En la plantación “Rancho Santa Teresa”, en la vereda La Castañeda, en San Martín, Meta, los campesinos están listos para la resiembra de palma de aceite. Es un gran terreno dentro de la inmensidad del Llano que el Fondo para la Reparación a las Víctimas ha convertido en una oportunidad de producción y de trabajo para muchos en la zona.
Hebert Casanova, el líder de la plantación, ve hacia adelante y cree que tal vez sea momento de renovar los cultivos, aprovechando la vocación de trabajo de los campesinos, que madrugan para estar en el terreno a las seis o seis y media de la mañana, a más tardar. La jornada de los gestores de cultivo incluye revisar las palmas, cosechar los frutos, rozar los terrenos, mirar si hay plagas y mantener la plantación al día, entre otros.

Para Hebert, aunque la plantación tiene 168 hectáreas, por ahora están concentrados en explotar 26 de ellas, aprovechando al máximo su buen estado y ejecutando una de las principales misiones: la de controlar las infecciones de las palmas, que han afectado un 20% del cultivo, aplicando los químicos indicados para revitalizar la planta; aunque, en varios casos, la única solución es permitir que se marchiten.
Uno de los principales enemigos de las palmas de aceite se conoce como pudrición del cogollo (PC). Por eso, en la plantación contrataron a Wilson Sánchez, un técnico agrícola experto en productos fitosanitarios y en el manejo de químicos utilizados en los cultivos; sin embargo, aún no se conoce ni la cura ni las causas del PC. La única solución que él observa es resembrar los terrenos, si bien Fedepalma hace investigaciones sobre el PC, por ahora no hay remedio, sólo paliativo. El Gobierno tiene la oportunidad de sacar adelante un producto muy lucrativo; sin embargo, debe invertir primero en la zona.
El cultivo de palma requiere de tres años de espera, mientras crece el tallo y comienza la producción. Una vez pasa el tiempo, por 25 años se puede recoger. Por ahora, en la plantación de San Martín, la producción permite cumplir con el salario de sus empleados y su mantenimiento. Aunque están a tantos a recibir un mayor presupuesto.

De la administración de la plantación se encarga Leidy Guerrero. Su trabajo consiste en garantizar los pagos, hacer las cuentas y distribuir el material de trabajo, en resumen, maneja la salud y seguridad, por eso ella es el enlace SST. Al comienzo le costó ser la única mujer del grupo y venir de una empresa más convencional, pero con el tiempo se logró adaptar. En su labor administrativa recibió la asesoría de la Corporación Rotorr-Motor de Innovación, un spin-off de la Universidad Nacional.
Rotorr es una iniciativa de la Universidad Nacional, En la plantación llanera, Rotorr-Motor de Innovación entregó materiales como camisas, botas, cachuchas, guantes, cascos, cinturones, pantalones y zapatos entre otros. La corporación ha logrado un trabajo exitoso con varias entidades del Gobierno, como el Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior (Icfes), la Unidad de Gestión Pensional y Parafiscales (Ugpp), entre otras. Y también con organismos de control, como la Contraloría General de la República. Con todos los grupos Rotorr demostró ser una entidad competente.
La presencia de Rotorr en la plantación Rancho Santa Teresa va mucho más allá de las responsabilidades administrativas que se deben cumplir para mantener al día la gigantesca finca. El objetivo esencial de la corporación es el de promover el fortalecimiento de la productividad y la sostenibilidad de las tierras, buscando por todos los medios que las comunidades se involucren, se adueñen y se apersonen del proyecto como tal, lo que termina por generar un evidente empoderamiento económico, una mayor cohesión social y un necesario fortalecimiento con la comunidad. De esta forma, la reparación a las víctimas del conflicto en este país podría comenzara a darse de forma realmente integral.
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