Opinión

Las contradicciones de Petro con Estados Unidos

Es claro que Gustavo Petro jamás ha sido un antiimperialista, pero merece pleno respaldo por levantar la cabeza ante Trump

Por:
julio 16, 2025
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.

Los años nos aterrizan en certezas, a veces muy dolorosas. Una de ellas es la conciencia de la enorme distancia, a veces insalvable, que separa los ideales de las realidades. Miguel de Cervantes Saavedra lo representó de manera magistral en Don Quijote, donde los dos personajes principales obran motivados por razonamientos distintos. El autoproclamado caballero, por su universo mental de fantasías. Su escudero, Sancho, por el sentido práctico más elemental.

Pese a los siglos que nos separan de la magna obra, su descripción sigue siendo exacta. ¿Qué hacer, cómo obrar, ante contextos que se nos presentan aplastantes? Hay los quijotes, los que se juegan la vida empeñados en transformar lo que para los otros quizás no tiene remedio y debe admitirse aun con amargura. Claro, también hay los poderosos y sus áulicos, los beneficiarios del orden contrahecho, los que piensan que todo está muy bien y lo defienden a palos.

Medito en esto observando las dificultades que le surgieron al presidente Gustavo Petro en sus relaciones con el gobierno de los Estados Unidos. Estos se nos presentan como los amos del mundo, la mayor potencia económica y política, los dueños de un aparato militar invencible, los que controlan los medios de comunicación más importantes e imponen por lo tanto su versión de los hechos. Los que están en condiciones de hacernos polvo con solo proponérselo.

Aunque esta realidad está mediada por una maraña de ideales y principios que buscan disimularla. Supuestamente somos dos naciones soberanas, cuyas relaciones deben darse en el marco de la legalidad internacional, representada por multitud de tratados e instituciones internacionales, que garantizan la igualdad y el respeto mutuo. En el plano de la teoría tenemos intereses comunes por el bien del planeta y la humanidad. Y debemos trabajar unidos por ellos.

Intentamos convencernos de la veracidad de ese discurso y obramos como si fuera realmente cierto. Los primeros interesados en el mantenimiento de esa apariencia son ellos, los amos, que pueden invitarnos de vez en cuando a una cena y brindarnos su confianza con una sonrisa. Sobre todo, si les interesa algo valioso que poseamos. Eso sí, cuidando siempre de hacernos saber quién manda. Cuando no les guste algo, golpearán la mesa con fuerza.

Así hemos vivido década tras década. La separación de Panamá es buen ejemplo. Marco Fidel Suárez, presidente durante la hegemonía conservadora, calificó a los Estados Unidos como la estrella polar del norte, nuestro guía. Y todos sus sucesores lo admitieron. Fue así como su copartidario Miguel Abadía Méndez, dispuso que el Ejército colombiano masacrara a miles de obreros bananeros que reclamaban sus derechos ante la United Fruit Company.

Poco se recuerda que el larguísimo conflicto armado interno hunde sus raíces históricas en la decisión norteamericana de involucrar a Colombia en su guerra anticomunista mundial, de la que fue consecuencia el Plan Laso, ejecutado con la Operación Marquetalia de 1964, que dio origen a las FARC. Pocos hablan de los documentos Santa fe I, II, III y IV, que contemplaron la creación de bandas paramilitares de ultraderecha en Nicaragua, El Salvador y Colombia.

Sabemos del millón de civiles asesinados en Irak por el Ejército norteamericano, movilizado allá con la falsa noticia de que Hussein poseía armas de destrucción masiva. Nadie ignora que los Estados Unidos proporcionan la mayoría de la ayuda militar con la que Israel comete el genocidio en Gaza y Cisjordania. Ahora, imponen aranceles de manera unilateral y amenazan con sanciones a los más diversos países, en especial a sus competidores en los BRICS.

Resulta muy difícil callar ante las políticas y acciones caprichosas y arbitrarias que implementa el presidente Donald Trump.

Hay que tener mala fe para no comprender que los problemas de Cuba y Venezuela no derivan de sus revoluciones o gobiernos, sino de las sanciones de todo orden y los bloqueos inhumanos impuestos desde Washington, decidido a agravar su situación con los más necios argumentos. Resulta muy difícil callar ante las políticas y acciones caprichosas y arbitrarias que implementa en la actualidad el presidente norteamericano Donald Trump.

Demasiado largo el prontuario intervencionista y golpista de los Estados Unidos, la mayoría de las veces producto de conspiraciones clandestinas, coordinadas por la CIA, el Pentágono, los secretarios de estado y de defensa, entre otros, como para que Colombia tenga que guardar un riguroso silencio tras las revelaciones de lo tramado por el señor Álvaro Leyva. Hay reclamos más que justos, como el que se hizo por el cruel trato dado a los inmigrantes deportados.

Es claro que Gustavo Petro jamás ha sido un antiimperialista, pero merece pleno respaldo por levantar la cabeza ante Trump.  Quienes lo critican con saña pertenecen a los históricamente arrodillados, que intentan asustarnos con lo que según ellos perderá el país. El mundo está cambiando, aunque no quieran verlo. Otras voces y poderes emergen con incontenible fuerza y hay que acercarse y concertar con ellos. En eso, quijotes y sanchos debemos estar de acuerdo.

Anuncios.

Anuncios.

0
Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus