La maldición que persigue a los Turbay se podría revertir si el papá de Miguel llega a la presidencia

El asesinato de Miguel Uribe Turbay desató rumores, oportunismos y leyendas sobre un apellido marcado por la tragedia y la política colombiana

Por: Fernando Álvarez
agosto 25, 2025
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La maldición que persigue a los Turbay se podría revertir si el papá de Miguel llega a la presidencia
Foto: Miguel Uribe / Facebook

Dicen que no hay brujas, pero a veces parece que las hay. Y que las hay donde menos se esperan y aparecen con su estela de leyendas que ponen a muchos a dudar sobre su existencia y peor aún sobre su influencia. Con el asesinato del joven candidato presidencial Miguel Uribe Turbay han aparecido por lo menos las escobas porque no se hicieron esperar los que quieren barrer al otro y los que ya las pusieron patas arriba detrás de la puerta de la Casa de Nariño para que el inquilino no se quede. El correveidile ha volado raudo y la suspicacia ha corrido por los vientos a la velocidad de la luz. No han logrado aparecer las llaves porque el atentado fue minuciosamente calculado por astutos criminales y es muy probable que, como otros magnicidios en Colombia, los autores intelectuales nunca se conozcan. Pero la rumorología y la especulación se han tomado el escenario y las malas lenguas se han desatado sobre intensiones, propósitos y, peor, sobre los supuestos beneficiarios.

Durante la agonía de casi dos meses del senador Uribe se alborotó el cotarro político hasta el punto que sacó a relucir lo peor de algunas personas que llegaron incluso a insinuar en redes que se había tratado de un autoatentado. En el más crudo sectarismo echaron a andar la especie de que eran los propios uribistas quienes lo habrían fraguado. Más de uno de los candidatos pretendieron sacar provecho de la situación y hasta el propio presidente Gustavo Petro intentó en varias ocasiones pasarle factura histórica al apellido Turbay por cuenta del famoso estatuto de seguridad promulgado por su abuelo “árabe”, Julio César Turbay Ayala, durante el que se cometieron violaciones de derechos humanos, se desmanteló con saña y se torturó a casi todo el movimiento guerrillero M19, luego de la afrenta del grupo terrorista cuando se le metió al rancho al mismísimo Ejército por un túnel y le robó más de 5.000 armas de su preciado Cantón Norte, que dejó en ridículo en su momento la seguridad el Estado.

Y mientras ruedan todo tipo de versiones irresponsables por el correo de las brujas aparecen los sueños encantados sobre el legado de Miguel Uribe incluso evocando aquel siniestro agosto de 1989 cuando las mafias asesinaron al líder liberal Luis Carlos Galán y, en su tumba, su hijo Juan Manuel le entregó las banderas de su padre justo a quien nunca aplicaría su pensamiento, ni se comprometería jamás con la renovación de las costumbres políticas. Al contrario, llegó allí por sugerencia del Cartel de Cali y terminó negociando la mansión por cárcel para el jefe del Cartel de Medellín. Y la historia posteriormente ha demostrado que ni sus hijos han sabido retomar la lucha frontal contra la corrupción política, o tan siquiera contra las prebendas y favoritismos de los delfinazgos. Se ha tratado por todos los medios de revictimizar a la familia Uribe Turbay y de aterrizar en paracaídas para granjearse las simpatías que despertó la solidaridad en Colombia con la víctima y su más cercana parentela. 

En medio de ese bullicio oportunista hay quienes han descubierto en María Claudia Tarazona una buena mujer y hasta se han atrevido a sugerirle que dé un paso al frente para continuar la lucha de su esposo asesinado. Pero su hermana María Carolina Hoyos Turbay fue más allá y lanzó la idea de que fuera su propio padre quien enarbolara las banderas de Miguel y siguiera la lucha del joven dirigente asesinado. Apuesta con la que Carlos Alonso se lució en un místico juego de palabras según el cual el milagro no se produjo con la supervivencia de Miguel Uribe Turbay sino con la involuntaria revivencia política a su padre, Miguel Uribe Londoño, quien a su vez, el día del funeral de su hijo, había entregado expresamente esta encomienda al expresidente Álvaro Uribe Vélez, que acababa de recibir una condena cargada de ideología y de un nada sutil mandado político como parte de la venganza de la extrema izquierda, la hasta ahora principal sospechosa de ser la autora del magnicidio.

Pero los embrujos de los que hablaba Germán Castro Caicedo en su novela “La Bruja” que han dado para que soterradas interpretaciones justifiquen lo ocurrido con la familia Turbay a partir de una supuesta relación del expresidente Turbay Ayala con María Concepción Ladino, una bruja de las mencionadas por el periodista en su reportaje, dan cuenta de un maleficio que ha acompañado a esta familia y el cual supuestamente se revertiría sí el padre de Miguel asume la presidencia. El secuestro y asesinato de la hija del expresidente, Diana Turbay, por orden de Pablo Escobar y el asesinato de tres miembros de la familia Turbay Cote, Ines, Rodrigo y Diego por parte de las FARC en el Caquetá, y ahora el asesinato de Miguel Uribe Turbay ponen de presente la tragedia que ha soportado este apellido de origen libanés y dan rienda suelta a las leyendas urbanas alrededor de conjuros o designios maléficos en su contra.

El caso es que el apellido Uribe vuelve a quedar en una completa encrucijada. Álvaro Uribe se debate entre soltar a su hijo Tomás, que lo reclaman las voces más leales al expresidente, y permitir que se haga una encuesta en el Centro Democrático con el nombre de Miguel Uribe, papá, que corre el riesgo de terminar como un truco del efecto recordatorio de Miguel Uribe Turbay, el cual que se vería más  bien como una forma de jugarle mal a las candidatas que han enfrentado el embate del petrismo, Maria Fernanda Cabal, Paloma Valencia y Paola Holguín. Y si a esto se suma la posibilidad de que entre en el juego uribista el exministro Juan Carlos Pinzón, que algunos sienten como un caballo de Troya enviado por el expresidente Juan Manuel Santos para socavar por dentro el uribismo, la suerte está mal echada.

La encrucijada en el alma del expresidente Uribe puede terminar en una decisión más espiritual que política porque de otra manera alguien va a quedar herido, como en el pasado cuando se equivocó Uribe al preferir a Juan Manuel Santos y sacrificar a Noemí Sanín o como cuando utilizaron a Óscar Iván Zuluaga en una jugada a tres bandas para que no fuera María Fernanda Cabal. El expresidente Uribe no solo tiene la responsabilidad de no volverse a equivocar, sino la de evitar que su partido se debilite por el cambio de reglas de juego a última hora.

Pero además tiene la obligación de apoyar el espíritu democrático interno como condición para llegar fuerte a la batalla contra las pretensiones, cualquiera que sean, de Gustavo Petro o su escogido para heredar el trono. Y al mismo tiempo, Uribe sabe que debe impulsar la más poderosa alianza con los sectores de centro y centroderecha para que el espíritu unitario sea el que pueda derrotar al candidato de la izquierda, si es que hay elecciones. Ahora tendrá que sacar mucho más temple Uribe para enfrentar incluso las hipótesis rebuscadas del ELN y como cosa rara coadyuvada olímpicamente por el presidente Petro sobre que el crimen de Miguel Uribe Turbay tiene que ver con la guerra de las esmeraldas.

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