En el marco de la OMC, las negociadores apuntaban a eliminar los aranceles en forma generalizada, pero no lo lograron, pues los países desarrollados no aceptaron desproteger su agricultura como tampoco una buena parte de su industria. Se empeñaron también en mantener el control de los flujos de capitales y de los servicios.
La cláusula de Nación más favorecida de la OMC exigía que todos los países tuvieran un trato similar en materia arancelaria. Hubo excepciones. Con la “cláusula de habilitación”, la OMC permitió que los países desarrollados otorgaran un tratamiento diferencial a los menos desarrollados. Lo hizo mediante los Sistemas Generalizados de Preferencias (SGP) que, bajo el argumento de promover el crecimiento de los de menos desarrollo, moldearon los sistemas productivos de los países en desarrollo, alimentaron las cadenas de suministro de los países industriales garantizando el abastecimiento de materias primas necesarias para los procesos productivos y mantuvieron la especialización del Tercer Mundo en productos básicos sin mayor valor agregado.
Con el TLC, Colombia fue manipulada con el chantaje arancelario
En Colombia, las preferencias otorgadas por Estados Unidos se concretaron primero en el ATPDA (1991) y después en el ATPDEA, o Ley de Preferencias Arancelarias Andinas y de Erradicación de Drogas (2002-2013), que otorgaba preferencias arancelarias a una cantidad de productos como compensación a los esfuerzos del país en la lucha contra el comercio de drogas. Menos de 1000 posiciones arancelarias se utilizaron y menos de 200 productos lo aprovecharon, en un momento en el cual el 70% de las exportaciones eran de petróleo y derivados.
El ATPDEA redujo o eliminó los aranceles para productos como flores, confecciones, tabaco, cacao, plásticos y manufacturas de cuero. Las manufacturas decayeron con la apertura y los TLC. El argumento utilizado para suscribir el tratado de libre comercio con Estados Unidos fue que en lugar de un acceso parcial, discrecional y temporal, Colombia obtendría el acceso permanente y garantizado de todo el universo arancelario al mercado más grande del mundo.
El precio que debió pagar Colombia fue abrir su mercado en forma ilimitada a las importaciones provenientes de Estados Unidos, eliminar los condicionamientos a la inversión extranjera, abrir el mercado de compras estatales y eliminar la capacidad del Estado de regular la economía, entre otras muchas concesiones.
El negocio resultó muy malo para Colombia: no llegó nueva inversión extranjera para la industrialización sino exclusivamente a aquellos sectores a los que ya había llegado. Simplemente, se trasladaron a tribunales supranacionales los litigios que se suscitaran y tampoco hubo una avalancha de exportaciones de Colombia a Estados Unidos, primero, porque el país no cuenta con oferta exportable y, segundo, por los requisitos proteccionistas en el mercado estadounidense.
La industria decayó con la competencia extranjera y el país siguió limitado a las exportaciones tradicionales. Las exportaciones industriales con algún valor agregado han tenido un papel marginal en el comercio con ese país.
En el TLC se había excluido la posibilidad de aumentar aranceles y cualquier modificación debería ser producto de negociaciones. Los nuevos aranceles de Trump violan el TLC pues, aun dentro del tratado comercio, un aumento arancelario debe ser consensuado o debe compensarse con medidas similares o equivalentes.
Conocedores de los efectos negativos del TLC, los gobiernos colombianos, incluyendo el de Gustavo Petro, nunca asumieron la tarea de replantearlo y ahora el Tratado es incumplido abrupta y unilateralmente por Estados Unidos. Se reemplaza lo malo por lo peor.
En su exposición, Trump exceptuó de las imposiciones de aranceles a los productos energéticos, los minerales, la madera, los farmacéuticos y a un impreciso rango de los que no se producen en Estados Unidos. De esta manera Colombia seguirá exportando lo mismo de siempre, pero con mayores costos y menores ingresos.
El café y otros productos que no produce Estados Unidos serán objeto de negociaciones en las cuales México tendrá ventajas en productos similares, pues mantiene por ahora algunas de las reglas del TLC con Estados Unidos, que será renegociado en 2026.
Los aranceles de Trump tienen un carácter recaudatorio y proteccionista, aumentarán los precios que pagan los estadounidenses disparando la inflación. Junto con la rebaja de impuestos a los grandes capitales ofrecida por Trump, será el pueblo quien pague los mayores costos.
Pero si las reglas del TLC eran perjudiciales para Colombia, ahora el comercio estará sujeto a la arbitrariedad y a la utilización de las armas comerciales de Estados Unidos para obtener concesiones en diversas materias como el control a los flujos migratorios, la lucha contra el tráfico de drogas y cualquier cosa que se le ocurra al prepotente inquilino de la Casa Blanca.
Alcance global de la nueva política arancelaria de Estados Unidos
Para Estados Unidos, la nueva política arancelaria representa el paso de la hipocresía al cinismo. Toda la fraseología sobre la ayuda al mundo en desarrollo o el papel benefactor de las inversiones, el comercio o el fomento del desarrollo en aras de la prosperidad común, quedaron en plata blanca: se trata ante todo de beneficiar a los magnates de Washington y recuperar la hegemonía mundial. Ahora en forma cínica Trump afirma: Estados Unidos primero.
Muchos analistas han caracterizado la política de Trump como un nuevo aislacionismo y el fomento de un modelo industrialista que podría ser imitado por otros países. Lo contrario parecer ser lo cierto. La búsqueda de la supremacía estadounidense, la guerra comercial que ha declarado aun a sus aliados, el anunciado esfuerzo industrial incluso a costa de la industria de los demás y su activismo internacional, visible en los casos de Medio Oriente y Yemen para controlar el mercado petrolero, el intento de colonizar lo que quede de Ucrania y el zarpazo que quiere con Groenlandia y Panamá, para citar sólo algunos casos, permiten prever una ofensiva global.
El deseo de construir las fuerzas armadas más poderosas del mundo e influir a las patadas en todos los acontecimientos no son precisamente una posición aislacionista.
Se han levantado miles de voces a escala mundial en contra de las medidas arancelarias de Trump, muchas de ellas añorando el estado de cosas anterior, como si el mundo marchara muy bien.
En un mundo caótico, desigual, injusto y violento, Trump expresa con su estilo simplista y chabacano, a costa de profundizar las crisis y provocar una recesión global, que hará a Estados Unidos grande otra vez sobre los escombros del resto de la humanidad.
Del mismo autor: Trump y el libre comercio. Los altos aranceles pueden ser un arma de doble filo
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