En un país donde las transformaciones estructurales suelen postergarse por la urgencia del presente, la educación superior se convierte en un campo de batalla silencioso pero decisivo. La universidad pública —y en particular la Universidad Distrital Francisco José de Caldas— está llamada no solo a formar profesionales, sino a ser sujeto histórico de cambio. En ella se juega la posibilidad de una ciudadanía crítica, una democracia viva y un modelo de desarrollo más justo.
El conversatorio “Educación Superior: Autonomía, Desafíos y Transformaciones”, realizado el pasado martes 30 de julio y organizado por PolitikaCol, fue un ejemplo contundente de lo que puede ser una universidad pensante. Con la participación del docente e investigador Ómer Calderón, el concejal de Bogotá José Cuesta, el viceministro de Educación Superior Ricardo Moreno y el politólogo español Juan Carlos Monedero, se tejió un espacio de reflexión político-académica que rescató la urgencia de democratizar radicalmente la universidad y alinearla con los horizontes del siglo XXI.
La tesis compartida por los panelistas fue clara: sin una transformación profunda de las estructuras universitarias —que hoy muchas veces reproducen modelos burocráticos, clientelares o corporativos— no habrá posibilidad real de consolidar el proyecto político de cambio impulsado desde el gobierno nacional. La universidad no puede seguir siendo una institución autorreferencial, encapsulada en su autonomía para proteger privilegios; debe ser, como dijo Monedero, el lugar donde se disputa el sentido del mundo.
Las reflexiones no partieron de la nostalgia ni del reclamo moral, sino de un enfoque crítico y propositivo. Calderón subrayó que democratizar no es solo cambiar estatutos, sino desmontar culturas autoritarias enquistadas en lo académico y lo administrativo. Cuesta recordó que los grandes giros de la historia reciente en Colombia —como el proceso de paz o el ascenso de gobiernos alternativos— han tenido detrás una juventud universitaria activa, movilizada y pensante. Y Ricardo Moreno fue claro en señalar que el Ministerio de Educación Nacional está dispuesto a acompañar reformas estructurales, pero necesita de universidades que también quieran transformarse desde adentro.
Ese mensaje tiene una resonancia particular en el momento actual de la Universidad Distrital, que se prepara para elegir a su próximo rector o rectora. No se trata de una elección más. Está en juego si la Universidad se pondrá a la altura de su responsabilidad histórica: no solo enseñar, sino construir país. Como lo señaló el profesor Daniel Mato en el texto La educación superior pública y los desafíos de la transformación democrática (CLACSO, 2018), “Las universidades deben pensarse a sí mismas como sujetos políticos activos de transformación y no como espacios neutros de reproducción técnica del conocimiento", las universidades no están para adaptarse al sistema, sino para tensionarlo, interpelarlo y transformarlo desde la producción crítica del conocimiento”. En ese sentido, el perfil de quien lidere la institución debe estar marcado por la capacidad de pensar el mundo contemporáneo, de articular la educación con la inteligencia artificial, el conocimiento situado y los nuevos lenguajes juveniles, sin perder la raíz pública, ética y colectiva de la universidad.
La Distrital no necesita más administradores grises. Requiere una dirección con visión, con pensamiento, con alma. Alguien que no tema incomodar los consensos muertos, que convoque a estudiantes, egresados, docentes y trabajadores a reconstruir juntos un modelo universitario que no mire hacia atrás, sino hacia lo que aún no existe. Como lo afirmó Monedero en el conversatorio: “La universidad que no molesta al poder, está haciendo mal su trabajo”.
Este tipo de espacios de diálogo, como el organizado por PolitikaCol, deberían multiplicarse. No solo porque abren el debate, sino porque dignifican la palabra, recuperan el valor del pensamiento crítico y devuelven sentido a lo que muchas veces se ha convertido en una rutina sin horizonte. La universidad que necesitamos no es una fábrica de títulos, es una fábrica de futuros. Y el futuro, como siempre, empieza con una decisión política. Que en la Distrital no nos volvamos a equivocar.
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