Los otros 3 candidatos presidenciales que fueron asesinados: la mafia los silenció

Aún es una incógnita por qué mandaron asesinar a Miguel Uribe Turbay, mientras que los móviles de los crímenes de Galán, Jaramillo y Pizarro quedaron claros

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agosto 12, 2025
Los otros 3 candidatos presidenciales que fueron asesinados: la mafia los silenció

Miguel Uribe Turbay llegó a la Fundación Santa Fe en la noche del 7 de junio casi sin vida. En la ambulancia en la que lo trasladaron había un cuerpo médico que tuvo la responsabilidad de entregárselo con vida al doctor Fernando Hakim, director del departamento de neurocirugía de la Fundación Santa Fe. También iba su esposa, María Claudia Tarazona, quien no se separó de él ninguno de los 65 días que allí permaneció internado en la unidad de cuidados intensivos.

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Mientras afuera se hicieron maratónicas jornadas para rezar por él y empezaron las investigaciones para dar con los que habían rodeado al adolescente de 15 años que le disparó, adentro, el tiempo empezó a correr de una manera diferente para las familias Uribe, Turbay y Tarazona. La vida del senador baleado se convirtió en una rutina de máquinas que pitaban, enfermeras que ajustaban sueros y juntas de médicos, lideradas por el doctor Hakim, que hablaban en voz baja. Desde aquel día en que las balas lo dejaron tendido, su existencia se redujo a un cuarto donde los días eran todos iguales, desde ese día Miguel Uribe no volvió a despertar. Estaba vivo pero perdido del mundo en un coma profundo, pero eso sí luchando por su vida, minuto a minuto. La intensa batalla la perdió en la madrugada de este lunes 11 de agosto.

Candidatos presidenciales que fueron asesinados
Después de dos meses de lucha, Miguel Uribe perdió la batalla contra la muerte este 11 de agosto.

No era la primera vez que Colombia veía cómo la ambición política, en vez de abrir las puertas del poder, conducía a la camilla de un hospital o al pavimento de una calle y luego al cementerio. En el recuerdo del país está presente la noche del 18 de agosto de 1989, el triste día en que Luis Carlos Galán cayó baleado en una tarima de madera en Soacha. Fue en una plaza llena de gente pobre que creía estar viendo a su futuro presidente. Galán, con traje oscuro y corbata roja y con el brazo levantado, alcanzó a decir algunas palabras antes de que las ráfagas lo tumbaran. La multitud se deshizo en gritos y confusión. Los que habían llegado a escuchar un discurso se fueron llorando a un futuro presidente moribundo. Galán, quien se enfrentó a Pablo Escobar Gaviria y al narcotráfico, murió en la sala de urgencias del hospital de Kennedy mientras los médicos de aquel hospital humilde intentaban salvarle la vida. Murió sobre las 8 de la noche de ese mismo 18 de agosto.

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Después vino Bernardo Jaramillo Ossa. Tenía un discurso distinto, moderado, que intentaba distanciarse del extremismo y de las violencias. Jaramillo fue uno de los primeros representantes de esa izquierda que gustaba. Creía que aún había espacio para una izquierda sin fusiles, que se pudiera sentar en el Congreso sin escoltas armados hasta los dientes.

A Bernardo Jaramillo Ossa, al igual que a Miguel Uribe lo mató un niño. El sicario de 16 años lo esperó paciente en la sala de espera del Puente Aéreo y lo baleó ante la vista de muchos viajeros y de su esposa, Mariela Barragán, con quien se iba de vacaciones un par de días a Santa Marta. Tras el ataque su esposa lo sostuvo en sus brazos en sus últimos momentos de vida. "Mi amor, no siento las piernas. Estos hijueputas me mataron", fueron sus últimas palabras.

Carlos Pizarro el comandante del M19 que había cambiado la guerra por las urnas fue el siguiente. Le dispararon y lo mataron el 26 de abril de 1990. Mes y medio atrás, el 9 de marzo, había firmado la paz con el gobierno del entonces presidente Virgilio Barco. Pizarro dejó las armas para buscar en la política la legitimidad que las selvas nunca le dieron. El vuelo 532 de Avianca que lo llevaría a Barranquilla a una correría política parecía un lugar seguro hasta que alias Jerry, de 20 años, un sicario suicida, que contó con ayuda del esquema de seguridad del candidato, sacó una mini-uzi que le habían dejado lista en el baño del avión y allí mismo, en el asiento 23A, junto a la ventana, Pizarro se desplomaba herido de muerte cuando el avión ya estaba en el aire. Aunque lo llevaron de urgencia a la clínica Cajanal, pasó a formar parte de esa lista de nombres que Colombia repite con tristeza y resignación. Los aspirantes a presidente asesinados.

Cada uno de ellos representaba algo que el país no estaba dispuesto a dejar vivir. Galán encarnaba la modernización de la política; Pizarro, la posibilidad de una paz hecha con la palabra; Jaramillo, una izquierda civil que no necesitara trincheras. Y Miguel Uribe, aunque desde otro lugar ideológico, seguía esa misma ruta fatal: la de quienes se atreven a ocupar el centro de la tarima en un país donde la tarima puede convertirse en patíbulo.

En los archivos, en las fotografías, en las grabaciones de campaña, queda la imagen de cada uno en su último día. Galán sonriendo con el brazo en alto; Pizarro ajustándose la chaqueta en el avión; Jaramillo caminando junto a su esposa entre maletas y viajeros; Uribe Turbay postrado en una cama de hospital. Cuatro hombres distintos, con discursos y causas opuestas, unidos por el mismo destino: las balas y la muerte.

Y luego los funerales. Todos iguales. Las lágrimas que se repiten. Y los discursos de despedida con las mismas palabras. Y, sin embargo, cada uno de ellos ha dejado un luto propio. El de Galán todavía se siente en las plazas; el de Pizarro, en la memoria de los que creyeron en su rendición; el de Jaramillo, en la izquierda que soñaba con un camino distinto; y ahora el de Miguel Uribe, en quien libró una batalla que por instantes dio luces de ganarse, pero no fue así. La historia volvió a repetirse.

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