Opinión

La guerra en Ucrania y las posibilidades de la paz

Como expresaron los chinos, no podemos permitirnos que Rusia pierda esa guerra, porque después van a venir por nosotros

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agosto 20, 2025
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Las noticias dan cuenta de la serie de reuniones del más alto nivel entre los gobiernos de Rusia y los Estados Unidos, que incluyeron una entrevista personal en Alaska entre Donald Trump y Vladimir Putin. No se conocen informaciones específicas sobre el contenido y los resultados de esta última, aunque por los desarrollos posteriores se infiere que en buena medida se ocuparon de la guerra en el este de Europa.

Aunque se especula que el tema principal pudo haber sido algún tipo de acuerdo en torno al reparto de importantes recursos mineros a escala mundial y al equilibrio del armamento nuclear de ambas potencias. Trump, en una de sus habituales rabietas, tras un contrapunteo con el expresidente ruso Dmitry Medvedev, había dispuesto situar varios submarinos nucleares cerca de Rusia. Putin habría obrado en consecuencia.

Muchísima gente se preocupó con razón por tales movimientos, sobre todo porque existía un ultimátum previo de Trump a Putin, en el sentido de que, si no firmaba un cese al fuego con Ucrania en un brevísimo plazo, su país adoptaría mayores sanciones contra Rusia y contemplaría hasta la presencia de sus tropas en Ucrania. No pocos creyeron que podría sobrevenirse un conflicto nuclear de previsibles consecuencias.

Rusia había desestimado los emplazamientos de Trump y anunciado que comenzaba a producir en serie su misil balístico Oreshnik, el que, como saben todos, vuela altísimas velocidades hipersónicas, es imposible de detectar y por ende de detener. Como quien dice, las cosas estaban súper calientes a escala internacional, todo lo cual bajó tras las reuniones mencionadas. Trump, al parecer, ha decidido entenderse con Putin.

Lo cual despierta enormes preocupaciones en la Unión Europea. Desde su campaña presidencial, Trump fue reiterativo en que la culpa de la guerra en Ucrania correspondía al gobierno demócrata de Joe Biden, que, contra toda prudencia, había decidido incluir a Ucrania dentro de la OTAN, precipitando una explicable reacción de Rusia, que no estaba dispuesta a permitir tropas y arsenales nucleares de la OTAN en su frontera occidental.

Así que, en su parecer, los Estados Unidos no tenían por qué estar entregando multimillonarias ayudas a Ucrania. Lo mejor era terminar cuanto antes con esa guerra que podría conducir incluso a una conflagración mundial. La Unión Europea, por el contrario, con las excepciones notables de Hungría, Serbia y la república Checa, se ha empeñado tercamente en que esa guerra debe continuar, hasta el punto de vencer a Rusia y desintegrarla en varios países.

Por eso aspira a que los Estados Unidos intervengan con mayor intensidad. Diversos analistas afirman que, si Trump retirara toda ayuda a Ucrania, en armas y apoyo tecnológico satelital, la Unión Europea no tendría cómo asegurar el triunfo soñado. Es que, si bien se nos ha hecho creer que la guerra es entre Rusia y Ucrania, lo cierto es que se trata de un conflicto entre Rusia y toda la OTAN, en el que la participación norteamericana es vital para esta última.

Tanto así, que Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, recién viajó a Escocia a pactar con Donald Trump la compra de 750.000 millones de dólares en gas licuado, a precios mucho más altos que el que pagaban antes a Rusia, a la vez que inversiones europeas por 600.000 millones de dólares en los Estados Unidos, a más del pago de aranceles del 15 por ciento, algo que se ha considerado como una verdadera humillación a los pies de Washington.

La Unión Europea ha dejado de ser una potencia en sí misma, para convertirse en un simple satélite

Ese gesto de la Unión Europea pone de presente su evidente declinación. Ha dejado de ser una potencia en sí misma, para convertirse en un simple satélite. No sólo se desindustrializa y pierde influencia económica, sino que cada año resulta más notoria la disminución de su población, reemplazada lentamente por la proveniente de las culturas africanas y asiáticas, mayoritariamente musulmanas y reacias a la occidentalización.

Nadie se explica por qué su clase dirigente ha decidido olvidar su pasado y entregarse por completo a los Estados Unidos. No parece tener ningún asidero en la realidad la obsesión contra Rusia, a la que acusan de querer invadirlos incluso hasta Portugal. Los dirigentes europeos han puesto como prioridad la compra de armas a los Estados Unidos, aumentando astronómicamente el presupuesto de la OTAN, en perjuicio del bienestar social de su propia población.

No es cualquier cosa lo que se encuentra en juego entre Estados Unidos y Rusia, que no es la Unión Soviética, ni representa ningún peligro comunista como en el pasado. Sus repercusiones se sentirán con fuerza entre nosotros. La absurda recompensa ofrecida por Maduro, así como los buques de guerra norteamericanos frente a Venezuela son una pequeña muestra. Como expresaron los chinos, no podemos permitirnos que Rusia pierda esa guerra, porque después van a venir por nosotros.

Definitivamente, hay que saludar esas conversaciones y la fórmula de paz que acuerden.

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