Cartagena sin duda está en el exclusivo top de los tres destinos más apetecidos por turistas nacionales sigue ocupando el primer lugar, le siguen San Andrés y Santa Marta en su orden, y para los extranjeros de Latinoamérica es el segundo destino preferido y el cuarto para los europeos y de EE. UU., un puesto nada despreciable ante tanta competencia en este continente.
Una ciudad antigua de la colonia española con un desarrollo moderno a la par que la convierten en irresistible por toda la oferta turística disponible y completando con su declaración como Patrimonio Cultural de la Humanidad de la Unesco (ONU).
Pero lamentablemente este paradisíaco destino poco a poco va camino a su declive y por qué no, a su desaparición como ya está sucediendo con otros maravillosos lugares como Venecia en Italia, Balí en Indonesia e isla Santorini en Grecia solo por mencionar algunos, destinos que ya se encuentran en la lista negra como “poco atractivos” para los turistas por aspectos similares a los de Cartagena que aquí narraré.
La lista de defectos en la heroica desafortunadamente es larga y parece que a nadie, ni los lugareños ni las autoridades quieren hacer nada, pues consideran que el turismo llega a borbotones como una enorme catarata desde donde salen miles de turistas sin que tantas fallas juntas y en aumento, haga mermar los ingresos de la ciudad.
La primera y ya secular falla que tiene Cartagena son los vendedores de ostras y camarones que en la playa ofrecen una pruebita “gratis” a los despistados bañistas y que en cuestión de segundos ya les cobran un dineral porque prácticamente consumió una porción y toca pagar la “pruebita gratis”.
En solo tres años los precios se dispararon de forma obscena en el sector de los restaurantes o gastronómico, pero hablo de aquellos “metederos” como le llamaríamos a un sitio básico, muy sencillo, donde ponen cartas con platos que rondan desde los cuarenta mil pesos en adelante. Uno siempre pensaba que la exclusividad se pagaba cara en elegantes y sofisticados restaurantes y eso se vale, pero ya cualquier sitio de Bocagrande, Marbella o en el casco histórico o en el centro con sillas y mesas rimax, cobra platos absurdamente costosos, ya un plato de treinta y cuarenta mil pesos se puede considerar para los turistas más “pobres”.
Y para rematar lo anterior, la demora exagerada para servir uno, dos o tres platos es desesperante y hablo de temporada baja, donde sí mucho la ocupación del restaurante solo llega al 15%, no hay derecho.
La atención o mejor, la pésima atención sigue liderando la lista de lo peor que tiene la ciudad amurallada, no generalizo, pero lamentablemente es un lugar común que empleados no sean amables, corteses y empáticos con los turistas, pues la mala atención se ve en la gran mayoría de los establecimientos públicos sean de comida u otros artículos.
En una sola cuadra de Bocagrande, Marbella, el centro histórico o el Laguito, puede haber hasta cinco operadores de turismo ofreciendo llamativos tours a las diferentes islas o atractivos turísticos y eso también se vale, pero con la agravante que ofrecen cosas que después no cumplen a los turistas, tampoco generalizo, pero las quejas se multiplican porque tal o cual operador turístico no cumplió con el plan comprado:
Ofrecen careteo en bancos de hermosos y multicolores peces, pero lo que hacen es hacer bajar al emocionado viajero a las carreras de la lancha lo hacen hundir unos pocos centímetros en el mar, le toman una foto para la “posteridad”, lo hacen de afán subir a la lancha para que le entregue a la siguiente víctima la careta y repetir el ciclo, para claro luego cobrarte la fotito. Obviamente, eso no es snorkel o careteo, eso es timo.
Y lo malsano aquí es que no hay control a estas empresas de turismo, funcionan como ruedas sueltas, cada una donde hacen lo que quieren con los turistas. Pero lo que les voy a contar es verdaderamente despreciable, vulgar y miserable lo que le hacen a los turistas.
Uno busca ir de pasadía a una linda y apartada isla pagando cierta exclusividad y tranquilidad y por eso se paga un costo considerable, y eso se vale. Pero el engaño es el que hace sentir a los turistas casi que humillados y robados de la forma más descarada.
Llegando a Palmarito Beach una bonita isla a solo quince minutos de Cartagena, un empleado del lugar aborda a mi hijo de veinte años con su novia y les pide que “por favor” le sirvan de “modelos” en una moto acuática o jetsky dándose un recorrido de veinte minutos por el mar para que los demás visitantes se animen y también tomen el servicio, eso sí, aclarando que es gratis porque serán los “modelos” impulsadores de las ventas.
Claro los chicos se van emocionados hacen su recorrido y cuando terminan el señor empleado les cobra ciento cincuenta mil pesos, no entraré en detalles, pero hubo una corta, pero tranquila discusión que al final se zanjó con cien mil pesos, obvio no sin antes reiterarle una y otra vez que eso era engañar a los visitantes.
Lamentablemente, si lo hacen es porque la gente cae y seguirá cayendo, discusiones irán y vendrán con los turistas, pero al final del día se quedan con sus buenas ganancias producto de otro timo.
Para completar este gran engaño en la isla Palmarito Beach, en el plan que venden se incluye “gratis” la práctica de kayak, un botecito delgado donde pueden ir hasta dos personas remando y es un paseo realmente agradable, pero cuando lo quieres tomar te piden una contribución “obligatoria” para que el empleado te entregue tu kayak, y si eres generoso con la contribución o no tanto, eso dependerá el trato que te den entre muy amable o una mirada de pies a cabeza que te fulmina y te hace sentir un insecto.
¿Acaso les parece poco lo que cobran por un pasadía para que usen más artimañas con los turistas, no se satisfacen nunca?
Hace dos años varias entidades estatales y privadas de La Heroica lanzaron la app “Visit Cartagena” para contener y denunciar los abusos, pero la verdad sea dicha, eso ha servido para tres cosas: para nada, para nada y para nada.
Otra gran falla en nuestra amada y maltratada Cartagena, son los desechos que dejan locales y turistas en las playas y andenes y el municipio tarda en recoger, donde pueden pasar dos y tres días desluciendo los paisajes y haciéndolos ver sucios y abandonados.
Tristemente, los habitantes que se benefician del turismo, que son la mayoría, ven a los visitantes como mercancía, como billeteras ambulantes, a los que hay que sacarles el dinero cómo sea; no hay cabida a la empatía, a la solidaridad, al trato humano, a la consideración a los turistas.
Solo recordemos cuando la pandemia del Covid dejó desoladas las playas y lugares turísticos de Cartagena, creo que fue la única vez que los lugareños realmente añoraron con cariño a los turistas, casi suplicando que volvieran.
Como turistas nacionales pasamos por esto y mucho más, pero lo que le sucede a los visitantes extranjeros es realmente aberrante, esto lo vemos todo el tiempo por medios y redes sociales donde se cometen los abusos más abominables como cobrar por un pardo frito con patacón y arroz con coco hasta $400.000, y solo pongo un ejemplo.
Y mencioné al principio que Cartagena podría empezar a caminar hacia la lista negra de destinos no deseados como Venecia, Balí y Santorini porque en estos destinos confluyen aspectos como elevadísimos precios, abusos, basuras, cultura entre otros, que están aislando esos destinos tan icónicos a nivel mundial y que poco a poco los viajeros están dejando de ir.
Si las autoridades locales y nacionales, si la empresa privada y habitantes no hacen una sinergia para detener y corregir todas esas falencias que hoy agobian a Cartagena y la están dando una pésima imagen nacional e internacional, será probable que en mediano plazo la ciudad amurallada, nuestro orgullo nacional y la joya de la corona del turismo colombiano y extranjero, entre en la lista negra de los destinos al que ya nadie quiera visitar.
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