Opinión

Lenguaje virtual, violencia real

Los asesinatos de Miguel Uribe y Charle Kirk reflejan el arraigo en espacios digitales, de la violencia política entre jóvenes, en un entorno de discursos extremos

Por:
septiembre 15, 2025
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.

Qué dolor. Hace más de dos meses, un joven de 15 años disparó a quemarropa al precandidato Miguel Uribe Turbay. Y, la semana pasada en Estados Unidos, un joven de 22 años asesinó a Charlie Kirk, polémico influencer conservador y fundador de Turning Point.

Ambos ataques fueron cometidos por jóvenes contra figuras jóvenes, visibles y expuestas públicamente. Aunque hay diferencias importantes: en el caso del asesino de Kirk, hay evidencias claras de radicalización digital —mensajes en balas, participación en foros, lenguaje memético—; en Colombia, aún no se ha esclarecido completamente el perfil del atacante.

Sin embargo, ambos hechos reflejan algo más amplio: la creciente naturalización, en espacios digitales, de la violencia política entre jóvenes, alimentada por un entorno social saturado de discursos extremos, deshumanización y espectáculo, promovidos incluso por líderes políticos de primera línea, en ambos países, incluidos los primeros mandatarios.

Ambos políticos asesinados eran padres de niños pequeños. Independientemente de sus ideas, expusieron sus posiciones de forma abierta y pública, como debe hacerse en democracia, gusten o no. No eran figuras abstractas: eran seres humanos con rostros, familias, vidas. Pero fueron convertidos en blancos de una violencia que ya no distingue entre argumentos e identidades, entre desacuerdos y eliminación.

En Estados Unidos, estos no son casos aislados. En junio, Melissa Hortman, legisladora demócrata de Minnesota, y su esposo, fueron asesinados en su hogar por un hombre que fingió ser policía. En el mismo ataque, otro senador estatal y su esposa resultaron gravemente heridos. En Colombia, la lista de líderes asesinados es mucho más extensa...

El lenguaje digital es ahora un motor de radicalización que desborda la pantalla y contagia la vida real.

Son síntomas de una enfermedad más profunda: el lenguaje digital es ahora un motor de radicalización que desborda la pantalla y contagia la vida real.

Lo que agrava esta tragedia son las reacciones que generan. Lo que debería ser un rechazo unánime, sin condiciones ni excusas, se torna en combustible para nuevos odios. Por un lado, quienes claman por venganza generalizando: “toda la izquierda es asesina” o “la derecha es peligrosa y paraca”.

Por otro, extremistas que justifican lo injustificable: “algo habrá hecho”, “es el precio del discurso de odio”.  Respuestas que alarman porque convierten el dolor en más violencia y al adversario político en enemigo absoluto.

Más allá de la polarización ideológica, emerge una nueva forma de violencia: performática, memética, espectacular, incubada no en partidos o movimientos, sino en timelines, foros y chats. Un lenguaje virtual que, cada vez más, se traduce en violencia real.

La lógica del meme suple a la argumentación. La ironía reemplaza la empatía. El odio se disfraza de “sinceridad”. Y este combustible de aniquilación se viraliza.

Lo perturbador no es solo el crimen en sí. Es que el crimen ya no necesita justificarse. Se convierte en mensaje. En gesto. En contenido. Una respuesta emocional amplificada por algoritmos que premian el escándalo, la humillación y el conflicto.

Internet no es el culpable. Es una poderosa herramienta que hoy vemos desperdiciada. Las plataformas digitales tienen un inmenso potencial para construir, educar, conectar y sanar. Pero sin brújula emocional ni ética en el lenguaje, se vuelven un campo minado.

Los líderes tienen aquí una responsabilidad enorme. No basta condenar la violencia: deben revisar el lenguaje que usan, la forma en que alimentan el “nosotros contra ellos”, la deshumanización del adversario y el uso del insulto como arma política. Porque si el lenguaje de los adultos es tóxico, el de los jóvenes en redes será aún más letal.

El gran reto no es regular internet. Es transformar nuestra manera de estar en él. Recuperar la empatía como valor político, asumir la responsabilidad de lo que decimos y compartimos, y construir una cultura digital en la que el desacuerdo no signifique enemistad, y donde la palabra tenga el poder de sanar, no solo de herir.

¿Estamos a tiempo? Ojalá surjan líderes que rompan el ciclo y escriban los primeros trinos y posts limpios en esta campaña que, con la inercia actual, ya arrastra el lenguaje de la violencia. Que enseñen, con su ejemplo, que es posible disentir sin odiar y oponerse sin aniquilar. Que lo hagan con palabras. Ya hay un puñado de precandidatos —minoría— que podrían liderar ese proceso: unirnos para que el lenguaje del odio en redes sea vergonzoso.

Del mismo autor: Cuando los adultos se acosan como hienas: violencia digital en la política y la vida pública

Anuncios.

Anuncios.

0
Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus