Opinión

Las transformaciones que necesitamos

Un llamado a no resignarnos ante la lentitud de los anhelados cambios y para construir, desde la acción democrática, las transformaciones que el país necesita.

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agosto 08, 2025
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La idea de cambio social y político ha sido una constante en la sociedad colombiana durante las últimas décadas. Diversas corrientes ideológicas han invocado esa necesidad para enfrentar las exclusiones históricas y construir horizontes más justos. Se ha insistido, con razón, en la urgencia de concretar un proyecto de transformación que aborde viejas problemáticas y aprendizajes sociales pendientes: cómo relacionarnos en democracia, cómo convivir en sociedad, cómo tejer un sentido de justicia social. Sin embargo, las transformaciones que necesitamos aún no llegan, o al menos, no se sienten en las orillas más orilladas del país, en los campos y en los barrios donde la precariedad es rutina.

El progresismo, que llegó al poder hace tres años, se propuso un programa de gobierno centrado en antiguos anhelos de justicia social, dignidad y solidaridad, en los hechos, ha buscado impulsar una agenda reformista con características de plan de emergencia. Pese a los debates sobre avances puntuales, es justo decir que la respuesta estructural a los asuntos más críticos, por ejemplo a los estallidos urbanos de 2019 y 2021, ha sido lenta y que la estrategia de implementación, enfrentada a una oposición sin reflexión y cínica —heredera de un régimen político que ha mal gobernado por siglos—, no ha logrado cuajar en realizaciones concretas y sostenidas.

El presidente Gustavo Petro, figura central del actual ciclo progresista, ha tratado de articular ese programa con algunos de los desafíos contemporáneos más urgentes: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, las múltiples violencias, y los desplazamientos forzados que responden a guerras y crisis globales en territorios estratégicos para la geopolítica. No obstante, en campos como las transiciones energéticas, las transformaciones ambientales o la construcción de una paz sostenible y efectiva, los resultados siguen siendo limitados. La promesa de transformación se pierde entre indicadores económicos convencionales y esfuerzos dispersos que, aunque valiosos, están lejos de responder al barómetro de la calle y al clamor plural de las comunidades diversas que somos.

Una advertencia ciudadana: que los escasos logros del gobierno progresista no sean excusa para el retorno de las viejas castas políticas y de las élites rentistas

Frente a este panorama, cabe una advertencia ciudadana: que los escasos logros del gobierno progresista no sean excusa para el retorno de las viejas castas políticas y de las élites rentistas que históricamente han cooptado las instituciones. No podemos permitir que la frustración se convierta en resignación, ni que el desencanto justifique la restauración de formas políticas violentas, corruptas y profundamente excluyentes. Ante esta encrucijada, la pregunta es inevitable: ¿cómo afrontar los retos urgentes y los desafíos por venir con una propuesta seria que garantice verdaderamente los derechos de las ciudadanías?

No hay recetas mágicas ni soluciones inmediatas; pero sí debería haber, desde las ciudadanías activas, un esfuerzo sostenido por desarrollar capacidades de discernimiento político, de lectura crítica del presente y de construcción de caminos más firmes, menos volátiles y más realistas. Es necesario actualizar el proyecto común de país con garantías colectivas, sin perder de vista el horizonte de transformación, porque no basta con agitar la palabra “revolución”; hay que organizarse con sentido democrático, superar los vicios del clientelismo y gestar consensos básicos que permitan que sean las prácticas políticas y las realizaciones sociales las que hablen por sí mismas. Las transformaciones que necesitamos no llegarán solas, ni surgirán simplemente de nuevas elecciones y representaciones institucionales - claro que tendremos que elegir conscientemente -, pero tendremos que ir más allá; los caminos nuevos exigen convicción, madurez política, ciudadanía crítica y acción colectiva organizada.

 

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