¿Cómo hubiera gobernado Navarro en el primer cargo de la nación?
Difícil saberlo. Pero sí sabemos cómo se desempeñó como alcalde y gobernador.
Olvidamos fácil. Conviene recordar que, junto con Álvaro Gómez y Horacio Serpa, Navarro fue uno de los tres copresidentes de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991. La imagen de los tres líderes, trabajando juntos a pesar de sus diferencias, llenó de esperanza a un país ferozmente golpeado por la violencia: asesinatos de candidatos presidenciales y líderes de todo el espectro político, exterminio de la UP, bombas del cartel de Medellín…
Un año antes de la histórica fotografía, habían asesinado a Carlos Pizarro, líder del M-19 y candidato presidencial. Navarro, que podría haberle echado más leña al fuego, fue claro:
“Pedí que enterráramos a Pizarro en paz… había que quedarse aquí y no volver a la guerra”.alcalde de Pasto
No me detendré en su labor legislativa. Me concentro en su gestión ejecutiva, la de gobernante.
Alcalde de Pasto (1995–1997)
Fue elegido por un movimiento ciudadano con la votación más alta, casi triplicando a su contendora. Desde el primer momento, su selección de colaboradores combinó capacidad técnica y legitimidad ciudadana: incluyó dirigentes empresariales, cívicos y sociales.
Aplicó criterios de transparencia, eficiencia y alianzas público-privadas. Le apuntó a crear alianzas con la activa participación de líderes y organizaciones del sector privado, como fue el caso de Metropolitana de Aseo, que sustituyó a la burocratizada Secretaría de Aseo. Reformó procesos clave en la operación del matadero, los servicios de salud, el terminal de transporte, el acueducto y el mercadeo agropecuario.
Fue implacable contra la corrupción. Desmanteló el “c.v.y.” —el tristemente célebre “cómo voy yo”— montando equipos técnicos que blindaron la contratación pública.
La recuperación de la confianza ciudadana en la institucionalidad pastusa fue proporcional: la capital nariñense vivió una administración centrada en resultados, cercana a la gente.
Un dato que pocos recuerdan: En 1997, un jurado integrado por Augusto López (Grupo Santo Domingo), Enrique Santos Castillo (El Tiempo), Ricardo Alarcón (Caracol), Amparo Sinisterra de Carvajal (Fundación Carvajal) y Otto Morales Benítez lo eligió mejor alcalde del país.
Gobernador de Nariño (2008–2011)
Gobernar un departamento es otra historia: menos visibilidad, más restricciones, deficiencias en el diseño constitucional del ente territorial. Navarro asumió en medio de una profunda crisis social, marcada, entre otras, por el escándalo de las pirámides financieras y graves limitaciones presupuestales.
Retomó los cabildos abiertos que había promovido en Pasto: espacios reales de participación ciudadana. Su idea era simple y poderosa: alinear los presupuestos disponibles con las prioridades comunitarias. Se diseñaron proyectos viables, financiados entre municipios y el departamento, con vigilancia directa de la ciudadanía, con el estricto seguimiento de los equipos técnicos de la gobernación.
A diferencia de los gobiernos marcados por rotaciones abruptas, conflictos internos, clientelismo, corrupción, Navarro armó un equipo técnico y estable. No hubo renuncias masivas, ni sobresaltos en los altos cargos. Su sucesor, Raúl Delgado Guerrero, dio continuidad al enfoque de gobierno, ratificando que Navarro había dejado un legado institucional robusto.
A los pocos días de terminar su mandato como gobernador, Navarro fue nombrado secretario de Gobierno de Bogotá en la alcaldía de Gustavo Petro.
A los tres meses, renunció.
Sin comentarios.
De mismo autor: La incontinencia verbal: plato servido al adversario
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