La historia política del siglo XX ofrece múltiples advertencias sobre los riesgos que enfrentan los regímenes democráticos en contextos de polarización, crisis económica y ruptura entre las élites tradicionales y los sectores populares. La República de Weimar (1919–1933), surgida en Alemania tras la Primera Guerra Mundial, es un caso paradigmático de una democracia frágil que colapsó bajo el peso de sus contradicciones internas.
La Constitución del 31 de julio de 1919 estableció una democracia liberal progresista, pero la inestabilidad económica y las tensiones entre socialdemócratas, comunistas y ultraderechistas la debilitaron. Un siglo después, el proyecto político del gobierno de Gustavo Petro en Colombia (2022–) enfrenta desafíos que, aunque diferentes en escala y contexto, evocan ciertas tensiones estructurales similares: la pugna con sectores tradicionales del poder, la lucha por una transformación social, lawfare bajo el control de los dueños del Estado Social de derecho, el desgaste institucional y el peligro de una radicalización del sistema político.
Estas líneas plantean una lectura crítica y prospectiva sobre estos dos momentos históricos, no para igualarlos de manera anacrónica, sino para comprender cómo ciertos patrones de inestabilidad democrática pueden repetirse bajo nuevas formas en América Latina, y qué lecciones pueden extraerse para el presente colombiano.
1. República de Weimar: entre la democracia constitucional y el abismo.
La República de Weimar fue una experiencia democrática inédita en Alemania, pero profundamente inestable desde sus orígenes. Heredó una estructura social monárquica autoritaria, una economía colapsada por el Tratado de Versalles y una cultura política dividida entre el socialismo, el liberalismo burgués y una derecha nacionalista revanchista. A pesar de sus avances institucionales y culturales, Weimar nunca logró consolidar una alianza social amplia que sostuviera el proyecto republicano.
Entre los factores clave de su fracaso se encuentran la deslegitimación de los partidos tradicionales y fragmentación política extrema. La Crisis económica estructural, exacerbada por la hiperinflación de 1923 y la Gran Depresión de 1929. La desconfianza de las élites militares, empresariales y religiosas hacia el sistema parlamentario. El ascenso de discursos autoritarios que prometían orden y grandeza nacional, encarnados finalmente en el nazismo.
2. Gustavo Petro y la democracia colombiana: tensiones, reformas y pensamiento binario.
El gobierno de Gustavo Petro llegó al poder en 2022, en un contexto de posconflicto inconcluso, como una ruptura simbólica e histórica con las élites tradicionales colombianas. Militante del M-19, economista y exalcalde de Bogotá, Petro representa un proyecto político que se autodefine como “gobierno del cambio”, con una fuerte impronta progresista, centrado en la justicia social, la transición energética y la reforma del modelo económico extractivista.
Desde su llegada, Petro ha enfrentado obstáculos estructurales comparables, aunque en un contexto democrático mucho más consolidado que el de Weimar, a saber, un Congreso fragmentado y en buena parte hostil a sus reformas. Con fuerte oposición de los gremios, grandes medios y sectores financieros. Con críticas a su estilo de liderazgo, percibido por algunos como confrontacional o populista y con pensamiento binario y agudo en la política creciente, que erosiona los consensos básicos del sistema.
De otro lado, el proyecto político de Petro y sus reformas a la salud, las pensiones, la laboral y la agraria chocan con intereses empresariales y una oposición que usa herramientas institucionales (como el bloqueo en el Congreso) y mediáticas (discursos del "populismo peligroso"). Por otro lado. la judicialización de políticos (ej.: caso Uribe a definirse este 28 de julio de 2025) recuerda la criminalización de líderes Weimarianos como Rosa Luxemburgo ocurrida el 15 de enero de 1919 aportas de la Asamblea Nacional alemana.
3. Comparaciones críticas: ¿es Colombia una “Weimar tropical”?
Cualquier comparación entre contextos históricos tan distintos debe hacerse con cuidado. Sin embargo, el paralelismo no está en los hechos exactos, sino en los patrones estructurales, tales como, ambas experiencias representan transiciones democráticas tensionadas, con actores sociales que no terminan de reconocerse mutuamente como legítimos. En la República de Weimar, el orden liberal fue socavado por élites que preferían el autoritarismo antes que la redistribución; en Colombia, algunos sectores del poder económico actúan como “bloques de veto” frente al reformismo de Petro. En ambos casos, la retórica del cambio se enfrenta con una cultura política conservadora, que ve en las reformas una amenaza existencial.
El riesgo, por tanto, no es una “repetición” de Weimar, sino una posible erosión prolongada de la legitimidad democrática, donde el discurso del orden (Mano firme corazón grande 2.0) podría imponerse sobre el del cambio si este último no logra comunicar de manera efectiva los resultados tangibles obtenidos o consensos amplios y comprometidos con su proyecto político. Es de resaltar que, La demonización del adversario y la erosión del diálogo son patrones compartidos. Weimar muestra que, sin pactos básicos, la democracia se vuelve ingobernable.
Una mirada desde el futuro a la República de Weimar nos habla que la violencia callejera entre Freikorps (Paramilitares) y la Liga Espartaquista (izquierda), sumada a la desinformación (fundamento de la posverdad), normalizó el conflicto como herramienta política. Hitler usó la democracia para destruirla. En el caso colombiano, el discurso de "los corruptos vs. el pueblo" y las acusaciones de "petrismo comunista" reflejan una fractura similar. La derecha colombiana (centrada y lideradas en figuras como Uribe), la guerrilla radical (ELN) más el resto de fuerzas armadas (al margen del Estado) inconclusas del posconflicto de la Habana podrían explotar la ingobernabilidad. El asesinato de líderes sociales, el “atentado” a Miguel Uribe Turbay y el estallido social (2021) son hechos que se vienen gestando desde la confrontación diaria y escaladas en las redes sociales.
4. Prospectiva: ¿hacia dónde va la democracia colombiana?
Desde una mirada prospectiva, el futuro del proyecto político del gobierno Petro y de la democracia colombiana dependerá de varios factores críticos; en primera instancia la capacidad de construir alianzas más allá de su base electoral de cara a las elecciones del 2026, sin esto, sus reformas para construir nuevas estructuras de Estado, en los tiempos por venir. no pasarán en el parlamento. Luego, la estabilidad macroeconómica y capacidad institucional de ejecución, si las reformas fracasan por gestión, se abrirá un campo fértil para la desilusión.
En tercer lugar, la resistencia democrática de las élites y de una parte de la sociedad civil alineada en el discurso neoliberal, si sectores tradicionales promueven salidas autoritarias (judiciales, militares o mediáticas), se repetirá el patrón de las democracias frágiles y, cuarto, el fortalecimiento de una pedagogía del cambio que devenga en la cultura política crítica y plural, que evite caer en el poder mediático de los medios masivos de comunicación en manos de los grupos económicos promercado y distantes de la equidad social.
Escenario catastrófico (Weimar 2.0): Si Petro no logra resultados económicos tangibles (ej.: Ver indicadores macro en sus 30 meses de gobierno IPC pasó de 13.26% al 4,82%, desempleo a la baja, Tasa intervención banrepublica a la baja, no como quisiera el gobierno central) o si su coalición se fractura, Colombia podría caer en primer lugar en un giro autoritario (desde la derecha). Dos, caos tipo 1948 (el "Bogotazo" moderno).
Escenario reformista (Weimar superada): Para evitarlo, se necesitaría en primer lugar, pactos sociales como los acuerdos de 1923 que estabilizaron el marco alemán, Petro requiere negociar con sectores empresariales en contexto del progresismo económico. En segundo lugar, comunicación efectiva, Weimar falló en educar en democracia; El gobierno Petro debe mitigar la alienación del cuarto poder mediante los canales públicos (TV – Radio nacional) y la urgente reforma educativa para fincar las bases del cambio de mentalidad en las generaciones del futuro inmediato.
5. Reflexión para el debate
La experiencia de la República de Weimar nos recuerda que la democracia es mucho más que elecciones; requiere pactos, cultura institucional, educación política, voluntad de convivencia y redistribución del poder. El gobierno, mejor, el proyecto político de largo plazo de Gustavo Petro enfrenta el enorme desafío de transformar una sociedad profundamente desigual sin romper con los marcos básicos de la institucionalidad. Si fracasa, el peligro no es el fascismo, pero sí una regresión autoritaria en nombre del orden (nuevamente, Mano firme corazón grande 2.0), la economía o la “normalidad” hegemónica desde tiempos coloniales.
En esa tensión entre transformación y estabilidad, entre inclusión y resistencia de las élites, se juega no solo el destino del proyecto del gobierno de Petro, sino el de una democracia colombiana que aún busca su madurez.
Ambos gobiernos representaron una ruptura con el statu quo, pero heredaron sistemas frágiles y expectativas desmesuradas. Weimar sucumbió a la radicalización; Petro podría enfrentar un destino similar si no logra articular consensos desde la pedagogía del cambio de mentalidad entre gobernantes y gobernados. Además, la resistencia de las élites es un factor común. En Weimar, esto llevó al ascenso del nazismo como "solución" reaccionaria. En Colombia, el riesgo es un retroceso autoritario o un estallido social si las reformas se estancan.
Weimar y el petrismo son experimentos democratizadores en sociedades desiguales. La lección histórica es clara Colombia tiene la oportunidad de aprender de Weimar o Petro construye una mayoría estable y convencida de su proyecto político, o el país seguirá escalando la tragedia de la polarización (pensamiento binario: derecha izquierda; buenos y malos; éxito y fracaso; ricos y pobres; católicos y ateos […]. La democracia, una vez más, pende de un hilo. Estas líneas no sugieren que Petro sea el mesías (como caricaturizan algunos), sino que analiza patrones sistémicos. La historia no se repite, pero rima.
También le puede interesar:
Anuncios.
Anuncios.