No soy de la clase de periodista que guste de presumir de sus logros profesionales. Pero hoy he decidido romper esa norma de conducta porque exhibir uno de los logros indiscutibles en mi carrera, me permite mostrar además qué es lo que debe hacer un periodista honrado con la información que consigue o que recibe. Y poner evidencia cómo los medios hegemónicos manipulan y tergiversan las noticias para generar o alimentar una narrativa engañosa. En este caso la del célebre Russiagate, el título puesto por dichos medios al relato de la sórdida alianza entre Putin y Trump para impedir el triunfo de Hillary Clinton en las elecciones presidenciales 2016, mediante una la intolerable injerencia en la política interna de Estados Unidos. Yo fui el único periodista de este país que, desde el comienzo y en esta misma columna en Las 2 Orillas, mostró que era falsa la versión difundida por los medios del escándalo causado por la divulgación de los e mails enviados por el Comité Nacional Demócrata a los dirigentes estatales del partido con instrucciones precisas sobre cómo sabotear la candidatura del senador Bernie Sanders.
Y lo hice sin tener entonces acceso al centenar de documentos oficiales referidos a ese escándalo que la semana pasada descalificó Tulsie Gabbard, directora de inteligencia nacional de Estados Unidos. Me bastó con leer las primeras noticias que se dieron sobre el motivo del escándalo, tomar en cuenta la cronología de divulgación de las mismas y contextualizar lo sucedido en el marco de los conflictos políticos abiertos en el curso de la campaña presidencial en curso. Los periodistas no somos espías: nos debe bastar con la información abierta.
La primera de dichas noticias presentó una información indudable: WikiLeaks, la plataforma dirigida por Julian Assange, había publicado copias de los e-mails enviados por el CND a los dirigentes estatales de partido demócrata con el propósito de sabotear la precandidatura del senador Bernie Sander en beneficio de la de Hillary Clinton. Estos correos representaban por sí mismos un durísimo golpe a las aspiraciones presidenciales de Hillary, porque la mostraban como una líder política inescrupulosa, capaz de emplear las peores artimañas para derrotar a su más directo competidor. Sander gozaba por entonces de una enorme popularidad gracias a sus críticas a las políticas neoliberales que empobrecer a las mayorías populares y sobre todo por lo afirmó en el curso de un debate público televisado, realizado en Las Vegas el 14 de octubre de 2015: “Haré todo lo que pueda para asegurar que Estados Unidos no se involucre en otro lio, como hicimos en Iraq, la peor equivocación en política exterior de la historia de este país”. En dicho debate también participo Hillary Clinton, entonces secretaria de Estado de Obama, que defendió la imposición de una zona de exclusión aérea en una Siria que ya estaba asediada por filiales de Al Qaeda y por las sanciones impuestas por Obama. El año anterior, en 2014, había estado detrás de las maniobras en Ucrania de la subsecretaria Victoria Nuland que produjeron el derrocamiento del presidente Viktor Yanukóvic.
Por estas razones pensé que el autor de la filtración de los comprometedores correos podía ser un militante demócrata con acceso a los mismos, indignado por la forma como se estaba torpedeando la precandidatura de Sander en las primarias del partido demócrata. Me pareció y me sigue pareciendo una hipótesis plausible.
Obama declaró que los correos los había hackeado y difundido Putin para ayudar a Donald Trump a ganar la presidencia
La siguiente información sobre el caso me sorprendió. En primer lugar, porque no la dio Hillary, la acusada, sino directamente el presidente Obama. Declaró que los correos los había hackeado y difundido Putin para ayudar a Donald Trump a ganar la presidencia y mencionó fuentes de la inteligencia estadounidense. En segundo lugar, porque la palabra clave en su mensaje fue “hackeo”, porque daba por hecho, aunque sin reconocerlo, que los correos eran auténticos y que lo perverso, lo que constituía una intolerable injerencia rusa en las elecciones presidenciales estadounidenses era que Putin la hubiera hecho pública. Y en tercer lugar porque me pareció de un atrevimiento increíble el intento de desviar la atención mediática del contenido efectivo de los correos y de la responsabilidad de Hillary hacia la confrontación abierta con Putin. Obama seguramente confiaba en el éxito de su maniobra de distracción, gracias a que el periodismo dominante ya había logrado convencer a la opinión pública de la divulgación de los correos por el “autócrata” tenía como propósito poner en la presidencia a un Trump, que más que un amigo era un “títere” suyo. Algo que resultaba absolutamente inadmisible en una coyuntura marcada por el agravamiento de las tensiones entre Washington y Moscú, tanto por el derrocamiento del presidente de Ucrania orquestado por Victoria Nuland como por el decidido apoyo de Moscú al gobierno de Siria, encabezado por Basher al- Assad.
La maniobra tuvo sin embargo éxito entre los votantes del partido demócrata: la Convención nacional del partido celebrada en julio de 2016 en la Filadelfia eligió como candidata a la belicista Hillary Clinton y descartó al pacifista Bernie Sanders. Y aunque no logró impedir que la Convención nacional republicana, celebrada en Cleveland en julio de 2016, eligiera a Trump, si logró limitar seriamente la posibilidad de realizar sus políticas. La acusación contra Putin, lanzada por primera vez por Obama fue alimentada y repetida hasta la saciedad por unos periodistas que nunca se preguntaron si era cierta o no dicha acusación. Y de hecho siguen sin ponerla en cuestión, ahora que la desclasificación por Tulsie Gabbard de los documentos prueban la responsabilidad directa del expresidente Obama en la elaboración y la propagación de una acusación evidentemente falsa. (Estos documentos pueden leerse en la web del Departamento de Inteligencia de Estados Unidos)
Dije que fue el único periodista colombiano que puso en tela de juicio en su momento la acusación de Obama a Putin. Pero desde esas mismas fechas también lo hizo el periodista Aaron Maté del medio digital The Grayzone. En YouTube está disponible la entrevista que le hizo en su canal el analista geopolítico noruego Glenn Diesen, en la que reconstruye detalladamente como Obama y los directores de la CIA y del FBI bajo su mandato elaboraron los trucados informes oficiales que dieron verosimilitud a la falsa acusación. De tan graves y duraderas consecuencias políticas.
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